El secreto de un beso

Capítulo 15

La pregunta de su hermana la dejó sin aliento. ¿Lo amaba? Sí, lo amaba tanto que le dolía el corazón. Por Adam, lo dejó todo para estar con él. Destruyó su futuro, rompió la relación que la unía con su hermana menor y perdió su virtud sin haber contraído nupcias. Todo esto lo hizo a ciegas, siguiendo al amor que sentía por él.

—Sí, lo amo.

No servía nada negarlo. Ya era la hora de confesar toda la verdad.

Todo este tiempo, ocultando la realidad, solo le causó un intenso dolor recorriendo por sus entrañas.

—Lo amé desde el primer que lo vi. Quisiera estar con él en estos momentos. Amarlo, cuidarlo, criar nuestro bebé juntos pero no puedo. Me prometí que nunca estaré con Adam porque ya le hice suficiente daño a mi hermana estando con él esa noche.

Meredith miró en silencio como la voz de Minerva temblaba por cada palabra pronunciada.

Le rompía el corazón ver a sus hermanas, tan lejos de la una a la otra. Tenía que hacer algo para salvar esta relación antes que sea demasiado tarde. Hará lo que sea para unir los corazones rotos.

Minerva se ahogó en su propio dolor, inmersa en su llanto.

Meredith se le ocurrió un gran plan cuando vio como las estrellas la guiaban para una solución.

Tenía que encerrar las dos hermanas en una habitación por mucho tiempo. Para seguir delante, ellas tenían que hablar sobre todo sin que nadie interrumpiera.

Quisiera unir a Adam con Minerva pero eso sería demasiado para la pobre de Fabiola. No era agradable ver a su prometido con su hermana.

Suspiró cuando notó que la respiración de Minerva se calmó de tantos latidos agitados.

—Buenas noches, amor. Todo estará bien. Te lo prometo.

Delicadamente le besó su mentón antes de marcharse de la habitación.

Fuera se encontró con Fabiola, en el suelo mirando a la nada. Su maquillaje estaba destrozado. Los ojos rojizos de llorar y una mirada vacía.

—¿Fabiola?

La llamó por su nombre pero no la respondió. Volvió a hacerlo pero esta vez elevando el tono de su voz.

Al instante, Fabiola se puso de pie corriendo en su dirección.

—¿Puedo hablar con ella? Me estoy volviendo demente, hermana. Esto me duele demasiado.

—Lo siento pero se durmió. Más tarde, podrás hablar con ella. Ven acá. No la odies. Ella te quiere mucho. Recuerda, mi niña que todos cometen errores.

—De verdad no sé que pensar, que decir o que sentir. Sé que todo esto no lo hizo con mala intención pero duele demasiado saber que la persona que más quieres te engañe con el hombre de tu vida.

Fabiola se echó en los brazos de Meredith, abrazándola fuerte.

—Ayúdame, por favor. No me dejes sola, te lo suplico.

—Nunca os dejaré solas. Sois mis hermanas, sois mi todo. Todo volverá a la normalidad. Confía en mí.

Minerva se despertó en el amanecer, viendo como el sol salía poco a poco, iluminando el cielo.

Se quedó un buen rato contemplando el paisaje, pensativa.

Cada vez estaba más convencida con la idea de huir a un lugar lejano y empezar una nueva vida con su bebé.

Por primera vez, Minerva sonrió al pensar en el ser que estaba creciendo en su barriga.

Empezó a acariciar lentamente y con suavidad su abdomen, dándole amor a su pequeño ser vivo.

De repente su felicidad se volvió a romperse cuando recordó lo que estaba ocurriendo en esos momentos.

¿Era cobarde por no querer enfrentarse a su hermana y huir? No podía ver la cara de su familia, hablarles y fingir ser fuerte.

Pero, ¿a dónde podía marcharse? ¿Una pequeña aldea? Si lo hiciera, ¿cómo podía justificar su llegada al pueblo?

Minerva decidió dejar de hacerse preguntar y comenzar a actuar.

Ya era la hora de dar el primer paso.

Al comprobar que no había rasgos de sus hermanas en esa diminuta casa, se echó a correr por los arbustos con cuidado de no tropezar.

Para su suerte, cuando llegó al palacio, no había nadie. Ni los sirvientes se encontraban deambulando por el lugar.

Con su corazón latiendo con fuerza, Minerva siguió caminando hasta llegar a su cuarto.

En cuanto abrió la puerta de su aposento, se dirigió directamente al armario.

Enfrente de él, cogió todas sus pertenencias y las echó en su maleta.

Aún era temprano para huir. Nadie se dará cuenta de su presencia hasta que sea demasiado tarde para buscarla.

Minerva salió del palacio por la puerta de los sirvientes.

Tomó un bocado de aire refrescante, ayudándola a seguir delante con su plan.

Todo salió a la perfección. Con la ayuda del coche alquilado, Minerva logró huir de la ciudad. Ahora estaba en el camino de su nueva vida.

Durante el viaje, Minerva leía su libro favorito mientras sentía poco a poco como se alejaba.



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En el texto hay: duques, londres, amor

Editado: 19.05.2021

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