El bebé del Jefe

• ¿Un beso lo mejora? •

A veces digo que conozco a Maeve, pero en realidad, no lo hago del todo; la forma en que habla, me deja saber, que aunque emite cosas, oculta algunas otras que le hacen daño, por el simple hecho de que tienen que ver con su ser interno.

No la interrumpo de ningún modo; dejo que se extienda en palabras con lujo de detalles, tomando en cuenta en el proceso, la dorma en que se organizó para hacer ambas partes en término laboral.

Entre las confesiones, me informa que mi padre se hizo cargo de la reunión de arquitectos que había olvidado que tenía programada y la que generalmente, tomo mientras hago otras cosas, porque los temas que se exponen allí, tienen que ver con el avance de la carrera y las áreas que se han estado impulsando con el paso del tiempo.

La verdad, no era algo a lo que tenía que prestarle atención, ni era muy necesario atender, no obstante, mi secretaria no es de las personas que deja que las cosas se le escapen, por más irrelevantes que sean, debido a que piensa que tiene importancia para mí. Al menos en eso, nunca ha fallado y no lo ha hecho durante el tiempo que lleva conmigo, lo que me hace pensar de nuevo en lo injusto que fui.

Creo que haberla encasillado no valió de nada; de todos modos, no me la pude sacar de la cabeza, y ahora tengo menos oportunidad de hacerlo, después de la noche donde todo se fundió.

Exhalo, esperando a su regreso del baño mientras veo que casi es la hora de almuerzo, y aunque se me cruza la idea de salir a comer juntos, declino al instante la tarea, porque tiene algo más que hacer, en ese tiempo.

Me pongo de pie al ver que lleva un rato ahí, sin haber salido a pesar de que supongo que ya terminó, a la espera de que no le haya pasado alguna otra cosa que tenga vergüenza de decir.

—¿Necesitas ayuda?—Toco con uno de mis dedos en la puerta, pudiendo imaginar esa sonrisa leve ante la demanda, que le recuerda a otro escenario, por más que ahora no tenga sentirlo traerlo a colación.

—No, señor Briggs—responde obvia, pareciendo un poco tímida por la demanda al salir—. Estoy bien, solo me gustaría ir a comer—murmura, revisando la hora en el reloj de la pared en lo que me echo a un lado.

Abro la boca y la cierro, aclarando mi garganta en el instante en que puedo experimentar un poco de vergüenza, debido a la situación que nos ha encerrado aquí.

—De acuerdo, vamos a la oficina entonces—pregono, enderezado al tiempo que hago espacio en lo que abro la puerta para dejar salir, yendo detrás de su silueta.

—Señor Briggs—se gira, detenido un poco brusco al pasar el trago en cuanto siento su mirada, mirándola de lleno—, no es un secreto que no me gusta hablar de ese tipo de cosas—asiento, pasando el trago—. Lo que no quiero es que lo use para efectuar algún daño, ¿de acuerdo? Puede dejarlo estar.

—Maeve—inspiro, estirando el brazo para llevarla de la mano hacia la silla, abriendo la puerta para pedirle a Scarlet que llame a Esmirna.

Cierro con un guiño de ojos que, inevitablemente, me hace sonreír, al tiempo que regreso al espacio donde tomo asiento.

—No me digas que tomaste una mala decisión—ladeo la cabeza, incrédulo y divertido de que pueda pensar así, sacudiendo el rostro en medio del instante.

—¿Quién te crees que soy?—Libero, bajando la vista para notar los añicos de la taza—. No te voy a despedir, eso es lo importante.

—Lo sé, tengo un lugar seguro—formula, orgullosa—. Además, ¿cómo podría hacer usted todo ese trabajo?—Libero una risilla sonora, mirándola unos minutos al inclinar el cuerpo hacia delante.

—Siempre hay nuevas vacantes—formulo.

—No una como la mía—augura, sonriendo al notar que la conversación se interrumpe en cuanto la mujer que he mandado llamar, pasa delante, sin siquiera tocar para el anuncio.

—¿Me llamabas?—La invito a descansar en donde siempre lo hace, pero declina, elevando el mentón hacia mi espacio—. ¿Y bien? ¿Ya decidiste?—inquiere, resignada.

Le entrego un asentir al verla quedar a un lado de la castaña en esos pasos, no tan firmes, pero serios, acomodado su peso en una de sus piernas al cruzar los brazos en la espera.

—Sí, ya—acoto, dándole un vistazo nuevo al objeto y deshecho—. Tomé la decisión de que, a pesar de tu petición y algunos de los argumentos que diste, no voy a despedir a Maeve—la observo, paseando la vista en un soslayo hacia ls fémina, quien atiende el instante, con las manos sobre su regazo—. Tampoco te voy a despedir a ti, pero asentaré una amonestación en tu expediente, por encima de la de Jorame, debido a la actitud agresiva que tuviste y al desafío de una autoridad—la castaña me observa, ampliando un poco sus ojos en cuanto escucha esas palabras, que no tenía tan planeado expresar.

De todos modos, es la única forma de que lo entienda; tal vez ella no quiere hacerle mal a Esmirna y no lo hará, sin embargo, como la figura de poder entre las dos, debo mantener el equilibrio entre ambas, para que nada de eso vuelva a ocurrir.

—Como tuve que explicarte, la señorita Darbney no es solo mi secretaria, también me representa en el ámbito legal—noto que aprieta los puños, luego de haber bajado la cabeza—. No puedo simplemente hacer algo que no tiene sentido, solo porque te hayas incomodado con ella—pregono, bajo el trago duro de su garganta—. Reduciré dos meses de tu pago, revocando la decisión del encargado de Recursos Humanos, con tal de que el escritorio pueda ser renovado y ciertas pertenencias que destruiste de Maeve, pueden reponerse—apunto, buscando en la tableta las imágenes que saqué—. Tal vez a ella le cuesta decirlo, pero también tocaste su bolso, abriste la oficina sin permiso, manipulaste todo cuando tenía ordenado en su buró, de igual modo que la expusiste a una situación de vulnerabilidad en la que no había estado anteriormente.




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