Fabiola entrelazó sus dedos con los de Minerva. Ambas se encontraban en el jardín, sentadas en un manto floral, disfrutando de la bella vista del sol ocultándose.
Desde el primer momento que se abrazaron, no se habían separado. Estaban unidas como esos preciosos viejos tiempos. No necesitaban palabras para expresar el maravilloso sentimiento de estar juntas de nuevo.
Minerva jugueteaba el pelo de Fabiola con cariño mientras ella se dedicaba a acariciarle con suma delicadeza la abultada barriga.
—¿Cómo supiste que estaba aquí? —preguntó la mayor de las hermanas, rompiendo el agradable silencio.
—Investigación —comentó con una enorme sonrisa, dibujada en su rostro—. Fue una búsqueda complicado pero nunca me rendí. Cuando te fuiste, mi corazón sufrió bastante. Nunca lo hagas, hermana. No sé que haría sin ti. Te necesito conmigo siempre.
De repente su alegre expresión se tornó algo sombría.
—Quiero que sepas que jamás te odiaré. Nadie tiene la culpa de todo esto, solo somos marionetas de las cartas del Destino.
Su pequeña hermana se había convertido en una persona con gran sabiduría de la vida durante todo este tiempo sin ella. Minerva estaba muy orgullosa de Fabiola.
Sin evitarlo, las lágrimas comenzaron a caer como lluvias .
—No merezco tu perdón, hermana. Te he destruido tu vida pero quiero sepas que de verdad me arrepiento de mi pecado. Si tuviera el poder de regresar al pasado, jamás me dejaría llevar por el amor.
Fabiola negó ligeramente su cabeza, no estaba de acuerdo con las palabras de Minerva. Por lo tanto, replicó lo siguiente.
—El amor no se elige, sino te elige. Nadie puede luchar contra él.
»Tienes que saber que nunca has destruido mi vida. Él nunca me ha querido, solo me veía como su pequeña amiga. Tarde o temprano, me hubiera engañado con otra. En realidad, te tengo que agradecerte porque has salvado mi vida de un terrible Destino. Te quiero, hermana.
Minerva se quedó contemplándola en silencio, sin la capacidad de pronunciar ningún sonido por un largo tiempo.
—Me has dejado sin palabras. No sé que pensar pero lo que sé es que te quiero también. Gracias por no dejarme ir.
Fabiola cogió la mano de su hermana y la llevó hasta su rostro. Cerró los ojos, aliviada por haber tenido la oportunidad de desahogarse todos sus sentimientos que llevaba ocultando durante todos estos largos y tortuosos meses.
—Nunca lo haré. Promesa de Lady.
—Me lo has prometido, pequeñaja —dijo entre sollozos.
Fabiola soltó una pequeña carcajada.
—Vamos, no llores. Eres más fea así —bromeó, recibiendo como respuesta, un pequeño castigo de parte de Minerva, golpeándola en el brazo.
Fabiola fingió haberse hecho daño en esa zona con tanto dramatismo. Entre risas, vio como Minerva se limpiaba las lágrimas con la manga de su vestido.
—¿Contenta?
—La más contenta, lady —inquirió burlona.
—¿Desde cuándo eres graciosa? —cuestionó algo extrañada con la nueva personalidad de su hermana.
—Desde ahora —le guiñó el ojo con travesura.
—Ven aquí —dijo Minerva mientras abría sus brazos.
—Aquí estoy —replicó aceptando con agrado los brazos de su hermana.
Sus cuerpos se fundieron en un bello abrazo.
—¿Hermana?
—¿Sí?
—Si quieres estar con Adam, nunca te lo prohibiré. Si ustedes se aman, ¿quién soy yo para negarme a la unión? Tienes mi aprobación.
En el pasado, esa noticia la habría puesto feliz pero no ahora. Ya no quería estar con él. Estar con Adam significara que nunca dejará de pensar en el pasado y esos pensamientos jamás la harán feliz. Estaba bien sola con su bebé, disfrutando de la cálida presencia de su familia.
—No, hermana. Puede ser que lo amo pero mi corazón no quiere estar con él.
Fabiola se mordió el labio inferior, sintiéndose algo mal y decaída.
—Pero...
—Ya he tomado una decisión. Os he elegido a vosotros. Con solo tenerlos en mi vida, ya soy feliz. En cambio, con él nunca lo seré.
¿Qué había hecho? se preguntó Fabiola. Dios mío, se había metido en un grave problema.
¿Ahora cómo iba a solucionar este desastre? Tenía que haber una solución para esto.
Fabiola quería ver a su hermana junto con Adam, siendo felices. Ellos lo merecían después de todos estos obstáculos.
Antes de ir en búsqueda de Minerva, Fabiola había tomado una importante decisión. Terminó por escribir una carta para Adam, contándole todo lo que estaba ocurriendo en estos momentos. Comenzó primero a contar sobre el amor que su hermana sentía por él, luego lo de su embarazo y finalmente le pidió que estuviera con su hermana. Era lo único que podía hacer por ella.
Sin pensarlo ni un momento más, pidió a su doncella de confianza que mandara la carta. Esperaba que con esta intervención todo terminara con un final feliz.