“Lo que está claro es que las mejores personas llegan sin buscarlas”
César Ortiz
Caroline
Termino de leer el tercer capítulo y vuelvo a levantar la mirada para disfrutar de la maravillosa vista que tengo a mi alrededor, pero enseguida pienso en que si sigo distrayéndome no podré terminar el libro pronto o me tardaré más de lo que he programado. Aunque sé que venir a leer al parque es un gran distractor considero que también me autodisciplina para mi concentración y sobre todo no quiero perderme estos hermosos días de verano. Aun así, procuro concentrarme porque es tan difícil entre tantas personas que corren, caminan, pasean entre amigos, aquellas madres que llaman a sus hijos cuando se están alejando o simplemente otros como yo que vienen a pasar una bonita tarde. Por eso, aprovecho toda oportunidad para leer aquí o simplemente pasear; sin dudar al llegar saqué la manta de mi mochila y me senté bajo el primer árbol frondoso que encontré.
Venir a Ecuador en verano o en cualquier oportunidad es uno de mis mayores placeres. Es como el paraíso en un solo lugar; se disfruta de las calurosas playas con paisajes exóticos, así como el alto e imponente volcán Chimborazo con el clima tan frío que puedes congelarte o sobre todo la imponente selva amazónica y las especies endémicas que solo disfrutas en las Islas Galápagos, simplemente no se puede pedir más. Por eso, aprovecho toda oportunidad que tengo para regresar a pesar que a mis padres —sobre todo a papá— no le gusta la idea de que viaje sola. Aun así, siempre consigo convencerlo al decirle que mi tía Laura me cuida perfectamente a pesar que tiene un trabajo ocupado y una familia a la que atender. Además, a ella le gusta que venga a visitarla y aprovecho esa oportunidad de hacerlo porque siento que mi corazón está dividido entre Ecuador, porque los primeros años de mi vida los viví aquí y en Londres que es donde está mi familia.
Como familia siempre viajamos juntos cuando hay oportunidad o cuando papá o mamá tienen algún trabajo, pero desde hace unos dos años empecé a viajar sola de vez en cuando y no me limito a esperar que ellos puedan regresar, creo que es mi espíritu semi-rebelde. Dejo de pensar y me decido a continuar leyendo mi libro, pero cuando estoy a punto de hacerlo un palo cae golpeando un poco el tallo del árbol donde estoy sentada consiguiendo que caiga cerca de mis piernas. Casi inmediatamente un hermoso bulldog aparece en busca del pequeño tronco y se fija en mí por unos segundos, pero continúa en busca de su objetivo.
—Hola, precioso —Saludo al hermoso can atigrado cuando está a mi alcance y para mi sorpresa decide acercarse y con cuidado empiezo a acariciarlo hasta que en poco tiempo está siendo muy simpático. Dejo mi libro a un lado y le doy mi total atención a él.
—¡Thor! —Llama alguien acercándose. El perro enseguida olvida el placer que conlleva ser acariciado y presta atención a aquella voz moviendo frenéticamente la cola. Levanto mi cabeza y veo a un chico casi de mi edad acercándose a nosotros. Su cabello es oscuro y al parecer sus ojos también, es alto y su cuerpo bien definido a pesar de ser joven. Seguramente se ejercita para que esté así, pienso mientras se acerca y me permite observarlo mejor.
—¿Es tuyo? —pregunto enseguida.
—Sí —dice sonriendo de forma cálida. Y pienso que no solo tiene un buen cuerpo, sino que su sonrisa me gusta más. Inmediatamente Thor se levanta y va hacia su dueño a entregarle el palo recibiéndolo con caricias. Vuelve a tirárselo mientras Thor va a buscarlo.
—Original nombre —comento a su dueño. Lo primero que hace es reír inclinándose para acariciarlo otra vez y su suave ronquido es lo único que se escucha por unos segundos de silencio.
—Aunque casi nadie me cree que fue el primer nombre que se me ocurrió cuando hablan de por qué lo escogí.
—Pero tiene su lógica conociendo que es un perro inglés. Siéntate —digo sonriendo para que se sienta cómodo, pero aun así veo que le resulta un poco extraña mi invitación por el gesto en su rostro —. A menos que tengas que irte o estés con alguien que te espera. Solo estoy siendo cortés ―digo como última opción.
—Gracias. Ando solo con Thor, generalmente acostumbro a traerlo conmigo para que camine y haga ejercicio todas las tardes ―comenta aun indeciso en sentarse. Pero al ver que Thor se echa a descansar con su aspecto exagerado decide finalmente sentarse. Para ser cordial saco de mi bolso unas gomitas y le ofrezco mientras se acomoda en el césped. No le brindo parte de mi manta porque es pequeña y quedaríamos muy juntos, por mí no habría inconveniente, pero estoy segura que para él sí sería.