Esa noche la princesa no descansó. Pasó un par de horas preparando a la difunta. Limpió la herida y la cerro como mejor pudo, le costó mucho trabajo que los intestinos no se salieran. Al final la cubrió con una túnica blanca, la mayor muestra de respeto que se le podía dar a una guerrera togos. Tomó una pala y no permitió que nadie la ayudara a cavar. La enterró mientras recitaba, sus logros.
—Antohan, hija de Francis. Campeona del juego de guerra… —Decía con solemnidad—. Cazadora de Éstos, heroína de la batalla del rio, ren de primera de la unión… ¡guardiana de la princesa de togos!
Al terminar se quedo velando el cuerpo, era la tradición hacerlo toda la noche. El resto del grupo se dispusieron a rodear el lugar con antorchas. Ninguno quería encontrarse con una sombra mientras descansaba, menos aún tán dentro en territorio de la unión.
A pesar de todos los preparativos nadie durmió bien esa noche. Mark estaba ahí parada, casi en la frontera de la luz con la obscuridad. Parecía querer que la atacarán para poder vengarse. En las manos aún tenía a pala con la que enterró a la chica. Se recargaba en ella como si fuera una espada ceremonial.
La tierra la cubría de pies a cabeza, aún así, Eilar nunca había visto un acto más solemne. De repente le llegó el impulso de pararse a un lado de ella y velar juntas. Le dio vueltas a ese pensamiento por un largo rato. Al final lo masticó y lo escupió como un bocado demasiado dulce. En lugar de eso se subió a una pared medio derrumbada para vigilar los alrededores.
Al llegar a lo alto de la pared se encontró con Yukineito. Estaba parada en lo más alto mirando el horizonte. En una mano sostenía el arco de manera casual, parecía haber nacido con el. De esa manera la caballero por fin pudo ver a la ren del círculo en la ahkinei. No duró mucho pues la chica le dirigió a mirada y sonrió. Volvía a parecer una niña .
—Hola. —Exclamó con alegría pero enseguida la sonrisa se marchito y Yuki miró en dirección a la princesa—. Debe estarlo pasando muy mal.
Eilar subió del todo y se sentó a un lado de la chica.
—Deberías sentarte, te puedes caer. —Cambió de tema. Esperaba que Yuki la comprendiera y lo dejara pasar.
—No te preocupes. A los dos años me subí a la torre de la academia y volví a bajar antes de que se dieran cuenta.
La chica sonreía aunque no tan animadamente como antes. De todas maneras la caballero agradeció el cambio de ambiente y siguió con la plática insulsa.
—¿En serio? Yo a esa edad apenas estaba aprendiendo a sentarme. Bueno al menos eso me contaron. ¿Cuántos años tienes?
—Quince. —Respondió mientras tomaba asiento—. Soy toda una anciana. —Volvió a reír y el sonido retumbó en las paredes.
Yukineito cerró un ojo en una mueca de dolor. Eilar miró al grupo pero nadie les prestaba atención. Después de eso se quedaron en silencio, temerosas de interrumpir el ritual funerario. Ninguna se dio cuenta de cuando pasó, pero se quedaron dormidas y fue un verdadero milagro que no se cayeran de tan alto.
Eilar fue la primera en despertar. La luna brillaba en su cenit y las antorchas alumbraban los alrededores. Yukineito estaba recargada en su hombro y un hilillo de baba le escurría de la boca entre abierta. Miró a su alrededor intentando no moverse mucho para no despertar a la chica. Todos se habían metido en sus tiendas.
Afuera solamente se encontraban ellas, Mark y la chica que la acompañaba. Ésta última estaba sentada a un lado de las brasas de la fogata, tenía la cabeza recargada de las rodillas, seguramente dormía. La princesa seguía velando. Miraba la tumba en la misma posición que estaba unas horas antes. Al rededor la obscuridad lo dominaba todo y la luz plateada del astro nocturno solo hacia que las sombras fueran más pronunciadas. El circulo de luz que formaban las antorchas era compacto.
Los arboles se mecían de tal manera que verlos era casi hipnótico. Mientras Eilar se deleitaba pensando en lo poético de esa noche, Mark percibió algo. La caballero solo vio su cabeza moverse repentinamente en dirección a la obscuridad, pero fue suficiente para saber lo que ocurría. La princesa recorrió el campamento con la mirada. Cuando se convenció de que nadie le prestaba atención, dejó caer la pala y echó a andar alejándose de la compañía. Su compatriota quiso ir tras ella pero Yukineito seguía recargada de su hombro.
Intentó apartarla sin despertarla pero eso no salió bien. La chica se despertó con la mirada confundida y se limpió la boca en un acto reflejó.
—¿Qué pasa? —Preguntó. La mujer togos pensó en inventarse algo pero al pensarlo mejor decidió que prefería algo de compañía.
—Es La princesa, se alejo del campamento. Creo que quiere venganza.
—¿Venganza? ¿Con quién? —La cazadora seguía adormilada, pero se recuperó rápidamente. —Hablas de… weikeito?
—¿El qué?
—Las sombras. ¡Pero es peligroso hacerlo sola!
—Lo se. Por eso voy a seguirla.
Yukineito asintió y se levanto dispuesta a la acción.
—Despertare a los demás.
—No. —Se apresuró a detenerla Eilar. Creía saber por lo que Mark estaba pasando y llevar a todo el grupo solo empeoraría las cosas—. Escucha… No te pediré que me acompañes en esto… solo dejame hacerlo a mi manera.
Por un momento pensó que la chica iba a pedir explicaciones pero ella solo se puso seria, pensativa. Estaba considerando la situación.
—Bien. —Dijo—. ¡Vamos!
Eilar asintió y ambas bajaron del lugar en donde estaban. La togos no llevaba su armadura pero aún así hizo un ruido estruendoso en comparación con la suavidad con la que Yukineito se posó en tierra. Siguieron los pasos de Mark…
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Editado: 30.06.2021