Escritos para el fantasma de ti

TERCERA CARTA

Querida Layla

 

Una de las cosas que más me atormentan en las noches son los ¿que hubiese pasado sí...? Esa pregunta ronda por mi mente a las 3 de la mañana, cuando mi cabeza no para de dar vueltas y vueltas a las cosas que te diré mañana, a como actuaré delante de ti para que no escuches como todo mi cuerpo te grita hasta el cansancio lo mucho que te ama y que te necesita cerca.

 

Esa pregunta carcome cada parte de mí en cada momento, cada hora, cada minuto, cada segundo y es horrible.

 

Me pregunto el que hubiese pasado sí yo no fuese un cobarde y pudiera gritarte lo mucho que me encantas. Me pregunto que se sentirá tenerte a mi lado como mi novia, tener la suerte de poder compartir los momentos más hermosos de mi vida contigo, levantarme todas las mañanas con una sonrisa y agradecer al destino por ser tan afortunado de estar contigo.

 

Me imagino a nosotros dos riendo, bailando, jugando, besándonos, amándonos como dos personas que se sienten libres de sentir todo el uno por el otro, de tener la suerte de respirar un día más en este mundo en donde estamos tú y yo; y poder vivir un día más de nuestras vidas juntos.

 

Esos pensamientos cada vez son más dolorosos, más potentes, más coloridos y significativos para mí. ¿Cómo puedo imaginar algo tan vívido y sentir que lo puedo tocar cuando le realidad esta tan lejos de ser así?, ¿cómo puedo imaginar un futuro juntos si ya tu corazón pertenece a alguien más?

 

Cuando me dijiste que te gustaba alguien sentí un bajón de todo. Ese día estábamos en el parque, la brisa de la primavera hacía ondear tu cabello y, desesperada, lo trenzaste y te lo colocaste en el hombro derecho. Aunque un mechón rebelde se colocaba en tu boca cada vez que pasaba una brisa por tu rostro. Lo apartaste con molestia y lo pusiste detrás de tu oreja. Yo simplemente te veía, tan perdido en mi mismo que tu voz apenas pudo traerme a la realidad.

 

—Me gusta alguien —dijiste, tus mejillas estaban algo rojas, por un segundo, me permití tener esperanzas, en ese segundo mil y un casos hipotéticos de nosotros pasaron por mi mente. Ese segundo se acabo cuando soltaste un suspiro y soltaste —. Me gusta Eryx.

 

Y simplemente me quedé en silencio. Sopesando que decirte y cómo hacer para que mi voz no sonara rota, cómo tragar saliva sin sentir ese nudo en la garganta, cómo darte consejos de amor para otra persona cuando mi corazón te pertenecía. Me miraste extrañada, frunciste el ceño y tomaste mi mano.

 

—¿Estás bien?

 

«No, no estoy bien. ¿Cómo puedo estar bien si mi corazón está rompiéndose en pedazos por no ser el dueño de tus sentimientos?» pensé con desesperación.

 

Quisiera haberte dicho eso, esa es una de las tantas situaciones que pienso en la madrugada, cuando mis ojos están ardiendo por las lágrimas y mi corazón doliendo por perderte.

 

—Si, todo está bien —te respondí y te sonreí con naturalidad. No sabía que esa sería una de mis tantas máscaras para ocultarme a mi mismo y a mis sentimientos detrás de estas —. Cuéntame que vas a hacer.

 

Y sonreíste, y así fue comenzó mi tortura infinita. No por verte feliz con otra persona, nunca podría sentir eso, si no porque no pude decirte lo mucho que mi corazón te deseaba. En todos y cada uno de mis ¿qué hubiera sido sí...? Los dos estamos juntos.

 

Tal vez si esto fuera una historia, en un final alternativo, de esos que están al final como extras, tú y yo estaríamos juntos.

 

Mi corazón vive en ese final alternativo, pobre de mí que vivo en el final original de la historia. Pobre de mí y mi corazón roto que no puede ser el afortunado que eliges en el final original.

 

Con amor...
El chico que piensa en los hubiera y cree en finales alternativos




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