Hasta la eternidad

Séptimo acto

El ventilador del techo gira ciento treinta y cuatro veces por minuto. El mismo tiempo que tardan en caer once gotas por el grifo del cuarto de baño.

—Ey. —Levanto la cabeza cuando escucho su voz, áspera y tocada por años de vicios poco sanos.

Está de pie junto a la ventana, con la cortina medio abierta para poder mirar al exterior. Vigilando.

—¿Has dormido algo? —pregunto levantándome para acercarme a él.

—No, prefería verte dormir a ti. —Consigue sacarme una sonrisa después de todo lo sucedido.

—Tienes que descansar, Tyler. Vamos, túmbate. —Tiro de su mano y me dejo caer en el colchón, con su cuerpo casi sobre el mío—. ¿Qué voy a hacer?

—Vamos.

—¿Eh?

—Vamos. Estamos juntos en esto, Devon. No voy a dejarte sola, ¿me oyes?

—Sí. —Le doy un beso y él apoya su frente en la mía—. Estoy muy asustada.

—Sé que lo estás, pero te prometo que todo saldrá bien.

—Deja de decir eso, he asesinado a una chica. Tenemos un cadáver en el maletero.

—Soy consciente de eso, nena. Mañana nos ocuparemos, ahora duérmete, ¿de acuerdo?

—No, Ty, no nos ocuparemos mañana. ¡Tenemos una muerta en el maletero!

Suelta una bocanada de aire y cierra los ojos, se levanta de la cama y vuelve a asomarse por la ventana. Apoyo los codos en las rodillas y me revuelvo el pelo, desesperada, preocupada y muerta de miedo. Mis sollozos quedan silenciados bajo sus brazos.

—No dejaré que te pase nada. Shh… —Me tumba y se coloca a mi espalda, pegándome a su cuerpo todo lo posible.

—Soy una asesina —balbuceo.

—Devon, ha sido un accidente.

—No lo ha sido. Yo-yo, solo quería hablar, pero ella… Me dijo que…

—Ya basta, deja de torturarte, por favor.

Los susurros sosegados que salen de entre sus labios consiguen que caiga en un profundo sueño. Tengo pesadillas durante toda la noche.




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