“La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad”
Sir Francis Bacon
Nelson
Al entrar a la cocina puedo ver que Berenice está preparando la masa para las galletas y desde ahora huele delicioso. Me acerco a ella y trato de comer un poco, pero cuando lo intento ella me da un golpe en la mano y entre tantos intentos consigo robarle un poco para no quedarme con ganas.
Miro a Benjamín que se acerca a nosotros y al ver que hay masa de galleta también hace lo mismo, pero a diferencia que a mí a él no le dice nada y la miro acusatoriamente mientras ella sonríe.
—¿A dónde vas tan perfumado? —pregunto al notar que al acercarse inunda de su loción todo el lugar.
—Ayer les comenté que iba a salir porque invité a una amiga a comer, pero no es nada de lo que piensas. —Amenaza enseguida al verme sonriendo.
—Mi hijo tan caballeroso y atento. Es todo un ejemplo ―asegura su mamá emocionada agarrándole los cachetes mientras él intenta zafarse de su cariñoso trato.
―Se parece a mí ―aseguro.
—Por supuesto, papá. Soy tu hijo —dice sonriendo y dándome un abrazo.
—¡Qué rico, má! —exclama al tomar un poco más de la masa sin que si mamá le diga nada —. No se olviden de dejarme algunas galletas porque Barbie y papá se las comen todas ―acusa.
—No te preocupes, amor. Dejaré guardadas muchas para ti.
—Volveré pronto. No me extrañen —comenta sonriendo antes de salir.
Lo veo alejarse y me recuerda los años de mi juventud y las veces que salí de la casa feliz por ir a disfrutar de la compañía de algunos amigos y chicas. Una época que me enseñó que ser atractivo físicamente podía ser de mucha utilidad con las mujeres, pero que al final me mal acostumbró a una vida a la que no quiero arrastrar a mi hijo ni la que le deseo. A veces la juventud nos hace sentir grandes como si fuésemos a comernos el mundo entero haciéndonos sentir poderosos. Aunque así nació Agencia Fontaine, de esos pensamientos locos en las que pensé que de esa forma iba a tener mujeres hermosas a mi disposición, pero me sorprendió saber que no era tan malo para el negocio y terminé haciéndolo mi trabajo, herencia y tomando en serio lo de no involucrarme después con las modelos de la Agencia. Ahora es un trabajo que me ha permitido ser uno de los hombres más exitosos del país.
—No me digas que estás pensando que se parece a ti cuando eras joven, otra vez —dice Berenice sacándome de mis pensamientos.
—¿Cómo me descubriste? —pregunto abrazándola por la espalda al mismo tiempo que le doy un beso en el cuello.
—Fuiste un completo rompecorazones, don Nelson —dice mientras sigue pendiente haciendo las galletas con los moldes que llevará a la escuela para compartir con sus estudiantes.
—Usted mismo lo ha dicho, pero eso quedó en el pasado. Claro, yo era más guapo que Benjamín ―asevero. Suelta la risa mientras la beso en el cuello.
—Eres tan egocéntrico al creerte más guapo que tu hijo ―inquiere entre risas. Hago que gire su cuerpo para que quede frente a mí le guiño el ojo y la empiezo a besar con todo mi amor que siento por ella.
—Pero alguien llegó a mi vida en el momento más indicado y consiguió que este guapo hombre se enamore por completo ―aseguro mientras me separo de su boca para volver de nuevo a saborear sus labios.
—Te amo, Nelson.
—Te amo mucho más, vida. No sabes lo mucho que te amo.
Benjamín
Al llegar al Centro Comercial trato de localizar a Caroline. Cuando le escribí en el camino me dijo que estaba cerca de las escaleras eléctricas por lo que me enfoco para ir hacia allá.
—¡Sorpresa! —grita saltándome por la espalda abrazándome consiguiendo que por un momento me asuste.
—Diablos, me vas a hacer morir de un infarto ―la acuso ―. ¿Nunca estás quieta? —La regaño cuando la tengo cerca. Por el contrario, suelta una carcajada y niego al verla que disfruta de estas cosas.
—No seas gruñón. No es que extrañe a mi hermano, pero en serio que te pareces a él en ciertas ocasiones.
—Es que lo comprendo ahora al conocerte un poco más.
—No te quejes, es que tardaste mucho y decidí irme a comprar unas gomitas y por eso no estaba en el lugar donde te había dicho.
—Tardé porque te adelantaste de la hora pactada y me has hecho correr hasta aquí después de tus miles de llamadas preguntándome a qué hora llegaría.
—Lo siento —dice ofreciéndome una gomita. Escojo la de gusano ácido —. Es que mi tía iba a su trabajo y aproveché para que me trajera hasta acá y así ahorré tiempo.
—¿Siempre andas comiendo gomitas? ―pregunto al verla que disfruta de sus golosinas.
—A veces.
—¿Sabes de qué están hechas? No deberías de comer eso en exceso.
—Bueno —Coloca sus manos en la cintura —, ¿venimos a que me regañaras o a comer? Yo tengo mucha hambre.
Al verla acercarse recién la observo cómo va vestida. Ella es muy guapa y su cabello negro suelto lacio baila al mismo tiempo que mueve su cabeza con sensualidad, aunque quizás ella no se dé cuenta. Sus ojos cafés son tan hermosos que no se compara con ningún otro color. En esta ocasión como en las demás se ve guapa porque lleva una blusa gris con estampado de diversos elefantes negro esparcido en toda su blusa. Un sweater color café con un short azul junto a unos converse altos blancos. Sonrío al verla brincando y halándome para ir hacia el patio de comida.