Damián.
La verdad es que no fue tan malo desayunar con la señorita Rachel en el jardín de mi casa, noté que Lana estaba muy a gusto con ella y le hizo muchas preguntas, yo solo las observé, amo cuando mi hija con su dulce y tierna voz, conversa tan cómoda con alguien que no es de la familia, casi nunca lo hace, pero la señorita Rachel ha causado buena impresión en ella.
—¿Eres doctora del corazón como papá?
Rachel tenía una mirada tierna y una cálida sonrisa, supongo que le gustan los niños, no por nada es enfermera infantil.
—No, en realidad soy enfermera de niños.
—Entonces cuidas a los niños cuando papá los opera.
Lana tiene razón, eso es lo que la Rachel hace, cuidar de los niños después de la operación. Pero debo asegurarme de que todos crean que ella regresará a New York, entonces intervine.
—No hagas tantas preguntas a la señorita Rachel, la vas a incomodar.
—Perdón.
Respondió y agachó el rostro, Rachel de inmediato le tocó su mejilla, con una voz cariñosa le dijo:
—No te preocupes, no me incomodas, me alegra mucho conocer a una linda niña como tú.
La escena entre mi hija y la señorita Rachel se veía muy linda, pero yo por dentro solo estaba esperando que llegara la hora de sacarla de mi casa.
Mi tía llegó al jardín y se sentó, “vaya” dije dentro de mí, no podía creer que estuviera ahí como una mosca que se aparece de repente entre la sopa, con su presencia causó más incomodidad y me cerró la posibilidad de hablar con Rachel para aclarar esta situación, debo hacerlo a como dé lugar antes de que se vaya, hoy es domingo, el personal que labora entre semana, tiene libre este día, no la veré sino hasta mañana.
Estaba dando vueltas en mis pensamientos repetitivos cuando de repente mi tía me dijo:
—Tú papá se ofreció a llevar a tu amiga al aeropuerto, él va al club de golf , y como está cerca, piensa aprovechar.
Miré a Rachel, ella tragó obligada lo que tenía en su boca, me quedé mudo, no supe qué responder, de pronto la señorita Rachel respondió:
Primero debo ir al edificio donde me hospedé a buscar mis maletas, está al norte de la ciudad, dígale al doctor Suárez que no se preocupe, no quiero importunar. —Mi tía sonrió.
—¿Cómo supiste que mi hermano también es doctor? Bueno, supongo que mi sobrino te ha hablado de toda la familia. —fruncí el ceño.
—No tía, yo no he tenido tiempo de hablarle de ustedes, seguramente fue Fabricio. —Mi tía me dijo incrédula.
—Si, supongo que fue él, tan lindo que es Fabricio.
Me di cuenta que mi tía y seguramente mi padre, no se habían creído el cuento de que Rachel es la novia de Fabricio, pero yo me voy a encargar de que lo crean, pronto comenzarán las fiestas navideñas, haré que él traiga a Rachel a una de nuestras reuniones, y ella tendrá que colaborar si no quiere recibir las consecuencias.
Rachel.
Desearía que me trague la tierra, eso habría sido mil veces mejor que todo esto. No sé qué es peor, si la intromisión de la tía del doctor, o la mirada que él me tira cada vez que puede. Rayos, no parece un hombre que acaba de acostarse con una mujer, se supone que amanecen contentos después de una buena noche, pero ¿qué se puede esperar del doctor ogro? Solo sabe poner mala cara para todo.
Al rato estábamos de regreso en la sala, el doctor tiene tenso el rostro, a estas alturas estoy segura que debe estar sintiendo odio hacia a mí, me debe estar culpando de toda esta situación, aunque los dos somos responsables de todo esto.
La tía siguió insistiendo en que esperara al padre del doctor ogro, pero decidí con valentía poner fin a todo ese asunto, en cuanto ella subió a buscar a su hermano para decirle que yo estaba lista, me dirigí a la puerta, el doctor fue tras de mí.
—¿Qué piensas hacer?
—Me voy como sea, tomaré un taxi en la calle.
—Estamos en las colinas, no en la ciudad, es un lugar apartado, no vas a encontrar un taxi al menos que llames por teléfono y lo pidas.
—¿Entonces qué hago? —Él suspiró amargamente.
—Tendrás que irte con mi padre, inventa alguna dirección, la que sea donde te deje, pero que no sea donde vives. —Volteé mi cara hacia otro lado, me incomodaba esa conversación, también sentía vergüenza.
Después él me dijo:
—Quiero que te olvides, que borres por completo lo que pasó, y no se te ocurra contarle a nadie en el hospital, esto no se debe saber, afectaría mi reputación… y también la tuya.
Sentí calor en mis mejillas, esto era humillante, vergonzoso y bochornoso; lo miré fijamente con indignación.
—Por supuesto que no diré nada, ¿para qué lo haría?
—No lo sé, ustedes las mujeres son así, todo lo cuentan.
Entrecerré mis ojos, me provocó decirle algo que lo ofendiera, pero recordé que después de todo, él sigue siendo mi jefe, y no estaba para nada contento.
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Editado: 31.07.2024