EL CIELO lucia más azul que nunca, sin una mota de nube que manchara tan magnifica imagen. Indira y Navani se sentían ansiosas y contentas por mostrar sus modales londinenses entre los invitados de esa noche y más aún cuando su madre aceptó el que pudieran disfrutar en la fiesta hasta media noche. Por supuesto Arudhita tenía en mente algo más que desplegar los modales de sus hijas... la idea de prometerlas en matrimonio, era como siempre su prioridad. No le sería difícil encontrar marido para ellas. Arudhita quería lo mejor; clase, poder … Además ¿Que habría de malo en que sus hijas fueran casadas con militares ingleses de alto rango? Eso siempre añadiría más prestigio al nombre Yogananda.
Pero eso no era de mi mayor incumbencia. El día se presentaba brillante, ajetreado y absolutamente emocionante, al menos para una extranjera como yo. Decidí dirigirme hacia la sala de estudios para dejar unos ejercicios listos para el día siguientes. Aunque dudaba de que, con tanta fiesta, el cuerpo y la mente tuvieran el coraje y la fuerza para conectar y enfocar en los estudios; sobre todo después de una larga noche con música y bailes.
Las gemelas Yogananda sólo hablaban y pensaban en divertirse. Lo más normal para sus edades. Sin embargo, las dos hermanas eran chicas excelentes, bien educadas y hablaban un inglés perfecto. No tenía ni un ápice de duda sobre ellas, estaba segura de que causarían la mejor impresión entre los invitados. No podía olvidar que Arudhita, una mujer bastante inteligente, eligió este día para presentar a sus hijas en sociedad.
Hoy no era un día de clases en absoluto. Era un día para disfrutar del baile. de la música, simplemente ser feliz... .
Dejando que las voces que venían del patio interior y el delicioso aroma del desayuno caliente y aromático me envolvieran, cerraba tras de mi la puerta cuando reconocí una voz.
—Señorita Sherwood —dijo una voz justo detrás de mí.
Me giré y allí estaba ella. Rania Patel. Con un aspecto impecable, bastante sorprendente la transformación, de su sencillo look al que me estaba acostumbrando a ver en ella. La falda larga azul marino con bordados dorados en los bordos haciendo juego con una blusa ajustada, marcaba sus redondeces, el pañuelo largo le caía graciosamente sobre los hombros. No pensé que el Lehenga choli le favoreciera tanto.
El pelo lo llevaba trenzado alrededor de la nuca y decorado con guirnaldas de flores echa con jazmines, haciendo que la fragancia que desprendía revolotease con un cosquille en mi nariz. Sus ojos perfectamente perfilados y sus labios con una pincelada de carmín rojo. Juraría que Rania se había vestido no solo para la ocasión sino para impresionar… Le deseaba suerte en ese ámbito, era lógico que a su edad Rania quería lo que cualquier mujer de su edad anhelaba. Un esposo.
—Venía a decirle que mi tía Arudhita quiere que baje al salón, tiene algo que mostrarle. —dijo Rania, visualizando mi vestido de lino rosa palo de mañanas, anudado a la cintura con un cinturón a juego. Nada apropiado para un día de celebraciones.
Levanté los ojos.
—Por supuesto, pensaba bajar a desayunar.
—Muy bien. Déjeme acompañarla si no te importa, ¿le parece bien?
Asentí y tras ella, bajamos las escaleras sin decir nada, disfrutando de la energía que nos rodea y del sonido de la música procedente del exterior. Todo parecía tan irreal y maravilloso al mismo tiempo. Era como si a cada paso que daba la casa se me abriera con todo su esplendor de colores florales y olores intensos a especias y azahar.
—Buenos días, señorita Sherwood. ¿No es una mañana maravillosa la de hoy? —me saludó Arudhita nada más verme entrar junto a Rania. La gran sala frente al salón estaba cubierta de hermosas cajas por abrir, y entregas de última hora de la ciudad.
—Sí, señora. —Respondí y un criado se acercó a mí con una taza de té. Vi tres parados en cada esquina, como centinelas esperando órdenes. Sonreían tres sonrisas idénticas, y el mensaje que había detrás de cada una de ellas también eran idénticas. Decía: No se prive de pedir. Estamos aquí para servirle.
Las risitas en la mesa del desayuno desde la habitación contigua eran imposibles de ignorar; Indira y Navani reían y compartían sus pensamientos sobre qué hacer durante todo el día.
—Señorita Sherwood. La dejaré ahora. ¿Ha visto a mi madre, tía Arudhita? —preguntó Rania, mirando a su alrededor, buscándola.
—Sí, Rania. Me pareció que tu madre salía, estaba hablando con Sunitta sobre unos jarrones florales para sus habitaciones.
Y sin decir más Rania nos dejó.
—Espero no haberla apartado de nada importante, señorita Sherwood, —dijo Arudhita cobrando mi atención.
—En absoluto, sólo bajaba a desayunar. —respondí con una sincera sonrisa a la vez que admiraba su atuendo. Llevaba un traje de tres piezas al igual que Rania, pero de más alta gama. Todo en ella brillaba. Arudhita resplandecía como un aura dorada.
Sus ojos, esos ojos observadores y activos. Se veían más serenos, de mirada relajada. No había duda que Arudhita Yogananda se sentía espléndidamente feliz. Y me pregunté si esa felicidad existía dentro de una misma, o era solo una felicidad materializada al verse rodeada de lo que más codiciaba. Poder, ambición y riquezas. Por qué esa era mi descripción de esta mujer.
—Por supuesto, por supuesto. —Dijo Arudhita girándose hacia una joven sirvienta que caminaba por el pasillo en dirección hacia la cocina. —¡Parmita! —llamó.
—Dígame, señora. —respondió la joven con una voz aflautada.
—Trae un fresco desayuno preparado para la señorita Sherwood. —Y volviendo a mí, continuó —Lo supuse. Debería disfrutar de su desayuno aquí, mientras tanto tengo algo que mostrarle y por supuesto, espero que lo acepte. Ah, y después si lo desea Parmita le acompañará a la capilla cuando hayamos terminado.
#1880 en Novela contemporánea
#13495 en Novela romántica
sexo amor celos, traicion mentiras venganza poder dinero, famiiia poder herencia
Editado: 25.08.2024