I Love You Rose

Treinta y Dos – Defensa y Confianza

Capítulo Treinta y Dos – Defensa y Confianza

Dejo mi bandeja en la mesa y comienzo a degustar mi comida. No alcancé a desayunar esta mañana porque tenía examen a primera hora y me quedé dormida. Si Matt no me hubiese despertado a tiempo; en esos momentos estaría rogándole a la profesora que me tomara la evaluación.

—No entiendo cómo puedes comer todo eso y no engordar —dice Matt, sentándose a mi lado y robando mis nuggets de pollo.

—No lo sé, quizás sea por el metabolismo acelerado —respondo, comenzando a comer mis papas fritas con ketchup.

—¿Cómo logras despertarte tan temprano por la mañana?

—Pues… —Matt suspira—. Estoy acostumbrado. Antes salía a correr a las 5 a.m., y desde entonces me despierto a esa hora.

Siento un escalofrío en la espalda; yo no podría levantarme a las cinco de la mañana, ni de broma.

El celular de Matt suena.

—¿Pasa algo? —pregunto, viendo cómo su rostro se desfigura al leer un mensaje.

—Debo irme. Parece que no todos quieren venir a ensayar. Voy a mostrarles cómo es el lugar para que cambien de opinión.

—Está bien, me avisas cualquier cosa.

Matt me da un beso y se va. Continúo comiendo tranquilamente mi almuerzo y sonrío al ver que aún quedan algunos nuggets que él no alcanzó a quitarme. Soy amante de la comida chatarra; podría comer esto todos los días, aunque sé que no es saludable en exceso.

—Hola, Rose.

Alzo la vista y veo a Aiden de pie a mi lado.

—¿Hola? —digo extrañada. Por alguna razón, todos nos miran, y eso no me da buena espina.

—Te vi aquí sola y quise hacerte compañía —dice Aiden, sentándose a mi lado mientras me alejo un poco—. Tranquila, vengo en son de paz.

—Okey.

Continúo comiendo e intento ignorarlo, pero él parece no gustarle y se acerca más.

—¿Qué quieres?

—Hablar… No me había dado cuenta de lo linda que eres, Rose. Estás bastante guapa.

—¿En serio? —pregunto, sonriendo con ironía—. No me interesa lo que pienses de mí.

Ruedo los ojos y tomo mi bandeja para cambiar de mesa, pero él me toma del brazo y me obliga a sentarme nuevamente.

—Conversemos.

—No quiero hablar contigo, me das asco. Suéltame.

Aiden me suelta y comienza a reír.

—Pensé que esto iba a ser mucho más fácil —susurra.

Miro a mi alrededor y todos nos observan, especialmente los chicos.

—¿Qué quieres? Dímelo de una vez.

—Quiero un beso tuyo y no te molesto más.

Río entre incredulidad. Un beso… claro.

Niego con la cabeza, tomo mi bandeja y me alejo hacia una mesa junto a la puerta de entrada, pero Aiden me sigue.

—En serio, Aiden. No pienso besarte, tengo novio.

—No mientas —ríe Aiden—. No lo tienes, no trates de engañarme.

Se sienta a mi lado y me acorrala. Comienzo a desesperarme y miro alrededor; nadie me ayuda, todos nos observan pero nadie interviene.

Me siento acosada e indefensa. Aiden deja su mano en mi pierna izquierda; quiero gritar, pero de mi garganta no sale nada.

De repente, alguien entra al comedor y lo aparta de mí, golpeándolo y gritándole.

—Con Rose no te metas, joder. —Lo golpea—. ¡Con Rose no!

Aiden esquiva y lo tira al suelo. Ahora puedo ver que es Jaxon. Aiden intenta golpearlo, pero me siento fuerte; ya no estoy sola ni indefensa. Mi mejor amigo está conmigo.

Me pongo de pie a su lado. Mi mente procesa todo rápido: Aiden está encorvado golpeando a Jaxon, así que, rezando para no lastimar a mi amigo, le lanzo una patada a Aiden en las costillas.

Aiden deja de golpearlo de inmediato. Jaxon tiene un ojo morado y el labio sangrando. Está a punto de volver a levantarse, pero lo detengo.

—Déjame esto a mí.

Camino hacia Aiden en el suelo y lo miro con asco. No sé qué quería lograr, pero agradezco que Jaxon haya llegado a tiempo.

—Eres un cerdo y un cobarde —le digo, golpeando sus partes íntimas—.

Los gritos de horror de los presentes no tardan en escucharse, pero no me detengo. Aiden se cubre; aprovecho para volver a golpearlo.

—Ojalá te duela tanto como tu basura de persona.

Retrocedo y miro a todos.

—El próximo que intente algo como lo que Aiden me hizo, no dudaré en usar estas tijeras de mi mochila.

Los chicos me miran horrorizados y nadie se acerca a Aiden, quien sigue retorciéndose en el suelo. Jaxon me toma de la cintura y me lleva con él. Una vez fuera del caos, lo abrazo con fuerza.

—Gracias, gracias. Si no hubieses llegado, no sé qué habría pasado. Estaba en shock.

—No te preocupes. Cuando leí los mensajes sobre lo que quería hacer, corrí lo más rápido que pude.

—¿Mensajes?

Jaxon asiente.—Prometo contarte, pero me duele mucho la cara—dice con el labio sangrando.

—Vamos a la enfermería, hay que curarte eso.

Caminamos por los pasillos; todos miran a Jaxon con horror.

—¿Qué pasó acá? —pregunta la enfermera.

—Una pelea sin importancia, ya está todo solucionado —responde Jaxon.

—Está bien.

La enfermera comienza a preparar todo.

—Puedo hacerlo yo —le digo, tomando algodón y alcohol para limpiar su herida—. Aún no he almorzado y me ayudaría mucho.

Mi móvil vibra; se lo paso a Jaxon para contestar.

—Es Matthew… viene para acá.

Dejo el algodón a un lado.

—No para de sangrar, probablemente necesites puntos.

Jaxon suspira y se toca el pelo desesperado.

—Aiden es un cobarde. Hizo una apuesta con JP y Axel; decía que podía besar a todas las chicas solteras del colegio, incluyéndote a ti.

Niego con la cabeza.

—Por eso todos miraban…

—Sí, todos lo sabían; tú eras la primera de la lista. En cuanto llegaron los mensajes de que estabas sola, corrí lo más rápido que pude.

Abrazo a Jaxon y beso su frente. Ahora somos de la misma estatura.

—Muchas gracias, en serio.

—Pareció que no necesitabas ayuda cuando lo golpeaste.

—Tuve valor cuando te vi. Antes de eso sentí pánico y rabia.




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