No lograba estimar cuánto tiempo habría estado tirada ahí y, de pronto, me descubrí sentada junto a un garaje hogareño. Belén se encontraba a mi lado, estaba preocupada, y la gente pasaba normalmente. Nos observaban como si hubiésemos participado en una escena policial. Al parecer no habían cortado la calle únicamente para tomar medidas básicas y descubrir la causa de mi desvanecimiento. Entre comentarios ajenos, de otros cadetes, hacían referencia a que por la cualidad de ser mujer no estaba preparada para mi labor. También se dialogaba respecto a que habían pasado pocos días y no descansaba lo suficiente. Tantas teorías que Belén Palacios parecía resistirse a responder debido a la preocupación por mi estado.
– Respondé, por favor, amiga. ¿Qué pasó? –
Logré escuchar que Jerónimo Baltrán vendría para analizar el imprevisto. Teorías conspiratorias persistían y, aparentemente, Tomás Bidonte se adjudicaba la responsabilidad para sustituirme como detective bonaerense. Era increible que por un simple desmayo hicieran tanto espamento y pronosticaran mi futuro. Forzosamente, abrí los ojos y contesté:
– ¡Yo soy la detective bonaerense! –
Sobresaltados todos, incluida Belén, me vieron desenvolverme con normalidad. Asemejaba que hubiera optado por dormir una siesta en la calle. Y, aunque no lo notaran, sentía una profunda jaqueca.
– ¡Amiga! ¿Qué te pasó? –
Y escuché más tarde a uno de los cadetes bromear:
– Me pasé de copas y preferí dormir como vagabunda –
Entre risas, respondieron el resto y tan sólo la severa mirada de Belén los hizo apartarse a todos. A medida se abrían paso, advertí como se aproximaban el comisario Baltrán y el mayor Ramírez.
Palideciendo supliqué que me ayudaran a ponerme de pie. Dejando todo humor de lado, me asistieron y notaron como me excusé con un resbalón para no levantar sospechas. Asimismo, ofrecí pagarles por el silencio, con una salida nocturna grupal.
Sin tacañear en gastos, accedieron los 2 presentes y Belén me observó de reojo guardándose los comentarios.
Finalmente, escapé del problema luego de tomarme la presión.
No me sorprendía la altanería del mayor, ni la descarada proposición de Jerónimo Baltrán de liberarme del cargo de inspectora y reemplazar a Verónica Albelo como secretaria.
– ¡Yo soy la detective nombrada por la DDI y no pienso abandonar mi cargo! – Respondí casi a los gritos y los hombres optaron por guardar silencio.
Para mi suerte no me hallaba en mis deberes y no pudieron levantarme sospechas por los sucesos. Sin embargo, tenía claro que estaban ansiando la oportunidad de reemplazarme. ¿Por qué Tomás Bidonte desearía mi lugar como investigadora del expediente secreto? No asemejaba únicamente a un deseo laboral. ¿Sería acaso una manera de vengar a su amigo David Attheu?
Llegábamos a la residencia, al atardecer, bajo promesa de invitar unas copas a los cadetes que me habían custodiado luego de mi falta. Dado que me daban algunos días de descanso, hasta el regreso desde Capital Federal por parte de Romeo Artemis, pronosticamos que iríamos una noche en que todos pudiesen combinar sus ferias.
Belén parecía celosa, puesto que la mayoría estaba al tanto de que había recibido un buen salario y ella había sido la última en saberlo. Los chismes volaban como gaviotas en un banco abundante de peces. Todos querían saber sobre mi desempeño y, más aún de la cantidad de mi sueldo. De por sí, el descanso era más amplio, pero estaba muy claro que yo seguiría trabajando. Algo me decía que buscaban que no prosiguiera con ello, hasta tanto Artemis retomase el control.
Aun así, contaba con información novedosa. Debía hallar a Lorenzo Mendiavales a cualquier costo.
– ¿Qué te pasó hoy, Jaz? –
No demoró en llegar la incógnita de Belén Palacios en lo que llegábamos al hogar compartido. ¿Qué podía decirle entre tantas que iban sucediendo? ¿Quizás contarle del tan añorado expediente? o ¿Sobre el descubrimiento de un paciente importante?... A lo mejor ¿Sobre mi nómina como detective? o, incluso respecto a mi necesidad de compañía en el shopping...
Tanto para decir y tantísimo que analizar. Sin responder, me vio poner el bloc de notas sobre la mesada y contemplar el esquema de investigación que fue suficiente para que ingresara al excusado de un portazo. ¿Comprendía ella que era mi trabajo? ¿Comprendía yo como funcionaba la feria?
Suspiré, guardé todo y decidí recostarme. Tendría tiempo luego para seguir investigando. Creí oír la disculpa de Belén, al acercarse sobre la almohada, o bien lo habría soñado.
Un nuevo día iniciaba, después de todo, sin pesadillas ni culpas. Sin obligaciones y con un vacío de barriga tremendo. Siquiera constaté por cuántas horas habría descansado. Belén se había retirado en las primeras horas del amanecer y, en lo que me levantaba para darme una ducha imaginaba el semejante desayuno que me prepararía a continuación. Se avecinaba mi tiempo fluido de análisis, procuré iniciar las reflexiones con la piel desnuda y la flor empapando mi cabello con su eterna y cálida llovizna.
El jabón surcaba mi piel como un coche de carreras sobre las curvas corporales y recordé al chevy SS... Alzaba las luces, acometía de lleno, tan dispuesto, con tanto coraje.
Me encogí de hombros de sólo imaginar un desenlace y, tras una extensa ducha, volví a rodearme del toallón. Con el cantar de las aves, en medio de la paz total, comencé a vestirme.
Al momento de salir, encendí la radio, busqué la emisora que solía compartir hits internaciones, a pesar de que aun ciertas discordias con el extranjero se mantuvieran con rencor e implicaran una reacción negativa hacia la música inglesa. En gran medida, por cuestiones políticas, se había generado un auge en el Rock Nacional, pero aún se podía encontrar algunas pistas que me ponían la piel de gallina en la diversidad de programas radiales.