David se levantó tan pronto como siempre para ir a clase, aunque estaba un poco cansado, ya que durante la noche apenas había dormido por lo sucedido ayer. Así que antes de centrarse en la escuela, tenía que analizar un poco la situación y pensar en lo que iba a hacer.
Anoche estuvo leyendo uno de los libros de su padre acerca de monstruos y criaturas sobrenaturales, un libro del que sus abuelos no sabían que tenía en propiedad, cosa que mosquearía bastante a su abuelo en concreto. Pero aun así, el tomo tampoco le sirvió de mucho, ya que hablaba muy superficialmente de las diferentes criaturas clásicas que cualquier niño conocía. Así que asumió que la chica de ayer podría ser una especie de hechicera o una maga, tendría que investigarlo más aun ¿pero en donde?
Fuera como fuese, eso tendría que dejarlo para más tarde, ya que primero debería de averiguar quién era esa chica. Así que con un buen plan en la mente, se dispuso a prepararse para irse a la escuela. Pero antes de que cogiese sus cosas, recordó que no podía ir así de desprotegido a clase, por lo que tendría que coger una de las armas que su padre le había dejado en un baúl secreto en el trastero de la casa.
– ¡Abuela! – David se asomó por la escalera –. ¿Puedes darme la llave del trastero? Creo que guardé allí mi gorra, porque no la encuentro en ningún sitio – se inventó.
– Dame un segundo, creo que la dejé por aquí – la abuela, que se encontraba en el piso de abajo, pasó por delante de la escalera en dirección de la cocina –. Sí, aquí está. Toma – Volvió a aparecer y se la ofreció desde abajo, así que David bajó a por ella encantado –. Ten cuidado ahí arriba.
– Lo sé abuela, lo sé – cogió la llave y subió corriendo hasta llegar de nuevo a la segunda planta, girando en dirección contraria a su habitación hasta que llegó a la trampilla del techo. La cual tenía una cerradura, por lo que desplegó la antigua escalera de madera que había al lado y se subió en ella hasta llegar al tercer escalón, introduciendo la llave y girándola hacia la izquierda hasta que hizo click, momento en el que la trampilla cedió encima de él –. ¡Oh, mierda! – David se llevó la mano a la cabeza del golpe que recibió –. Siempre igual… – Abrió la trampilla al completo y con mucho cuidado, subió los escalones restantes de la escalera hasta entrar en el trastero.
A pesar de ser un sitio pequeño, estaba hasta arriba de cosas, así que en cuanto puso el pie en la madera del suelo, echó un vistazo a los dos lados para acordarse de en dónde había dejado aquel baúl, llegando a la conclusión de que estaba en el lado de la ventana. Por lo que se dirigió hacia allí esquivando una pila de cajas de cartón que estaban en el medio y que quitaban casi toda la visibilidad. Aunque lo siguiente no lo pudo esquivar, ya que una de las cajas que había detrás, se había caído al suelo y el contenido de ella estaba desperdigada por todo el suelo, así que fue cogiendo la ropa y los trastos que había y los fue metiendo de nuevo en la caja.
Una vez despejado aquello, continuó andando cuidadosamente hasta llegar a la ventana, que resultó ser que estaba rota, por lo que se había filtrado bastante porquería al interior. Entre ello, enormes hojas de arboles que habían cubierto prácticamente todo lo que había por esa zona, así que con mucha paciencia, fue quitando la basura hasta que hizo acto de apariencia un enorme baúl rojo que estaba perdiendo el color por el paso de los años.
– No recuerdo que fuese tan grande… – Susurró él y continuó buscando en todo ese lugar hasta que lo encontró. Estaba un poco más lejos de la ventana de lo que él creía, y por si fuera poco, no tenía nada de basura encima, por lo que se había manchado las manos para nada –. Esto debería de ser tan sencillo como… – El baúl era de color negro y no tenía cerradura, así que tan solo lo abrió hacia arriba –. Bingo… – Soltó y a continuación miró el interior, observando que había varias armas, además de un par de libros antiguos y unos cuantos frascos con líquidos extraños en su interior.
No tenía mucho tiempo ahora mismo, ya que se le había echado la hora encima e iba a llegar tarde a clase, pero la curiosidad mató al gato y lo primero que cogió fue los libros. El primero estaba escrito en latín, por lo que lo descartó bastante rápido, aunque antes de cerrarlo observó que había bastantes dibujos en su interior. Y el segundo libro se trataba de una especie de diario de su padre en el que contaba todas sus aventuras hasta que se le acabó las páginas en dónde escribir.
– Mmm… Me los tendré que llevar, aunque tendré que aprender latín… – Deposito los dos libros al lado del baúl y miró de nuevo en su interior, pasando por completo de los líquidos y centrándose en las armas.
Desde un primer vistazo, observó que todas eran pequeñas, una mini hacha, un mini arco, una mini ballesta, una mini pistola, una mini escopeta, una mini espada y una mini hoz. Aunque dejado de todo eso hubo algo que le llamó la intención, una daga, también pequeña y que parecía estar hecha de plata, ya que relucía un montón. Así que como era un arma discreta y que podía guardarla en cualquier sitio, la decidió sacar del baúl para poder llevársela, por lo que tuvo que remover todo lo demás hasta que por fin la cogió. Aunque sus dedos apenas rozaron con el arma cuando de repente a David se le nubló todo y empezó a ver cosas.
Cosas extrañas, primero vio un lago enorme que estaba inmerso en una niebla espesa y en una oscuridad temible. Luego apareció sentado frente a una enorme fogata en la que el fuego se transformó de rojo a verde. A continuación estaba en el salón de su casa repartiendo las armas a varias personas que no tenían cara. Y por último, estaba perdido en un bosque de árboles quemados y en el que escuchó a alguien gritar su nombre como si le fuese la vida en ello.
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Editado: 09.07.2023