Recuerdo como cada vez que alzaba mi mirada me encontraba en una habitación silenciosa con un "pit-pit-pit" cada segundo y una chica prisionera por momentos, en un sueño profundo.
Cuando ella despertaba se encontraba con mi mano sosteniendo la suya y en sus labios se empezaba a formar una pequeña sonrisa, como si fuera lo que esperaba desde un inicio y allí en esos instantes me daba cuenta que no podría vivir sin ver su sonrisa, que su partida me dejaría sin aliento, sin vida.
A ella, a la chica que se quedaba contigo cuando todos los demás se iban, la que siempre daba oportunidades sin llevar la cuenta, a ese pequeño ser que se empeñaba en ver lo bueno en todo incluso de lo que en realidad no existía para otros.
Esa chica tan sencilla que adoraba las palabras y los recuerdos, que no anhelaba ser princesa, solo ser ella y bastaba, supongo que por eso caí a sus pies al conocerla.
Cada pedazo y centímetro de ella, era todo lo que ya no encontraba en nadie.
Incluso sus besos eran tan...extraordinarios, capaces de dejarme sin aliento, haciéndome olvidar todo lo gris de las cosas.