El juego del amor

Capítulo 12

No fueron pocas las veces que miraba a Manuel y lo contemplaba. No estoy bromeando. Me quedaba mirándolo completamente, perdiendo la noción del tiempo y del espacio, e incluso olvidando mi nombre. Pensé todo desde el principio para encontrar el momento en que me he enamorado de él y decidí que fue cuando abrió la puerta aquella mañana cuando supe que era el novio del juego. En ese momento, cuando nuestras miradas se cruzaron y vi la total sorpresa en las suyas, mi corazón dio un pequeño salto y perdí el juego para siempre. Pero era inútil sentir eso por él. Intenté mucho convencerme de volver en sí, pero él, como si supiera el mal que me había hecho por su culpa, hizo todo lo posible por atormentarme. Lo cual no tuvo que hacer mucho, una de sus sonrisas fue suficiente para tirarme al suelo. Después de cinco días seguidos de rodaje, finalmente nos dieron dos días libres para que pudiéramos descansar con la condición de que no saliéramos en absoluto, ya que los programas de chisme ya estaban buscando a Manuel. Volvimos a nuestro apartamento a eso de las once de la noche y los dos nos acostamos en el sofá porque estábamos agotados.

― Recuérdame por qué estoy haciendo esto ―, me rogó.

― Porque tienes un objetivo y tienes que conseguirlo ―, murmuré distraídamente.

Deseaba que pudiera lograr su objetivo de otra manera. Por un lado, por supuesto, si hubiera tenido éxito, nunca lo habría conocido. Tal vez no fue para peor después de todo, tal vez hubiera sido mejor si él no hubiera entrado en mi vida...

― Daría cualquier cosa por leer tu mente ahora mismo ―, susurró, cuando vio que no iba a hablar.

Me reí suavemente y desvié la mirada. ― No querrías, créeme, es un desastre ahí dentro ―, respondí con un suspiro.

― Las mentes caóticas son más interesantes ―, insistió, hasta que le miré de nuevo.

Me sonrió y mi maldito corazón dio un vuelco. ― Ahora dime, ¿hay alguna chica del juego que te guste? ― Cambié inmediatamente el tema de conversación.

― Sí, la hay ―, fue su respuesta. Sonreí con nostalgia y deseé que fuera Agatha. Al menos que lo perdiera por ella. ― En realidad, hay dos, para ser sincero ―, continuó, haciéndome morir de celos.

― Al menos no será una pérdida de tiempo ― solté una risita y me levanté de mi asiento bruscamente.

― ¿No vas a preguntarme quiénes son? ― gritó mientras me dirigía a mi habitación.

― Prefiero no saberlo ―, respondí en voz baja, tratando de contener mis nervios, que mi almohada pagó. Escondí mi almohada allí y chillé en voz baja para poder calmarme, hasta que oí que llamaban a la puerta.

― ¿He hecho algo para que te enfades? ― preguntó Manuel, que estaba fuera.

'¡Sí, me engañaste, pensé que eras un bastardo y saliste príncipe!

― No, es que no me siento bien ―, mentí, o más bien... dije la verdad, porque no estaba nada bien.

Al momento siguiente, la puerta se abrió y Manuel entró en la habitación, y con una larga zancada, estuvo cerca de mí. Se sentó en la cama y se llevó la mano a la frente, examinándome para ver si tenía fiebre.

― ¿Qué estás haciendo? ― me reí. Me miró con una mirada inocente que le hacía parecer un cachorro y, realmente, me pregunté si realmente era un alma tan buena, o si estaba interpretando un papel. ― No tengo fiebre, solamente me comporto como una tonta ―, comenté y agarré su mano para apartarla de mi frente, pero él decidió entrelazar sus dedos con los míos por un momento fugaz. Retiró la mano, de repente, como si le hubiera golpeado una corriente, y me encaró con una mirada curiosa que me desconcertó. ― Ve y descansa. Lo necesitas...

― Necesito una buena compañía ―, me interrumpió en voz baja. ― No lo estoy pasando bien ―, continuó, sorprendiéndome con su confesión. ― No soy nadie para ese tipo de cosas. Siempre he tenido problemas con el coqueteo y el acercamiento a las mujeres y ahora, tengo a diez de ellas persiguiéndome y tengo que hablar con ellas con un guion.

― ¿Guion?

― Sí, me dieron un guion ―, se rió, molesto. ― Me estoy ahogando... Sé que no debería quejarme porque es una buena oportunidad para ayudar a mi madre, pero... me estoy ahogando.

Le acaricié la espalda con ternura y le vi sonreír débilmente. ― ¿Qué dice tu madre de tu decisión de entrar al juego para poder ayudarla?

Había querido hacerle esa pregunta desde la primera vez que conocí a su madre, pero nunca tuve la oportunidad. Algo me decía que no estaría muy contenta de que su hijo se expusiera tanto por ella.

― Ella me rogó que no lo hiciera, pero...

― ...Fue una buena oportunidad ―, añadí a su frase, comprendiendo completamente. ― Si dejas de pensar tanto en ello, quizá el tiempo pase más fácilmente ―, le aconsejé.

― Después de todo, te tengo cerca y eso ayuda.

― Me alegro de poder hacerte olvidar.

― Más de lo que crees ―, me aseguró con una sonrisa. ― Eres una buena amiga, Amalia, y ahora mismo, necesito una buena amiga.

Aunque tenía un atisbo de esperanza de que él pudiera verme un poco diferente, lo destrozó para siempre en ese momento. Tal vez me ayudara a seguir adelante, más rápido.

Hablamos durante horas, como hacíamos cada vez que iniciábamos una conversación. Y esta vez, me dormí acurrucada junto a él, algo que no me había ocurrido en años. Mis dos últimas relaciones no habían tenido tanta importancia como la relación entre yo y Manuel habíamos construido. Era porque me dolía demasiado, pero eso no me impedía compartir mi cama con el escritor rival al que sólo conocía desde hacía unas semanas porque allí, cerca de él, me sentía cálida y segura. No me sentí así con ninguno de mis antiguos novios. No me quedaba con ellos por la noche. Nunca sentí esa necesidad de dormir en sus brazos.

Ya no estaba en la cama cuando me desperté por la mañana. Me molestó, pero cuando oí correr la ducha, decidí que el sueño había terminado y que tenía que despertarme. Fui a la cocina y me puse a preparar el desayuno. Cuando vino a buscarme, estaba de mal humor y ni siquiera tenía ganas de hablar conmigo.



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En el texto hay: misterio, romance, aventura

Editado: 17.07.2022

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