Capítulo 1
Madrugar. No es exactamente la palabra favorita de todos, y tampoco algo a lo que muchas personas estuvieran acostumbradas. Podría decirse que en realidad estaban habituadas o hasta resignadas, pero la verdad era que muy pocas personas llegaban a estar realmente acostumbrados a la responsabilidad de tener que levantarse temprano todos los días a veces incluso antes del alba. Perfectamente cómodos en sus tibias camas, entre las sabanas, con o sin pijama, descansando luego de pasar al menos dieciséis horas despierto, ¿quién rayos querría renunciar a tal comodidad?. Excepto Brian. Toda su vida había tenido esa pequeña particularidad. Desde que era pequeño se levantaba temprano para ir al jardín de infancia, a la escuela, a la secundaria y posteriormente a preparatoria. No hacía falta que nadie le llamara, la mayoría del tiempo cuando sonaba la alarma del despertador ya estaba despierto. Y actualmente su costumbre no había cambiado en absoluto: levantarse diligentemente todos los días a las cinco de la mañana para prepararse e irse a la universidad. No comprendía como a algunas personas les costaba tanto esfuerzo hacerlo. En lo personal lo veía bastante útil, el día resultaba productivamente más largo cuando te levantabas temprano
Si tan solo lograra convencer a Frank de ello. Se ahorraría tantas molestias.
-Ey, bueeeeenos días...-Y hablando del Cesar poco madrugador. Estaba preparando el café cuando su compañero de habitación apareció en la cocina frotándose un ojo y bostezando al hablar.
-Buenos días-En lo que su compañero se iba a lavar los dientes Brian acabo de preparar el desayuno. Unos minutos después ambos estaban sentados a la barra de la cocina comiendo. Solo era algo de cereal con leche, pero ese era el desayuno insignia de los solteros universitarios. Era la cosa más sencilla de preparar y no les consumía nada de tiempo. Lo cual también les dejaba espacio para charlar-¿Tenemos algo interesante para hoy?-Pregunto Frank mientras este recogía la loza sucia.
-Nada, supongo que nos estarán dando un descanso antes de empezar con los parciales.
Brian C. Eccetto y Frank S. García, ambos cursaban el último trimestre de su penúltimo año de medicina y ambos contaban los días para comenzar a trabajar. Tener su propio consultorio o un contrato con alguna prestigiosa clínica privada, lo que fuera con tal de poder rentar un mejor departamento. Frank era el mayor, con sus veintitrés años, un joven adulto bastante grande, de piel bronceada, su cabello azabache, ojos color café claro y una complexión que te hacía pensar en un jugador de beisbol o de rugby. Brian, por otra parte, era solo dos años menor pero su aspecto le asemejaba bastante más al de un adolescente en sus dieciséis o diecisiete años, también tenía el cabello oscuro pero su piel era bastante más clara que la de Frank y unos ojos que siempre ocultaba tras lentes de contacto oscuros. Aun con sus marcadas diferencias, tanto físicas como personales, la manera de tratarse entre ambos era bastante familiar, incluso intima. Y con frecuencia la gente les tomaba por hermanos. No era algo que les molestara. Ambos se conocían desde el jardín de niños, por supuesto que habían estado en grupos diferentes por sus dos años de diferencia pero eso cambio cuando a Brian lo adelantaron varios curos en primaria. Fueron vecinos toda la vida, y entre peleas, bromas y demás se habían hecho los mejores amigos. De vez en cuando Frank bromeaba con respecto a ir al registro civil y sacar un certificado de hermandad; cosa a la que Brian muy amablemente, nótese el sarcasmo, siempre le recordaba que no existía.
Después de comer dejaron los platos en el fregadero y salieron para ir a clases. Como de costumbre la mañana era fría, bastante, y los rayos del sol que debían calentarlos no lograban alcanzarles a causa de los altos edificios de la ciudad. Al menos el cielo estaba despejado y el hedor a humo de motor apenas si se percibía, no era una forma tan mala de comenzar la mañana ya que estaban a principios de agosto, lo que significaba el invierno viniéndoseles encima. Brian caminaba con las manos en los bolsillos de su gabardina mientras que su compañero se subía la bufanda un poco más para no tener que ver su propio aliento. El camino hasta la estación del metro por suerte no era demasiado largo, solo cruzar un par de cuadras antes de bajar las escaleras al subterráneo y sumergirse en aquel mar de gente madrugadora que todas las mañanas se dirigían a sus trabajos, estudios y demás. A pesar del incesante bullicio y los empujones ambos charlaban de todo y de nada en especial. Frank se quejaba acerca de las clases de anatomía y Brian solo lo contradecía recordándole que la maestra odiaba a todos sus estudiantes y no solo a él en particular. Discutieron acerca de si mandar a reparar la licuadora o el microondas, ¿cuál era más vital? Ambos estaban de acuerdo en que solo podían pagar uno, lo cual era una patada en la espinilla ya que tenían una larga lista de gastos pendientes. Cuando su respectivo tren arribo y el mar de gente comenzó a acumularse en las puertas para poder entrar y no quedarse afuera pusieron en práctica aquella táctica que habían ejercido desde que eran de menos de la mitad de sus respectivos tamaños: Frank, como era más grande, se arrojaba al frente entre la marea de personas intentando entrar a costa de empujones y codazos mientras Brian solo se sujetaría a él por los ojales traseros de su pantalón y de esa forma, aunque iban de pie, ambos estaban de camino a la universidad. Ya por la tercera estación, el vagón del metro se había vaciado bastante y Frank recordó que debía hacer las compras para esa semana: