Nueva York, Sutton place, Manhatan.
Un jueves por la mañana, desde los enormes ventanales podía verse como el sol terminaba de salir iluminando el día, los pájaros cantaban sus bellas melodías, era una mañana hermosa, pero se sentía el frío en esa enorme casa. James podía sentir la ausencia de calidez, estaba rodeado de personas, pero se sentía demasiado sólo, el silencio retumbaba sus oídos muy seguido, pero siempre llegaba el momento en que era intercambiado por voces que le hablaban en susurros, susurros que se convertían en gritos, palabras que se convertían en insultos, insultos que se convertían en mentiras,mentiras que se volvían sus dolorosas verdades. Las lágrimas comenzaban a ser derramadas, el dolor emocional se convertían en físico, las alucinaciones comenzaban a hacerse presentes, cada vez eran tan reales que lograban horrorizarlo aún más, si es que eso era posible, su mente lo hacía viajar a un mundo utópico dónde todo era realmente terrible, dónde no existía otro sentimiento que no fuera el dolor y el sufrimiento, ya no podía diferenciar cual era la realidad, utópico o no, ambos sitios eran espantosos.
Se sentía un ave al que le cortaron las alas para después encerrarlo en una jaula de dolor, las rejas no lo dejan escapar, quiere volar rumbo a la libertad, pero cada que lo intenta vuelve a caer, recordando que sus alas le han sido arrebatadas sin piedad, quería gritar desde lo más profundo de su alma, pero no podía hacerlo, le habían arrancado su voz, estaba hundido en el silencio, era una bomba de tiempo que cada vez se encontraba más inestable, a punto de estallar.
Habían pasado exactamente cinco días desde que Andrew viajo a la enorme ciudad de Nueva York, en los que había dedicado todo su tiempo al joven Kensley, haciéndolo sentir que tenía compañía, que en esa casa llena de personas, que en esas grandes paredes, sin importar el frío que pudiera sentirse, había alguien para él cada que lo necesitará.
Se encontraban en el gimnasio de la casa, Andrew estaba sentado acompañándolo en su entrenamiento, no fue difícil darse cuenta de que su mente estaba viajando a sitios lejanos, su cuerpo estaba ahí, pero no su alma, en ocasiones su mirada se perdía en la nada, parecía cansado, apenas se movía, grandes y notorias ojeras decoraban sus ojos bonitos, cada vez le descubría un golpe nuevo, pero ahora habían más cuestionamientos en la cabeza de Andrew, por qué en más de una ocasión lo había encontrado haciéndose daño así mismo, eran heridas superficiales, pero que llegaban a lastimarlo, así como también por accidente había sido testigo de como su padre dejaba su mano caer sobre su mejilla, con más fuerza cada vez, se paseaba por la casa sin el menor remordimiento, cuando quería preguntar qué le había sucedido Harry le robaba la palabra poniendo de pretexto el entrenamiento, es por eso que decidió acompañarlo. Por lo menos en algo no había mentido el mayor, Guzmán era un tipo rudo, y parecía no conocer la palabra gentileza. James había sido derribado por el más de siete veces, no reaccionaba hasta que estaba en el suelo pero ya era tarde.
- ¿Estás bien? - preguntó Andrew mientras lo ayudaban a levantarse, no dijo nada, solo asintió.
- Estás muy distraído, James. - dijo Guzmán. - ¿Seguro que te encuentras bien? Si quieres descansar podemos dejarlo para mañana.
- No. - se apresuro a decir. - Harry se molestará, estoy bien, dejame intentarlo de nuevo.
- No tienes que hacerlo, Jim.
- Quiero hacerlo. - dijo mientras se ponía en su posición. - puedo hacerlo.
- Sabes que la delicadeza no está en mi lenguaje de entrenamiento, ¿Cierto? - Asintió. - imagina que soy alguien a quien realmente quieres golpear, o que te están atacando en la calle, los maliantes no son gentiles.
Asintió, cerro sus ojos tratando de imaginar un rostro, y a su cabeza solo pudo venirse el de un hombre al que odiaba desde lo más profundo de su ser. Volvió a abrir sus ojos, entonces pudo verlo frente a él, respiro profundo antes de comenzar.
Comenzó a acercarse, los golpes iban directo a él pero logro esquivarlos, consiguió golpearlo con fuerza, ahora era él quien llevaba la ventaja.
Andrew lo miraba completamente impresionado desde su lugar, era conciente de que su padre lo obligaba a entrenar desde que era tan solo un pequeño niño, le había arrebatado lo que debió ser una linda infancia, intercambiandola por lecciones para su propia defensa, pero al hacerlo no era con la intención de su propia protección, todo lo que hacía tenía un fin en efectivo.
Escucho unos pasos acercarse provocando que girará en dirección a su orígen, Harry y Elizabeth se encontraba en la puerta observando, había una sonrisa en su rostro, él también estaba impresionado.
En un movimiento logro derribarlo haciendo que su cuerpo se estrellara contra el suelo boca abajo, sostenía con fuerza su brazo detrás de su espalda, mientras que su pie estaba sobre está evitando que se levantará, solo entonces pudo ver al verdadero hombre que había vencido, a los segundos lo soltó permitiéndole que se levantará, así no fuera la persona a la que odiaba, estaba orgulloso de sí mismo, Guzmán era un hombre difícil de superar en todos los aspectos, sin embargo él lo estaba logrando.
- Lo hiciste increíble, cariño. - decía Elizabeth mientras se acercaba a él para atraparlo entre sus brazos. - estoy muy orgullosa de ti.
- Has mejorado bastante. - decía Guzmán una vez que se levantó. - solo necesitabas concentrarte, solo por eso te dejare libre hoy.
Una sonrisa se dibujo en su rostro, por un instante pudo sentir como aquella sensación de inutilidad se esfumaba de él abandonando su cuerpo, su padre se acercó a él haciendo que su cuerpo se tensara por completo, Andrew pudo notarlo, había aprendido a leer su lenguaje corporal, su mano se posó en su mejilla provocando que él retrocediera de inmediato librandose de su toque.
- Lo hiciste muy bien. - dijo Harry. - ¿Le pusiste mi cara o algo así?