Haylin
La sala ha aumentado de temperatura, o quizás sea yo la que esté ardiendo por dentro. Sus labios son suaves y abrasadores, y besan tan bien... Algo cayó al suelo; supongo que es su bastón. Termina de darse la vuelta y sus manos viajan a mis mejillas. Comienza a apretarme hacia él con fuerza, provocando que el beso sea cada vez más arrollador. En mi estómago una extraña sensación de júbilo comienza a formarse. No sé por qué lo siento, pero eso es lo que me está provocado el sabor de sus labios mentolados. Su lengua me invade con rapidez y yo le voy siguiendo el ritmo. Besa con deseo, con un anhelo ferviente. Sin querer, en este momento, viejos recuerdos se agolpan en mi mente. Recuerdos que alguna vez fueron felices, pero que hace más de tres meses, terminaron convirtiéndose en una tragedia. Una tragedia que intenté evitar y no pude.
Me aparto bruscamente de Kerian, con la respiración entrecortada y los labios hinchados por su beso. Mi corazón late desbocado. Doy tres pasos hacia atrás y me doy la vuelta. Camino con dificultad hacia el escritorio; apoyo mis manos en él y trato de apaciguar mi respiración. Miro hacia el blanco piso de cerámica. Cierro mis ojos y los abro nuevamente. No sé cómo describir lo que acaba de suceder. Me doy la vuelta y allí le veo, con ambas manos a los costados de su cintura, los labios entreabiertos y expresión confundida. Su pecho sube y baja constantemente. Sé que trata de calmarse y hallar una explicación razonable del porqué le he besado.
Sólo sé que fue por dos sencillos motivos: evitar que se fuera y cometiera alguna locura y también porque lo deseaba y no podía evitar dejar de pensar en sus apetitosos labios. En estos instantes siento una gran vergüenza por mi arrebato. Sonrío al ver su cabello aún más enmarañado y hecho un desorden que antes. Todavía puedo percibir su cabello enredarse en mis dedos. Fue una sensación tan placentera... Veo que frunce el ceño. Luego me doy cuenta que es porque está buscando su bastón. Tantea con sus pies y lo haya. Se agacha rápidamente y lo toma. Cuando se pone de pie, soy capaz de hablar.
—Lo siento —murmuro avergonzada—. Discúlpame por haberte besado. Fue algo sencillamente incorrecto y te juro que no volverá a suceder. —Es todo cuanto soy capaz de decir.
—¿Es enserio? ¿Te disculpas por haberme besado? —pregunta Kerian en un tono ciertamente amargo.
—Sí.
Comienza a negar y ríe. En esta ocasión, su risa no muestra rastro alguno de felicidad. En su rostro se dibuja... ¿El enfado? ¿La amargura? No lo sé. El ambiente en el consultorio es pesado, cargado de dudas y preguntas sin respuestas. Mi mirada le sigue mientras se da la vuelta y se dirige a hacia la puerta de salida. Esta vez no le detengo; observo su exquisita y delgada figura salir. Se detiene un instante, para luego cerrar la puerta con un sonoro sonido. Ya no está; esta vez se fue. Me tapo el rostro con las manos y niego. ¿Por qué fui tan idiota? ¿Qué estará pensado ahora él de mí? ¿Vendrá nuevamente? Con esas preguntas rondando en mi cabeza, me siento en la silla de mi escritorio y exhalo un gran suspiro.
***
Kerian
El agua no logra desaparecer esa terrible ansiedad. Una ansiedad provocada por esos labios tan exquisitos. Me sorprendió su beso tan repentino, y jamás pensé que ese beso aliviaría mi furia; una rabia causada por el recuerdo de cada palabra hiriente de Jennifer. Sin esperarlo, todo mi cuerpo se incendió con aquel beso. Cuando este se hizo más profundo, quise hacerla mía. Ya nada me importaba en ese momento, sólo vagaba en la idea de querer sentirla. Llevaba tanto tiempo sin tocar a una mujer... Durante mucho tiempo me acostumbré a la idea de que no volvería a sentir el calor del cuerpo de una mujer. Y en ese beso, sin embargo, algo dentro de mí despertó. El dulce aroma de su piel, entremezclado con el delicioso sabor de sus labios, fue todo cuanto necesité para encender el deseo que llevaba apagado en mi cuerpo.
No obstante, todo se rompió mínimamente cuando se disculpó conmigo. El enfado me poseyó nuevamente sin tregua alguna. Quería gritar y hacer de todo en ese instante, hubiera preferido mejor que no lo hiciese. Lo único que hice después de ello, fue salir, porque sabía que no podría estar con ella cinco minutos sin no poder besarla. En mi mente, Jennifer estaba hecha a un lado, ahora sólo pienso en ese beso y en por qué lo hizo. Me detuve momentáneamente antes de salir, quizá con la esperanza de que volviera a detenerme del mismo modo que lo había hecho antes; sin embargo, no fue así.
Fabiola me había acompañado hasta el lugar con Stewart, mi chofer. Seguro lo hizo para cerciorase de que yo cumpliera con mi palabra de ir al psicólogo. Antes de irse, la escuché decir que Stewart la llevaría al trabajo y que luego él volvería y me esperaría hasta que yo saliera del consultorio. Yo sólo asentí y continué caminando.