Los pequeños recordatorios que la vida nos brinda a lo largo del día son destellos de luz que nos recuerdan lo rápido que pasa el tiempo y lo mucho que podemos desperdiciarlo.
Las tardes de invierno llegaban para quedarse en la ciudad, los climas cambiantes se presentaban y seguían sorprendiendo. Al vivir en una ciudad un poco desértica las temporadas se sentían extremas. El gran ejemplo fue esta tarde, una muy fría y lluviosa.
La lluvia y el frío no eran la razón por la que Daina amaba estos días. Sino las actividades que podía realizar, en particular aquella que implicaba poder llegar a su casa con su padre, para tomar una rica taza de café acompañada de su pan dulce favorito.
Daina salió muy feliz de la pastelería, con una caja de pan en las manos, sus ánimos eran de alegría plena, aún sabiendo la situación en la que se encontraba su padre, sabía que pasar tiempo con él le ayudaría a sobrellevar su enfermedad tan avanzada.
Ella caminaba todos los días a su casa, puesto que detestaba manejar, solo de imaginarse detrás de un volante, le generaba una ansiedad terrible.
Al llegar a su casa, su desplante cambió inmediatamente al ver a su padre recostado en el sofá, su piel se miraba amarilla, pálida y sin color.
La leucemia había avanzado tanto que su padre simplemente se encontraba cansado. Daina reunió fuerzas y contrajo sus emociones para poder saludarlo, con un nudo en la garganta, mientras le daba un beso y un abrazo muy fuerte dejándolo casi sin aire.
—Hola, pa, está lloviendo afuera, eso quiere decir que podemos tomar café y comer pan.
Daina intentaba disfrazar con una sonrisa el dolor que le causaba ver a su padre en esas condiciones, pero sus ojos demostraban su gran pesar.
—Hola, cariño, gracias pero hoy no tengo ganas de nada, solo quiero descansar. Respondía su padre con sus ánimos bajos.
Era la primera vez, la primera vez que su padre no comía pan con café en una tarde lluviosa. Era la primera vez que los ojos de su padre se miraban sin ilusión y sin esperanzas, su padre se le iba y no necesariamente en referencia a la muerte, este se rendía a continuar luchando.
Esa misma tarde, las complicaciones en la salud de su padre se hicieron presentes. En el terror de la situación, Daina llamó a Susan, no solo porque era su única amiga que tenía carro, sino que era la única amiga que sabía perfectamente que si le ayudaría.
—Papá está muy mal, puedes venir rápido, no sé como ayudarlo, no sé qué hacer. -Entre lágrimas la llamó.
Daina se encontraba aterrorizada, entre llanto y desesperación, trataba de controlar a su padre, con una terrible taquicardia, su presión arterial bajaba cada vez más, los mareos se intensificaban, el dolor de cabeza se hacía notar en los ojos llorosos de su padre y su respiración era cada vez más profunda.
Susan dejó la llamada todo el transcurso del trayecto desde su casa hasta la casa de Daina, mientras manejaba trataba de decirle palabras de aliento, le recordaba que todo estaría bien y que debía ser fuerte.
Al llegar a la casa junto con Daina se ayudaron para subirlo al carro, reunieron fuerzas y lo cargaron como si su padre no pesará nada.
<<Daina
En el momento de mi desesperación, lo único que hacía mi cerebro, era reclamarme por no saber manejar, por no poder ser útil, solo en momentos como estos deseaba poder ayudar, no servía de nada mi presencia, mucho menos servía ser un cúmulo de ansiedad, nervios y miedo, logré tranquilizarme pero de qué servía solo estarlo, las circunstancias me recalcaban "increíble, una panadera no ayuda en nada en cuestiones de vida o muerte".>>
Susan la acompañó en todo instante, hasta se quedó ahí para intentar calmarla, Daina le pidió a Susan que se fuera a descansar, ya llevaban horas en el hospital y mañana una de las dos necesitaba abrir la pastelería. Antes que Susan se fuera, el doctor llegó a explicarles lo que Daina tanto temía. Su padre había pedido que las quimioterapias y los medicamentos fuertes fueran suspendidos en su tratamiento desde hace un mes atrás.
—No es posible, él me dijo que había un poco de esperanzas y que teníamos más tiempo, ¿No podemos hacer nada?, inicie otra vez el tratamiento, ¿necesita más medicamentos, más dinero?, sólo dígame y yo lo conseguiré, solo digame que hacer. -La voz desesperada de Daina, la hacía sonar un poco prepotente ante la situación, aunque solo quería buscar una solución, su actitud demostraba impotencia.
—Lo siento, sé que es algo difícil, pero su padre lo decidió y él ya es un adulto, no puedo hacer nada, incluso hoy mismo lo rectificó, nuestro deber es salvar las vidas que se puedan, pero la libertad de decisión de nuestros pacientes se respeta, no podemos hacer nada. -El doctor solo intentaba poder explicarle las circunstancias, pero ella no deseaba explicaciones, deseaba soluciones, solo reflejaba una niña que quería salvar a su padre.
—Solo digame una cosa, ¿Cuánto tiempo?. Con su voz quebrándose y en medio de lágrimas preguntó.
—Sabe, es complicado, no tenemos exactamente un número.
—Solo dígame, por favor. Replicó Daina, un tanto resignada.
—Con suerte, hasta tres años, pero necesita una vida tranquila y lo más saludable posible, en lo que cabe. El señor se quedará aquí por una semana, en lo que se controla la situación y con medicamentos más amigables podrá vivir lo suficiente.
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Editado: 08.11.2024