Hado -Saga lazos-

Capítulo 1.

CAPÍTULO 1:

EL ALBOR.


El sonido del teléfono me despierta, tengo problemas para mantener los ojos abiertos, me siento lentamente en la cama, me talló los ojos con fuerza y el timbre cesa, respiro profundamente antes de que vuelva a escucharse, mi esposa se remueve en su lugar, despertando.

—Responde, cariño. —susurra, antes de darse la vuelta y volver a dormirse.

Me rio. Le doy una palmada en la cadera y me levanto.

El único teléfono que tenemos en casa está en la cocina, pues es el lugar en el que menos tiempo pasa mi hermosa esposa y en donde menos posibilidad tiene de ver esa "antigüedad", como ella le llama.

Levanto la bocina, y lo siguiente que escucho me hela la sangre.

—Corran. Ahora.

Entonces, el tono del teléfono me retumba la cabeza.

Han colgado.

Ha comenzado.

Corro escaleras arriba, mi hija está de pie en el umbral de la puerta tallando sus ojos, apenas me ve, lo sabe, puede darse cuenta de que algo grave ha sucedido.

— ¿Papá? —susurra, asustada.

—Tenemos que irnos. —digo, rápidamente, dandole una mirada seria.

Ella asiente, antes de correr a la habitación de los más pequeños, al mismo tiempo que su madre viene hacía mí, con el pánico pintado en el rostro.

—Jeff... —susurra.

Le acaricio la mejilla, dedicandole una sonrisa triste.

Yo también te amo.

No necesita palabras para entenderme, ella lo sabe, yo lo sé; y esto, todo lo que va a ocurrir a partir de ahora, es la última fase para que podamos ser libres, pero antes, vamos a tener que enfrentar la última batalla, la más complicada.

A partir de hoy, la cacería ha comenzado.

Les toma quince minutos encontrarnos, los vemos llegar como hormigas en camionetas, vestidos y preparados para hacer explotar nuestra casa, han tenido años para estudiarnos, para conocer de que somos capaces, ellos saben que la mayoría no va a salir de aquí vivo.

Por eso vienen listos para iniciar la guerra.

—Jeff.

Me doy la vuelta para ver a la mujer que me ha acompañados durante los últimos años en cada momento importante de mi vida, me da una sonrisa triste, antes de lanzarme un arma, que atrapo con facilidad, la cargo, la preparo y asiento en su dirección.

Ha llegado la hora.

— ¡Naia!

Mi hija mayor viene hacia nosotros, con su mochila colgada a la espalda y sus hermanos pequeños tomados de sus manos, me mira con lágrimas contenidas, pero una mirada de completa determinación.

Está lista.

No nos necesita más.

Ha sido preparada para este momento.

Su madre deja caer un arma en sus manos, ella nos mira, dudosa, está pidiendo permiso.

—Sabes usarla. —digo. —No dudes en hacerlo.

Ella me mira con sus enormes ojos verdes asustados, pero toma la pistola con fuerza.

Mis hijos más pequeños apenas y tienen la capacidad para comprender lo que está pasando, no saben porqué, pero tiene la idea de que, de este momento en adelante, todo va a tratarse de correr y nunca detenerse.

—Todo va a estar bien. —les digo, sacudiendo sus cabellos.

—Jeff.

Mi mujer me mira preocupada, asiento, es hora, tienen que irse, ahora.

—Alero debe estarlos esperando. —digo. —Tengo que encargarme del dragón.

—Papá. —susurra Naia, acercándose.

Pero en ese momento, en el piso de abajo se escucha un estallido. Alguien ha hecho volar la puerta principal.

— ¡Váyanse ahora!

Les doy la espalda y me escondo en el pasillo.

1, 2, 3.

Me levanto rápidamente y comienzo a disparar, son cuatro disparos limpios que dejan cuatro cuerpos en el suelo, me doy la vuelta levemente solo para comprobar que mi familia se ha ido.

Tardan cinco minutos en encontrarme y atraparme, para entonces ya he eliminado al menos a la mitad.

Ellos sabían en lo que se estaban metiendo, por eso han enviado a tantos de sus terroristas. Conocen lo suficiente de mí para saber que puedo matarlos en el tiempo que tardan en abrir y cerrar los ojos, sin embargo, no es a mi a quien temían enfrentarse, ni tampoco a quien quieren atrapar, soy solo el vinculo que siempre ha sido difícil de eliminar.




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