Influencia

Perdonar, sanar, olvidar.

Nicole se acercó al pelinegro tomando la laptop de sus manos desviando su mirada a ella, sabía lo que estaba haciendo y realmente no sabía si quería que ocurriera. 

— Habla con él. — le pidió en voz baja para después dirigirse al hombre con esa amabilidad que la caracterizaba. — Los dejaré solos. 

Albert le agradeció mientras que Andrew solo se quedó en su lugar sin saber qué hacer, sin saber qué decir. Ni siquiera estaba seguro de querer escuchar lo que fuera a salir de su boca.  No quería un discurso escrito previamente donde intentaba justificar sus problemas de ebriedad y todo el daño que le hizo a él a las personas que alguna vez fueron su familia. 

— Sea lo que sea no te molestes. — dijo Andrew. — No me interesa escuchar ex… 

— Lo siento. — interrumpió, nuevamente dejándolo sin palabras. — Lo siento

 tanto.

— ¿Que? — preguntó confundido, desconcertado. 

Se acercó tomando asiento en la silla del otro lado del escritorio. Su mirada recorrió su piel, un par de esas marcas salían por el cuello de su camisa, Andrew pudo notarlo cubriendo aquello acomodando su camisa de nuevo. 

Sus ojos después bajaron hacia la piel de sus brazos al descubierto, también estaban allí tatuando el dolor, recordando el sufrimiento de su niñez, aquel que destruyó la imagen que tenía del hombre frente a él quien alguna vez fue su héroe. 

Su padre tomó su mano antes de que pudiera apartarla, Andrew no dijo nada, solo miraba sus manos unidas sin decir una sola palabra. Veía la gran diferencia, recordaba a su padre tomando sus pequeñas manos entre las suyas siempre diciendo algo para hacerlo sonreír. Ahora estaba ahí de nuevo, en silencio. Podía apreciar la gran diferencia, las suyas eran más grandes, una marca circular estaba en su superficie, su aspecto físico había cambiado, las de Andrew ahora eran más grandes, ya no podía atraparla por completo en su puño como cuando era un niño, mientras que las suyas habían abandonado su juventud, las arrugas en su piel eran notorias, sus venas resaltan gracias a los años que llevaba encima. 

Sus ojos se cristalizaron al ver aquello, su hijo ya no era un niño a punto de cumplir siete años, era un adulto de treinta años con una vida hecha, lejos de toda su familia, cumpliendo sus sueños mientras se abría paso por su cuenta y no por sus apellidos. 

Luego veía las marcas en sus brazos, Andrew siguió su mirada, se sentía tan culpable de haber causado eso en él, de que tuviera los recuerdos impregnados en su piel. Sus dedos temerosos sonaron la superficie de sus cicatrices, pudo sentir su cuerpo temblar tras su toque en aquellas marcas que se habían vuelto extremadamente sensibles para él. 

— Lo siento tanto. — repitió, levantó su mirada para encontrarse con su hijo siendo un adulto, dejando atrás a ese pequeño niño que corría en su dirección para contarle su día. — Jamás quise hacerte daño. 

— Tan solo déjalo así. — respondió, no quería escuchar excusas. 

— No puedo seguirlo haciendo. 

— No quiero hablar. — confesó. — yo… 

— Entonces escúchame, si no puedes aguardar porque soy tu padre, entonces hazlo por este anciano desesperado. — interrumpió sus palabras con la súplica en su voz, asintió en silencio. — Jamás quise hacerte daño, lamento tanto haberte lastimado, no hay un solo día en el que no piense en todo lo que provoque, en que gracias a ello destruí nuestra familia, que por mi culpa deje de ser tu héroe, y que gracias a todo eso ahora me odias. — su voz se cortó al decir eso último, sintiendo ese nudo en la garganta, Andrew quiso decir algo pero no se lo permitió continuando sus palabras. — No voy a mentirte, estaba muy celoso del éxito de tu madre, estaba furioso porque me he esforzado tanto por ello pero aún así fue ella quien estaba viviendo mi sueño. — un par de lágrimas bajaron por sus mejillas al mismo tiempo que apartaba la mirada, Andrew se sentía mal de verlo así, pero no sabía qué hacer. — Estaba tan enojado que olvide por completo que Anne también había estado trabajando como una desquiciada por conseguirlo hasta que lo logró, estaba tan concentrado en mí que no fui capaz de celebrar su éxito aún cuando sabía que ella se merece los aplausos del mundo entero… Tu madre es la mujer más trabajadora que conozco, ella se merecía ese éxito… tal vez más que yo. — guardó silencio unos segundos como si intentara buscar las palabras correctas para decir lo que sentía sin apartar a su hijo una vez más. — Tenía un problema con el alcohol… esas noches bebí sin control, estaba tan cegado por la envidia que no fui capaz de pensar y yo… me desquite contigo. — podía escuchar el dolor y el arrepentimiento en su voz, levantó su mirada para para volver a pasarla sobre su hijo. — Lo lamento tanto… lamento haberte lastimado como lo hice, lamento mucho haber provocado todas esas cicatrices visibles e invisibles, lamento haberte herido… estuve yendo rehabilitación, en ese aspecto me siento mejor, pero no hay un solo instante en que no piense en ustedes, en que no piense en el daño que te hice… — sus ojos oscuros estaban detrás de una capa de lágrimas que no parecía ser falsa, realmente lo sentía. — Si no es muy tarde quisiera que me permitas recuperar a mi hijo… por favor perdóname, te lo suplico. 

Andrew se quedó callado, sumido en ese ruidoso sonido que hacía eco en sus cabezas, silencio. 

Ciertamente no sabía que decir, o si es que debería hacerlo. De pronto había enmudecido, quedando sin palabras. 

Durante años, cada vez que veía su cuerpo en el espejo, cierto sentimiento de ira y rencor que se estaba acumulando dentro de su ser acompañado de la mano con la sensación de dolor al saber que el responsable era su nadie más que su padre. 

Siempre se repitió a sí mismo que el día que lo tuviera enfrente aparentando estar arrepentido le expresaría el desprecio que sentía en todo su esplendor, dispuesto a decirle lo mucho que lo había aborrecido durante años sin tener piedad de sus sentimientos tal como él lo había hecho en el pasado. 




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