Años atrás...
Las hojas de aquellos grandes árboles comenzaban con sus patrones anaranjados, el verde lleno de vida transmitiendo la alegría del verano estaba quedando atrás, siendo intercambiado los colores del otoño.
Un frío abrazador se encontraba de visita en la ciudad, recorriendo los cuerpos de sus habitantes, en busca de calidez. Personas con sus abrigos, parejas tomadas de la mano, guantes, gorros y botas se veían en todos lados.
En el centro de la ciudad se encontraba una empresa de gran tamaño, Williams solutions, el lugar de donde provenían los mejores anuncios publicitarios de grandes marcas, siendo la número uno en creación de comerciales.
Se encontraban en su mejor momento, en lo que podría llamarse con toda seguridad, sus años de gloria, arrasando en el mundo de la publicidad, capultandose a la cima del éxito.
Dentro de aquellas instalaciones de encontraba un joven de tan solo dieciocho años, de cabello color marrón y ojos tan claros como la miel. Llevaba puesto unos pantalones negros y una camisa de manga larga color azul.
Se encontraba en la oficina del jefe esperando a que regresará, miraba a través de la ventana, como es que la aves volaban libremente por los cielos, el sol abriéndose paso entre las nubes, las personas caminando de la mano, los árboles cambiando de estación.
Era un día hermoso, su época favorita, la cual siempre estaba llena de sorpresas. Un hombre mayor de cabello oscuro entro en la oficina llamando su atención.
Le dio los buenos días procediendo a sentarse en la silla frente a su escritorio.
— Muy bien, Freddy. — dijo el hombre haciendo ademanes con sus manos para que tomaran asiento en las sillas del otro lado del escritorio. — Querías hablar conmigo, te escucho.
— Quiero hablar con mi jefe. — dijo el chico. — Pero también con mi padre.
— Puedes decirme cualquier cosa, Frederic.
Asintió, respiraba profundo intentando tranquilizarse y poder encontrar la manera de decir aquello, sintiendo de pronto como las palabras se habían esfumado de su boca, como es que su voz se había apagado negándose a encenderse de nuevo, se sentía bastante nervioso.
La mirada de su padre estaba sobre él, prestando su absoluta atención, en espera de que hablara, pero no tenía idea de cómo empezar, temiendo lo que sería su reacción, que creyera que lo estaba traicionando, a él, a su familia, al negocio por el que trabajo tantos años. Pero necesitaba hacerlo, por él mismo, por su futuro, por su vida laboral, y su crecimiento profesional.
— Aprecio mucho que me dieras una oportunidad de trabajar aquí y de que me estés enseñando todo lo que sabes, en verdad no sé cómo agradecerte. — lo miraba a los ojos sintiendo como esa acción se hacía más difícil cada vez, como es que la mirada del mayor conseguía atravesar la suya. — Pero no quiero estar en un lugar donde los demás no son capaces de ver y valorar mi esfuerzo, donde todos creen que tengo privilegios por ser tu hijo, como si por esa simple razón todo esto fuera mío automáticamente.
Sabía a lo que se refería, en más de una ocasión pudo presenciar como es que los demás empleados no valoraban el esfuerzo que estaba haciendo, pasando por alto todo el trabajo que hacía en ese lugar.
No era ningún secreto que todos creían que lo que tenía pasaría automáticamente a manos de sus hijos, si bien se encargaba de darles lo que necesitaban, siempre se encargó de hacerles saber que si querían algo gigante, algo que valiera la pena, debían trabajar duro por conseguirlo, enseñándoles que las cosas debían ganarse.
— Yo valoro tu esfuerzo. — contestó.
— Lo sé, pero nadie más puede verlo, y aunque me duela decirlo, mamá tampoco lo está haciendo, ella cree lo mismo que todos aquí. — respiro profundo listo para decirlo, cerrando sus ojos incapaz de ver su reacción. — Me ofrecieron un trabajo en siluetas.
— ¿La competencia, Freddy?
Asintió lentamente, su padre resopló frustrado siendo el único sonido que se escuchó en la oficina, abrió sus ojos para poder verlo. El mayor se dejó caer contra el respaldo de la silla, pasando sus dedos por el puente de su nariz.
Siluetas era la mayor competencia que tenían en ese momento, era la segunda mejor en el mercado, encontrándose por detrás de ellos, acercándose sin detenerse, pisando sus talones sin piedad, queriendo sacarlos del camino.
Independientemente de todo eso sabía que si su hijo se lo decía es por qué se trataba de algo importante para él, no podía negar que sin duda alguna era una gran compañía, seguro de que dejaría una gran marca en la vida de su primogénito, pero jamás imaginó que sería gigante.
— ¿Qué pensaste al respecto? — preguntó su padre. — ¿Aceptaras?
— Es una gran oportunidad para mí, no quiero dejarla ir... Pero me importa mucho lo que opines al respecto, papá.
— Sí realmente quieres hacerlo, adelante acepta, no voy a oponerme a que crezcas como profesional. — habló tranquilo. — No puedo decidir por ti, pero como tú jefe y sobretodo como tú padre, quiero que sepas que cualquier decisión que tomes... Si decides quedarte o tomar esa gran oferta, tienes todo mi apoyo.
— Te lo agradezco tanto.
Suspiró aliviado, solo entonces se dio cuenta del aire que se encontraba reprimiendo en sus pulmones, se puso de pie al igual que su padre dirigiendo hacia él para atraparlo en un abrazo.
Si bien era una oportunidad de esas que solo se presentan una vez en la vida, la opinión del mayor era crucial para tomar una decisión, era tan importante para él que jamás habría podido siquiera considerarlo sin su consentimiento. Y a pesar de que sabía que él siempre apoyaría sus sueños, no podía evitar sentirse tan nervioso como lo estaba.
Siluetas era una corporación exigente, que podía llevarte a la cima o sepultarte en el fracaso, sus empleados debían ser capaces de trabajar bajo presión, algo que no sabía era que debía cuidar sus paso desde el momento en el que pusiera un pie dentro de ese edificio, dicen que las personas se matan trabajando por complir sus sueños, mientras que a otras las asesina el mismo trabajo arrebatándole sus deseos.