El amor en tiempos de cuarentena

Punto de ruptura

El tema de la monotonía es que hace que los momentos que pasan rápido parezcan durar más tiempo en retrospectiva. Es decir, aunque había pasado solo un mes desde su encuentro inicial con Fran, parecían haber pasado tres o cuatro. De alguna forma esto había logrado que Bruno se sintiera en confianza un poco más rápido de lo habitual, aunque probablemente ayudaba el hecho de que se veían varias veces por semana, a las cinco de la tarde, en el punto de siempre cerca de la plaza.

Chateaban muy seguido. Se pasaban tuits o publicaciones de redes sociales que les hacía acordar al otro, discutían pavadas, o se quejaban de los trabajos del colegio. Cada tanto, hacían video-llamada por Zoom mientras tenían Netflix Party abierto, para mirar alguna película taquillera y reírse de lo mala que era juntos.

Lara lo molestaba, le hacía chistes sobre la naturaleza de su rápida confianza con el otro chico. Bruno prefería no pensarlo demasiado. Se llevaba bien con Fran, eso era lo concreto, y no había necesidad de complicar las cosas.

Además de salir en bici todos los días, había otro hábito de Bruno que sólo había aumentado desde el inicio de la cuarentena: tener los audífonos puestos con música a un volumen razonable. Esto había molestado a su familia incontables veces, cuando entraban a su cuarto para hablar y luego se daban cuenta de que Bruno estaba en la suya, o cuando lo llamaban desde el piso de abajo a comer y no escuchaba. Irritar a su familia era sólo una ventaja de escuchar música todo el día.

Sin embargo, esto no quería decir que ellos no se adaptaban a la situación.

—Bru, estoy preocupada por vos—su madre se sentó al pie de la cama, quitándole sus audífonos sin siquiera preguntarle antes y dejándolos sobre los hombros de su hijo. Pocas cosas molestaban más a Bruno que le saquen la música en medio de una canción—Me dijo la mamá de Agus que él ya se está viendo con amigos, respetando la distancia, obvio, pero sale un poco, socializa…

—Y yo salgo con la bici, ¿te acordás?—sonrió sarcásticamente y su madre revoleó los ojos—Aparte, también hablo con Lara todo el tiempo.

—Ay, Bruno, pero esa chica…—arrugó la nariz y dejó la oración colgando, como si Bruno mágicamente pudiera adivinar el significado. Aunque no era ningún secreto que su madre veía a Lara como una mala influencia, incluso si esta no había hecho nada malo en su presencia como para ganarse su enojo.

—¿Qué tiene Lara, mamá?—Bruno suspiró—Es mi mejor amiga.

—No, pará, no exageremos, tu mejor amigo es Augusto, desde chiquitos.

—Me parece que yo sé quiénes son mis amigos, ¿no?—antes de que su madre pudiera contestar algo, agregó—Y te cuento, por si no lo sabías, que también soy amigo de un chico del B.

—¿De quién?

—No lo conocés, recién le empecé a hablar hace poco, pero a lo que iba es-

—Ah, y decidiste simplemente abandonar al pobre Augusto porque le encontraste un reemplazo-

—No abandoné a nadie, mamá. ¿Ves por qué nunca te cuento nada?—intentaba no gesticular tanto con las manos, pero la frustración en su rostro era imposible de esconder—¡Ni el nombre te dije, y ya estás diciendo que cambié a Augusto por él!

La miró a los ojos, y para su decepción, no había ni una pizca de arrepentimiento en ellos, solo indignación.

—Bueno, no se puede hablar con vos—sentenció su madre, levantándose con actitud de quien no quiere la cosa.

No es que no se puede hablar conmigo, pensó Bruno, sintiendo la bronca acumulándose en su cuello, es que vos saltás a conclusiones y asumís estupideces.

Se mantuvo en silencio hasta que su madre desapareció tras la puerta de su habitación, dejándola entornada pero no cerrada del todo. Una vez que sus pasos se alejaron y Bruno estuvo seguro de que no seguía parada en el pasillo, cerró la puerta y se dejó arrastrar sobre su espalda hasta caer sentado en el piso.

Nuevamente, colocó sus auriculares sobre sus oídos y dio ‘reproducir’ a la canción que estaba sonando antes de la invasión. Esta vez, subió el volumen al máximo, como si el sonido de la música pudiera de alguna forma tapar el ruido de sus propios pensamientos.

¿Por qué siempre que estaba teniendo una buena tarde, relativamente productiva, pasaban estas cosas que lo dejaban con mal humor? La mención de su antiguo amigo sólo empeoraba las cosas aún más de lo normal, haciendo que aparezca un nudo de angustia y arrepentimiento en su garganta.

 

Yo: estas ahí?

 

La respuesta tardó unos minutos en llegar, pero lo hizo.

 

Lara: sip

Lara: por?

Yo: nada

Yo: la misma boludez de siempre

Lara: estás bien?

Yo: honestamente

Yo: no sé

Lara: me querés contar qué pasó?

Yo: si no te molesta




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