El secreto de un beso

Capítulo 9

Después de dejar a Lady Dania y a Lady Mary en la majestosa casa de Lady Sophie, el cochero siguió con el viaje llegando por fin al ducado de Somerset a pesar de que tardaron más de lo esperado por la lluvia tan tenebrosa que rugía en el cielo.

Lo primero que hizo Adam al pisar la tierra fue dirigirse directamente a su despacho pero antes saludó a su mayordomo, quién estaba feliz por el regreso de su señor.

El duque estaba sentado frente a la chimenea. Miraba con atención cómo el fuego chispaba a la vez que oía como la madera crujía entre las llamas del infierno.

Adam suspiró hondo decaído. Ya no quería vivir más. Solo quería cerrar los ojos y en el momento que los abriera de nuevo deseaba volver a encontrarse con esa desconocida de ojos grises sonriéndole.

Pero eso no era más que una absurda fantasía. Estaba destinado a ser un viejo cascarrabias que no le importaba en este mundo excepto su madre y esa dama de ojos grises.

Adam empezó a apretar con fuerza sus nudillos jugueteando con ellos mientras se dejaba llevar por el mundo de los pensamientos. Tenía que casarse con alguna mujer solo para tener un heredero a pesar de que sabía que un matrimonio sin amor no funcionará. Él deseaba fieldad y amor de parte de su esposa a la vez que él le daba la promesa de que solo la amará a ella. pero, ¿de verdad iba a comenzar a buscar otra dama para convertirla en su esposa perdiendo la esperanza de volver a encontrarla?

Adam soltó varias groserías por su boca al tanto que se levantaba de golpe de su sillón.

A pesar de que él sabía perfectamente que el alcohol no le hará olvidar nada la agonía de su corazón, solo quería sentir como la fresca bebida recorría por toda su garganta haciéndolo sentir vivo al menos por unos momentos.

Era un maldito masoquista pensó Adam mientras cogía la botella de Whisky escocés del armario. Un regalo del padre de Fabiola cuando él se había comprometido con ella.

Adam mordió el labio inferior notando como poco a poco la rabia crecía en su interior. ¿Por qué le había pasado toda esta mierda? Mentiría si negaba que extrañaba con creces su vida antigua. Ya no quería vivir así, asilado de las personas.

Si no hubiera ido a esa maldita fiesta acompañado a su amigo, jamás hubiera roto el compromiso de Fabiola. Aunque no la amaba, le tenía cariño. Además los meses que estuvo cortejándola se había sentido feliz, emocionado por verla contenta en sus brazos mientras rozaba tímidamente sus labios.

Al beber directo de la botella sin necesidad de coger uno de los vasos que habían allí, Adam casi tira la botella al suelo cuando una imagen bastante borrosa apareció en su mente.

¿Y si Minerva era su dama de ojos grises? Según él podía recordar, ambas eran rubias y con ojos grises pero eso no significaba nada. Si solo pudiera saber si tenían el mismo tono de voz... Aún así será imposibles después de todo era su hermana y dudaba que ella quisiera robarla el pretendiente.

Adam regresó de nuevo a su sillón masajeando con fuerza su frente intentando recordar más pruebas para saber si eran las mismas personas o solo era la necesidad por encontrarla sea como sea.

(*)

Minerva al darse la vuelta se quedó en su sitio pasmada con lo que sus ojos veían.

Siempre había pensado que Adam era el hombre más atractivo y fascinante pero el joven caballero que tenía enfrente suya supera con creces la belleza de él. El pelo castaño perfectamente peinado hacia atrás, un rostro redondo y pequeño, unos ojos verdes grandes y unos labios rosados sonriéndole ampliamente.

Minerva parpadeó varias veces saliendo de su ensoñación, dándose cuenta de que había estado contemplándolo fijamente sin tener ninguna vergüenza.

Dejó de mirarlo volviéndose a enfocar de nuevo en ese plausible cuadro de la joven.

¿Qué le había dicho? se preguntó Minerva tragando saliva nerviosa a la vez que forzaba su mente recordar las palabras de ese desconocido, quién tanto la había hechizado con ese encanto de ángel caído.

—Cierto —respondió casi susurrando, aliviada por haber podido recordar—,  Pero su expresión de felicidad es una farsa. Sus ojos aparentan tristeza aunque sus labios estuvieran curvados formando una leve sonrisa.

El joven aún sonriendo se acercó a Minerva hasta quedar a pocos centímetros de su rostro sin pronunciar ninguna palabra. Simplemente se quedó mirándola en silencio.

Minerva respiró profundamente controlando su agitada respiración. ¿Por qué estaba sintiéndose de esta manera hacia ese joven, quién no conocía de nada?

De repente todo de su alrededor desapareció, Minerva sentía que solo ellos dos estaban en este mundo.

—Eres la única que se ha dado de ese sutil detalle. Tal vez porque eres demasiada observadora o porque eres pintora, milady —comentó él seriamente acariciando el pelo que se le había soltado del moño francés.

El carisma de ese desconocido conjuró por completo a Minerva donde despertó en ella un sentimiento desconocido. No era amor de eso ella estaba segura porque era una sensación completamente distinta que la del amor.

—Soy pintora —la voz le salió demasiada débil—, Bueno en realidad no lo soy pero siempre me ha atraído el mundo artístico. Cada lugar que viajo, cada momento que vivo siempre terminarán dibujados en mis  cuadernos, milord.

—¿Ah sí? —inquirió él después de escucharla atentamente—. Eso ese un buen artista. Vaya donde vaya, siempre plasmará en su papel un recuerdo guardándolo en su corazón —dijo sonriente, separándose de ella.

¿Sería extraño sentir en el momento que se había alejado de ella un vacío en su alma?

Él era el único caballero que hizo que estuviera cómoda en su presencia además de su padre. Cada vez que un hombre se acercaba a ella, la incomodidad la dominaba por completo.

—Tiene toda la razón, milord —esta vez su voz le salió confiada—. Si no es mucha molestia, ¿conoce al pintor de este cuadro? No sé porque pero quisiera conocerlo. Aprender de sus conocimientos.



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En el texto hay: duques, londres, amor

Editado: 19.05.2021

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