En ocasiones la vida siempre te da más o quizás menos de lo que deseas. Muchos quizás en algún momento de su existir pidieron cosas materiales con la esperanza de llenarse de esa “felicidad” que lo material puede dar, olvidando que lo que más quieren, puede desaparecer con tan solo parpadear. Sin embargo, yo solo pedía una cosa: una amiga que, aunque pasaran lo años ella siempre estuviera en mi vida complementando las muchas cosas que me faltaban.
Y así fue… encontré a la mejor persona con cualidades maravillosas, con la esencia más pura que una mujer a nuestra edad pudiera tener. Pero, con un pasado que aparecía constante mente en su vida, llenándola de sufrimiento y dolor. Un dolor que ella trataba de olvidar cada vez que se acomodaba sus auriculares y escuchaba sus mejores canciones a todo volumen, mientras cortaba la piel de sus piernas.
Posiblemente, nuestra manera de pensar no era la misma. Pero, aun así, nos unía la empatía que había en nuestra amistad. Teníamos esa capacidad envidiable de vivir el dolor de la otra sin objeción alguna. Ayudándonos a matar esos monstruos que nos rodeaba cada día que pasaba. Ahora bien, la victoria no siempre era nuestro siervo y nosotras no éramos sus amos. Y, aunque luchamos la batalla hasta los últimos minutos, su felicidad marchitó en mis brazos.
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Editado: 11.06.2021