Charles fue al bar que tenía en casa, buscó y destapó una botella de licor, luego comenzó a beber directo de la botella como si se tratara de beber agua, después se fue a la sala, se tiró en el sofá y continuó bebiendo, tenía su rostro abatido, con una voz llena de resentimiento se dijo así mismo:
—No volveré a amar a ninguna mujer, todas son iguales, engañan, solo se burlan de los tipos que son idiotas como yo.
Madeline estaba en la habitación, tenía el corazón destrozado, se puso la mano sobre el pecho, de pronto las lágrimas comenzaron a salir y mojaron sus mejillas.
"¿Cómo pude pensar que las cosas podían salir bien? Debí suponer que Artur no iba a permitir que Charles y yo fuéramos felices."
Después de desahogar un poco su dolor, se secó las lágrimas con el dorso de su mano y tomó una bocanada de aire.
"Debo marcharme ya.”
Se cambió de ropa, se puso un atuendo sencillo de los que tenía desde antes de casarse con Charles. Decidió irse de esa casa y no llevar nada consigo; todos los vestidos caros y las joyas costosas, sentía que ninguno de esos objetos le pertenecía, sin Charles, nada de eso valía la pena para ella, solo había un tesoro que llevaría consigo, se tocó el vientre.
"Solo tú irás conmigo, serás lo único que tendré de él el resto de mi vida."
Charle aún se encontraba en la sala cuando ella bajó las escaleras y se dirigió hacia la puerta, estiró la mano para abrir cuando oyó que él le habló con un tono cargado de sarcasmo.
—¿Te vas sin despedirte de mí adorada esposa? —Ella suspiró en silencio, luego giró hacia él, notó que tenía en el rostro una expresión amarga y sombría, se había soltado los botones de la camisa y en la mano sostenía la botella de licor.
—No creo que sea necesario. —Charles se carcajeó y caminó hacia ella.
—¿No lo consideras necesario? Después de todo lo que vivimos querida esposa, me vas a decir que no te despedirás de mí —Se acercó y le agarró la quijada—. De verdad creí que nos daríamos una hermosa despedida. —Madeline sintió su aliento a alcohol.
—Es mejor que me vaya de una vez. —Se dio vuelta para abrir la puerta, pero Charles se atravesó en el medio.
—¡No me da la gana de dejar que te vayas!
—No deseas tenerme aquí.
—No, ¡lo que realmente deseo es matarte!
—Estás ebrio, deja que me vaya. —Él se puso furioso y de nuevo la agarró del cabello, la jaló hacia la sala.
—¡Traidora, de aquí saldrás cuando a mí se me dé la gana! —La lanzó contra el sofá, Madeline gritó.
—¡Por qué haces esto!
—Porque no dejaré que te vayas así no más, te burlaste de mí y me la vas a pagar.
—No me burlé de ti. —comenzó a llorar, su forma de hablar, sus palabras le herían el alma, él la agarró de un brazo y la jaló bruscamente.
—Si no te burlaste de mí, ¿cómo se llama lo que hiciste? ¿Engañarme no es una burla? ¿Hacerme creer en tus mentiras no es burlarse? —Madeline se quedó callada, él furioso insistió:
—¡Responde maldita sea! ¿Qué creíste? ¿Qué jamás lo descubriría? ¿Te parecí que era tan estúpido que jamás descubriría la clase de mujerzuela que eres? —Madeline comenzó a llorar, él la agarró del mentón.
—¡Hipócrita! Ya no puedes engañarme, sé que esas lágrimas son fingidas. —Madeline comenzó a temblar, con una voz entrecortada por el llanto le dijo:
—No quiero continuar así, déjame ir… por favor, prometo que desapareceré de tu vida para siempre, así no podré engañarte nunca más. —Él se quedó mirándola con dureza.
—¿Y qué hay del daño que ya me has causado? Porque me has hecho mucho daño, me has herido.
—Ahora lo sabes todo acerca de mí, ya no podré hacerte más daño. —La soltó y observó el bolso que ella llevaba.
—¿Dónde están tus maletas?
—No me llevaré nada.
—No me quedaré con tus porquerías.
—Quémalas.
—No vengas a darte aires de moral, ese papel ya no te queda, así que recoge tus porquerías y lárgate.
—No quiero llevarme nada tuyo
—¡De aquí no saldrás hasta que recojas tus porquerías! — Charles llamó a la mucama, luego le dijo:
—Ayude a la señora a empacar todas sus cosas, no quiero que en esta casa haya ni una prenda de esta mujer, ¿Entendió?
—Sí señor, iré de inmediato. —la mucama estaba anonadada, no sabía qué había sucedido, hasta ese día en la mañana, Charles parecía ser un hombre muy feliz con su esposa.
Madeline aún no había desempacado las maletas del viaje que habían hecho a Acapulco, de pronto Charles la llevó agarrada del brazo hacia la habitación, por el pasillo ella le gritó:
—No hace falta que me lleves, suéltame. —Él no la escuchó y la llevó casi a rastras hasta la habitación, allí la empujó y con un tono de voz imperante le dijo:
—¡No dejes nada! —La mucama estaba apenada con Madeline, cuando quedaron solas le dijo:
—Lo siento señora. —Madeline lloró.
—Siempre supe que esto iba a pasar.
—No entiendo por qué el señor cambió tanto tan de repente, estaban tan felices después de su viaje a Acapulco.
—Me pusieron una trampa, aunque es mi culpa, jamás debí suponer que él me amaría, aunque el mundo se interpusiera.
—Supongo que la familia Hamilton está detrás de todo esto, usted debería defenderse señora, no es justo que le pase esto.
—Lo intenté, pero él ni siquiera me escuchó.
Minutos después Charles llegó a la habitación con el guardia de seguridad que resguardaba la puerta, le señaló las maletas.
—Llévalas al taxi.
—Sí señor.
El guardia tomó ambas maletas y las llevó consigo, luego Charles miró a Madeline.
—¿Ya recogiste todo? —ella respondió con desgano:
—Si.
—¿Entonces qué esperas para largarte?
— Madeline agachó la mirada, luego sin decir nada se marchó de la habitación, la mucama se quedó inmóvil mirando para el piso, Charles le dijo:
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Editado: 20.12.2023