El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 16

Decepción, miedo, esperanza... Violeta experimentó muchas emociones desde que huyó de la nación Nuria, y cuando creía que estaba a salvo, una instructora le dijo que la iba a llevar devuelta a ese lugar.

Pesadillas, la princesa nunca había tenido esa clase de sueños en toda su vida, pero desde que escapó, las había tenido todos los días, y en esta ocasión no fue diferente.

Ella despertó con el corazón a mil por minuto tras sentir un movimiento brusco, abrió los ojos y lo primero que divisó fue a la instructora Rubí. Asustada, vio a su alrededor y notó que el lugar en el que estaban era un carruaje, este se meneaba constantemente, así que estaban en movimiento.

Sin pensarlo mucho se levantó bruscamente e intentó abrir la puerta para tirarse, pero fue agarrada por Rubí.

—¡Suéltame! —Violeta forcejeó para zafarse, pero no pudo, el agarre de Rubí era muy firme.

—¡Cálmate! —gritó la pelirroja, aún sentada.

La muchacha dejó de moverse por unos instantes y Rubí la soltó, pero inmediatamente Violeta volvió a hacer el movimiento, abrió la puerta y se tiró al suelo sin importarle la forma en como iba a caer... aunque no cayó.

La princesa, en vez del suelo, lo que sintió fue una barrera de energía en el aire. Luego unas manos lumínicas de color rojas la agarraron y la llevaron dentro del carruaje nuevamente, no sin antes Violeta divisar las murallas del Reino de los Mercenarios.

Rubí volvió a cerrar la puerta del carruaje y sujetó a Violeta con su aura roja para que no se moviera. Violeta, debido a lo que vio, se calmó un poco, aunque de igual modo hacía movimientos para librarse de vez en cuando.

Unos minutos pasaron y Rubí, tras ver que la princesa se calmó, comenzó a hablar.

—Discúlpame, no quise asustarte tanto. Sólo intenté averiguar a que bando pertenecías, pero ya me quedó demostrado —pensó por unos momentos si revelar más información o no, y al ver la cara de miedo que tenía Violeta, decidió decirle todo—. Yo fui enviada por Ray, el mercenario que te rescató, así que no debes desconfiar más de mi.

—¿Ray? —preguntó con la voz quebrada, «por un momento pensé que no lo volvería a ver nunca más».

—Si, el estuvo muy preocupado por ti, lo verás muy pronto, pero debo advertirte algo. El rey de los mercenarios nos está esperando, así que debes hablar con él primero y responder todo lo que él te pregunte, solo así podrás ser mercenaria.

—Hum, entiendo... ¿Y qué pasó con las pruebas?

—Ya no debes preocuparte por eso, tu última prueba será hablar con el rey, así que prepárate.

—Está bien —contestó más calmada, aunque aún se sentía incómoda debido a que el aura de Rubí la sujetaba—. ¿Podrías soltarme? Ya no intentaré huir.

—Oh, disculpa —Rubí esfumó su aura, suspiró y se volvió a sentar.

El cochero que manejaba el carruaje negro, tras asustarse debido al alboroto que habían hecho, también se calmó e hizo andar más rápido al caballo, que también era negro, fuerte y veloz. Pronto llegaron a las murallas y Rubí se identificó para que los dejaran entrar.

Recorrieron varias calles dentro del Reino de los Mercenarios, el cochero saludó a varios mercenarios que le conocían y poco a poco fueron llegando al castillo central.

Violeta veía muy interesada por la pequeña ventana todos esos edificios pintorescos y abarrotados, los mercenarios con distintas ropas, armas y armaduras; además de el gran castillo con las cuatro torres dispuestas en cada esquina, unas verjas que separaban la ciudad del mismo, la zona del cesped, que aún tenía rasgos de la batalla entre Ray y Mauro; y la puerta roja que se veía como un semi círculo gigante y que daba la sensación de poder sin igual.

Todos esos detalles le eran familiares, pues ella vivía en un ambiente similar hasta hace poco, pero igualmente se sorprendió de lo bien organizado e imponente que se veía el castillo en comparación con el resto del reino.

—Espera aquí —dijo Rubí. Abrió la puerta del carruaje y salió. Cerró la puerta tras de sí y Violeta se quedó viendo por la ventana como la pelirroja ordenaba a los guardias a hacer una fila a ambos lados de la entrada. «Un recibimiento», pensó, por un momento tuvo miedo, pero decidió seguir confiando.

Rubí volvió y abrió la puerta nuevamente, la invitó a salir y Violeta así lo hizo, bajó al suelo y dos guardias se pusieron a cada lado de ella.

—Acompáñame —dijo su extraña compañera y se adelantó. Ella la siguió sin mirar a los lados, porque sabía que si daba un mal paso o se desviaba, los guardias a sus lados se encargarían de agarrarla. La puerta roja se abrió y ambas entraron.

Dentro del salón habían más personas sentadas alrededor de un trono, y en dicho trono adornado con joyas estaba sentado el rey Mauro.

Violeta fue llevada por los guardias frente a Mauro, la obligaron a arrodillarse y le amarraron las manos detrás de la espalda. «El recibimiento de una prisionera», pensó Violeta, más asustada.

Cuando se dio cuenta, vio a Ray entre las personas que estaban sentadas a los lados de Mauro. Se extrañó de verlo ahí con unas cadenas entre sus brazos, cadenas que tenía agarradas el rey. Así que entendió que el asunto era más serio de lo que pensaba.

—pensé que en este reino no había esclavos —susurró la princesa—. ¿Por qué Ray está encadenado?

De repente aumentó la tensión en el aire, una gota de sudor pasó por la mejilla de Violeta mientras esperaba que Mauro comenzara a hablar. Los guardias estaban quietos en sus posiciones, sin hacer sonido alguno y hasta Rubí tragó saliva seca.

—No hay esclavos —dijo Mauro rompiendo el silencio—. Pero sí prisioneros. Ray es mi prisionero debido a que hizo algo que nos pone en peligro a todos, ¿verdad Ray? —Mauro miró hacia Ray y este desvió su mirada a un lado, pero luego miró hacia Violeta.

—Si, yo traje a la princesa de Nuria, que es nuestra enemiga —confesó de forma certera, sin despegar su vista de Violeta.



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Editado: 31.01.2023

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