La mañana de este sábado es cálida, coloco uno de mis vinilos en el viejo tocadiscos que papá me regaló hace tiempo, era de mi abuelo, aun lo recuerdo demasiado, tenía diez años cuando falleció, pero aún tengo muy presente como era cuando llegaba a casa o cuando iba a visitarlo, casi puedo sentir el olor a chocolate caliente de la abuela y el de flores silvestres al salir a su jardín, cierro mis ojos y es como si pudiera entrar corriendo hacia su mecedora, saltaría hasta que estar sentada en sus piernas y abriera uno de los libros que solía leerme_ hasta puedo decir que me los se de memoria, Peter pan, Matilda y el principito, los leo al menos una vez al año, me devuelven a aquel lugar_ una vez que cerrará la contraportada le rogaría que lo iniciara de nuevo. Después la abuela nos llevaría una taza de chocolate caliente, el cual me bebía gustosa sin importar que al primer sorbo me derritiera de calor, después iría al jardín con ella, haría un sin número de preguntas acerca de los nombres de cada una de las hiervas y flores en el lugar, aunque las olvidaría al poco tiempo. Por la tarde tal vez me llevarían al parque donde obtendría un helado de chocolate o un algodón de azúcar, me quedaría dormida sobre el regazo de la abuela mientras me acunaba en el antiguo coche que tenían, me dejarían en casa una vez mis padres llegarán del trabajo y lo más seguro es que ni cuenta me daría a que hora fui a para a mi cama, sino hasta la mañana siguiente en la que al abrir los ojos visualizaría el dosel rosado sobre mi, me prepararía para la escuela con el uniforme debajo de las rodillas y mis merceditas de charol, mamá me habría preparado un rico desayuno y papá me daría un cálido beso en la mejilla para despedirse.
Una lagrima se me escapa sin poder evitarla, es triste darse cuenta que ciertas cosas jamás van a volver a ocurrir, ver cómo se han desvanecido en el tiempo, lo que darías por volver a un solo día de aquellos, uno solo, todo era tan simple, tu mayor preocupación era salir corriendo en cuanto vieras un grupo de enfermeras con una inyección o conseguir caramelos. Ahí estas pequeña, siempre soñando e imaginando, es imposible pensar en la maldad que puede haber en el mundo, vez todo lo que tienes y eres feliz, pero nunca pensaste que aquello solo era un momento y que algún día se esfumaría así sin más, que un día despertarías y ya no hay más chocolate caliente, ya no hay más libros, ni helados o algodón des de azúcar en el parque, tus abuelos ya no están y tus padres han envejecido, y lo que a veces es aún más aterrador, tú ya eres otra persona completamente diferente, no queda nada de esa niña con coletitas andando de aquí a halla, ya no pretendes, la realidad se comienza a hacer cruda, o más bien te empiezas a percatar de ello, ojalá existiera nunca jamás.
Folklore empieza a sonar en cuanto el cartucho hace contacto con el disco, ha sido uno de mis álbumes favoritos estos últimos meses, digo porque suelo cambiar de álbum favorito cada que se me da en gana, supongo que éste depende de mí estado de ánimo. Me dispongo a limpiar los estantes de mi habitación donde guardo mi colección de discos y libros, es un mueble bastante grande y en realidad me esmero por que todo se mantenga como nuevo así que me tomará toda la mañana, pero también he prometido llevar una tarta de chocolate para Morgan, así que me limito a ordenar únicamente la sección de discos que son los primero que tengo a la vista.
Después de un rato bajo a la cocina, mamá no está, seguramente ha salido a hacer el súper como lo hace cada fin de semana, bueno, al menos tendré todo el espacio para hacer de la mías, no es que me moleste cocinar con ella, al contrario, siempre que lo hacía aprendía algo nuevo, pero esto era algo especial y quería que viniera completamente de mí, además del pastel pienso hacer algunos bocadillos para colocarlos en mesitas o algo parecido.
Después de una hora mi madre aparece en la estancia, comienza a ayudarme, aunque no era precisamente lo que quería su ayuda me cae como anillo al dedo el tiempo comienza a apremiarme. Sus manos se mueven con agilidad, mientras trabajamos, conversamos, bromeamos, compartimos ideas y reímos, hoy lleva sus cabellos dorados recogidos en una coleta, dejando al descubierto las finas líneas que ya se forman en las comisuras de sus ojos azul claro, el único rasgo físico que he heredado de mi madre, por lo demás soy la replica exacta de mi padre, cabello castaño claro, cejas un tanto pobladas y desordenadas, las de ella son finas y ralas.
Finalmente acabamos, es increíble la sensación de satisfacción que siento al terminar todo este tipo de cosas, tal vez es una de las actividades que podría hacer toda la vida. Mi madre siempre dice que es mejor cuando haces todo con amor, ahora lo entiendo, el esmero que había puesto en todo esto por el simple hecho para ser para una de las personas más importantes para mí, hizo que todo quedara increíblemente bien.
_ Bien, creo que podrías dedicarte a esto y sin duda serias reconocida por tu trabajo_ asegura mamá admirando las bandejas llenas de bocadillos.
_ Posiblemente, imagínate yo dueña de una reconocida cafetería en Paris _ contesto con alarde haciendo ademan de que sería algo épico, ella ríe ante mi comentario _ ¿Qué? he oído a muchos que les encantan las cafeterías de Paris e incluso podría ser una pastelería o algo parecido.
_ No dudo que tienes la capacidad de hacerlo, solo que me cuesta mucho imaginarte viviendo en Paris y yo hasta acá a kilómetros de distancia.
_ Bueno, dudo que eso pase, en primer lugar, necesitaría un buen presupuesto para iniciar, sin contar toda la experiencia que me falta, después de todo no soy profesional en esto_ afirmo encogiendo los hombros.
_ No te subestimes así, si te lo propones estoy segura que lo lograrías, realmente eres buena y te lo digo yo que llevo años en este mundo, tal vez no precisamente en repostería, pero si en lo que respecta este tipo de negocios_ sostiene con seguridad, haciéndome un guiño.