Helsinki

Capítulo tres

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo tres : «Póker indio»

 

 

 

 

4 de diciembre, 2140. Dos años antes.

 

Las calles estaban completamente vacías, a una hora que ya no recordaba, desde la última vez que miré un reloj. Reinaba un silencio absoluto y el frío hacía que caminaras encogida en tu sitio, con las manos dentro de tu chaqueta, soltando vaho por la boca con cada respiración.

 

Caminaba sin prisa hacia el bar, uno que estaba al final de la calle, sabiendo que no debería de hacer esperar a alguien que puede matarte, pero, en fin, soy yo.

 

En la última apuesta dejé mis últimos miles, aunque la partida estuviera amañada, así en la siguiente partida podría ganar más, aunque una gran parte fuera mío.

 

Abrí la puerta del local, junto a la campanita que avisaba mi llegada. Había humo en el ambiente, sonaban las bolas del billar chocando, los miles de voces mezclándose y el parpadeo del cartel que anunciaba «Kalevon pelihuone» como nombre del bar.

 

Una voz llamándome resonó sobre todo ese ruido.

 

—Has llegado, se estaban impacientando—dijo en una exhalación—. Dime que has traído el dinero, por favor.

 

Me giré hacia mi amigo de aventuras, el único que seguía aquí.

 

Su pelo de color anaranjado resaltaba, al igual que sus ojos verdes. Era mucho más alto que yo, pero no me ganaba a ningún duelo que le propusiera.

 

—No, Klase, no lo he traído, vengo a ganarlo.

 

Sus ojos casi se salen de las cuencas, en cuanto dije eso, puso ambas manos a los lados de la cabeza.

 

—Estás completamente loca, eres una suicida—se acercó a mí y me gritó susurrando—. ¿¡Cómo puedes venir a una partida con unos mafiosos sin dinero!?, ¿Eres tonta? 

 

—Puedo ganar.

 

Klase soltó el aire como si se diera por vencido mientras me miraba con compasión. Me guió entre la gente hasta la mesa en la que se encontraban.

 

—Están proponiendo cambiar de juego, uno en el que se pueda apostar bastante dinero; tienen pensado empezar fuerte y esperan lo mismo de ti.

 

Asentí, mientras miraba mal a un tío con un cigarro en la mano que me estaba mirando.

 

En cuanto llegué a esa mesa observé a mis contrincantes. En uno de los lados de la mesa estaba un hombre muy ancho, gordo, fumando, y con muchas cadenas y cosas de oro, vestido formalmente, como un mafioso de barrio. Los otros dos eran sus pequeños colegas, que simplemente traía para ganar en número.

 

—Bienvenida, Princesa. Estábamos esperando a que llegaras, pero como siempre, llegas tarde—dijo con su voz grave y rasposa.

 

Yo alcancé una silla y la coloqué en el único lado libre, sentándome, y cruzándome de piernas.

 

—Bien, hola—apoyé las manos entrecruzadas en la mesa—. ¿A qué vamos a arriesgar hoy mi vida? 

 

Una media sonrisa se dibujó en su cara. Después aspiró una calada y soltó todo el humo en mi dirección.

 

—Estaba pensando en unas cuantas rondas de póker indio, y como veo que traes a tu amiguito de siempre puede servirnos de crupier. 

 

Lo observé a los ojos, era un simple Darm, sin nada especial, con mucho dinero, y un pellizco de ello era mío.

 

Asentí después de unos segundos. Apoyando también los codos en la mesa, me incliné hacia delante.

 

—Bien, saca las cartas y que alguno de tus esclavos repase las reglas—Exigí sin dejar de mirarlo.

 

Él siguió aspirando lo poco que le quedara del cigarro, mientras el hombre de mi derecha lo explicaba.

 

—El juego es sencillo, el crupier entregará una carta de póker a cada uno, la miraremos, y después nos entregaran otra, la cual colocaremos en nuestra frente, y dejarla en la mesa volteada, después será el momento de pensar.

 

» Si sale con números y símbolos distinto, es cerdo, no sirve para nada, si tienen el mismo número es pareja, cuanto más alto sea el número más fuerte es la carta; y por último si son del mismo símbolo, es palo, es la más fuerte de las combinaciones. 

 

» En estas partidas todas los reyes y los comodines se quitan. Es un juego puramente de azar.

 

Miré a las tres personas que iban a competir conmigo, sabiendo los sucios trucos que usaban siempre, que siempre estaban compinchados.

 

—Está bien— dije sin dejar de evaluarlos ni un segundo—. ¿Qué me asegura que no estás haciendo trampas, Heikki? Traerte a dos de los tuyos a un juego muy fácil de trucar es muy sucio por tu parte.



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En el texto hay: amor, poderes, amor accion

Editado: 14.08.2019

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