"Por el hecho de que las mujeres no te atraigan no tienes necesidad de ser grosero con ellas"
Ese era el casi regaño mezclado con una risilla burlona que Michael le susurraba sobre sus labios a su malhumorado acompañante cuando se quedaron solos, después de que esas chicas habían irrumpido su vespertina tranquilidad en que habitualmente la pasaban juntos en la biblioteca.
—Es que a diferencia de ti yo no puedo fingir ser amable con alguien que no me agrada.
—¿Me estás llamando hipócrita, falso? —Le preguntaba con fingida seriedad cruzando los brazos se le separaba un poco.
—No, sé que no eres así no conmigo al menos... Solo que para algunos es más facil fingir este tipo de convivencia, para otros como yo no lo es así que prefiero aplicar la ley de la indiferencia.
—Si es buena táctica esa la de mostrarse indiferente ante todos, aunque eso te perjudica a las largas ¿Ocultándote del mundo? Te hará sentirte solo a veces así que si quieres sobrevivir en este mundo lleno de hipocresía deberás aprender a fingir.
—Vaya se nota que tienes un año más de madurez que yo. pero ¿sabes? No puedo sentirme solo si te tengo conmigo. —Le susurraba acercándose a su rostro.
—Yo digo lo mismo pero... —Michael musitaba embelesado al tenerlo cerca.
No terminó de hablar porque sus labios eran callados con un dulce pero profundo beso, Nathan sabía que si seguía hablando diría quizás una triste realidad que no quería escuchar ahora, porque el primer amor muchas veces no era el último en la mayoría de los casos; lo único que entendía era la intensidad de vivirlo a tal intensidad para así después recordarlo dulcemente por el resto de la vida. Ambos compartían este pensamiento pero no el pequeño secreto que ocultaban uno del otro sin saber que era el mismo por simple recelo no se atrevían a confesarlo, no todavía, este era la esperanza de que su amor sea el primero, el único, el verdadero que perdurará en contra de cualquier común probabilidad.
—Ese fue un lindo beso... —En un susurro confesaba aún sintiendo el sabor de ese beso en sus labios— Me encanta cuando me callas así, es un atrevimiento que te permito gustoso.
—Solo asi te callas. —Le sonreía un poco apenado apartándosele.
—Por cierto... —Hablaba tratando de cambiar el algo profundo tema anterior— ¿Por qué hoy dibujaste solo ojos en tu libreta?
—¿Por qué crees? Esa chica me estuvo mirando todo el día me sentía acosado, cuando creí que me había liberado de ella se aparecen aquí.
—Bueno... No la culpo yo también te miraría todo el día, eres tan lindo.
—A ti te lo permitiría a ella no ¡Que desagradable!. —Exclamaba con molestia.
—¿No te agradan esas chicas? Pero si son tan adorables... —Le hablaba en un tono sarcástico sin borrar de sus labios esa sonrisa socarrona tan evidente para fastidiarlo, el otro se le apartaba con molestia.
—¿No me digas que te pusiste celoso porque hablé con tu "amiga" Dana?
—¿De quién? ¿De ella? —Bufó con una sonrisa— No creo que encaje en tus selectivos gustos así que no malgastaré mis valiosos celos en ella o cualquier chica que se te acerque.
—Tienes bastante confianza en ti mismo para decir eso —Se le burlaba un poco— Entonces ¿Si fueran chicos tus celos no serian malgastados fueran bien invertidos? ¿No?
—Si hablas así suena como si nuestra relación fuera como un negocio si fuera de esa forma ¿Qué gano yo con esto? —Cuestionaba un poco burlón.
—Ganas mucho... —Diciendo aquello ahora él le robaba un apasionado beso de esos labios que trataban de resistirse pero le correspondieron con igual intensidad casi de inmediato.
Unos largos segundos pasaron para separarse de tan exquisito beso que les restaba el aliento, mirándose entre si, fijamente, saliendo por un instante de la fascinación mutua desviaban la mirada hacia la puerta, inquietos porque era peligroso que alguien entrara y los encontrara en tan comprometedora situación. Michael acariciaba con su dedo indice los humedecidos labios del otro que levemente sonrojado no apartaba su mirada de él a la vez que sentía como su ser se estremecía ante tan dulce contacto.
—Sabes que no podemos ponernos "cariñosos" cuando la puerta no tiene seguro, alguien podría entrar y vernos así que calma las hormonas.
—Mi Nathan, lo que siento por ti no es solo hormonal —Le aclaraba haciéndose el ofendido— Deberías agradecerme porque parte de esas ganancias es quitarte un poco el mal humor con besos y no cobro cargos extras, ya ves este amor es rentable con altos beneficios.
En un murmullo le aclaraba con ese tono burlón tan característico en su manera de ser, tomaba con ambas manos su rostro que era tan bello ante sus ojos, embelesado no dejaba de verlo aún cuando notaba como fruncía el ceño no le restaba belleza.
—Suenas como si te prostituyeras —Burlón decía el más joven.
—Soy un prostituto del amor por ti el que no vende su cuerpo te vende el corazón sin dudarlo.
—Solo dices tonterías mejor vamos a comer, que el hambre te hace hablar estupideces.
Con un notable sonrojo parecía regañarlo al oír tales palabras, a veces no sabía si lo que decía era sincero porque era demasiado cursi o era una exageración idiota de sus sentimientos para fastidiarlo porque este no dejaba de sonreirle.
—Si para decir la verdad tengo hambre ya que tus amigas interrumpieron nuestro menudo almuerzo, traje tu sanduche favorito.
Se levantaba con prisa a buscar esos sanduches en su bolso para compartirlos, la verdad era que moría de hambre pero era costumbre suya comer casi apenas llegaran a la biblioteca.
—Gracias —Le decía tomando presuroso en sus manos ese sencillo pero delicioso sanduche de queso, lechuga y poca mayonesa en pan integral que tanto le fascinaba comer y se emocionaba mucho más sabiendo que el lo había preparado.
Ambos no perdieron más tiempo comenzando a comer ansiosos ubicándose en un ángulo de la mesa en que si alguien entrara podrían esconder sus alimentos ya que estos estaban prohíbido. Se sentían tan a gusto al estar de esta manera, compartiendo una rutina tan habitual pero que juntos se volvía especial en esa biblioteca.
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Editado: 10.04.2019