Al sentirme solo buscaba escapar de todo el tormento que vivía, y en el momento más oportuno me invitaron a unas vacaciones a la playa con unos amigos y un vecino de la casa de mis padres.
Eran unos cuantos días que iba estar lejos de mi casa y pensé que todo lo que sentía quedaría en ella y por fin me liberaría del mal. Entre las maletas y preparativos nos montamos en el automóvil y emprendimos el viaje con mucho entusiasmo. No sentía miedo, no pensaba en lo diferente que era, solo reía, al llegar me conseguí con un paisaje muy hermoso.
Una hermosa bahía y un pueblo pesquero llamado Chichiriviche, eran todo un paraíso, playas, ríos y bosques en un solo lugar. Llegamos esa noche a la casa y rápidamente fuimos al pueblo a las fiestas de San Miguel Arcángel, celebración que se daba en ese lugar, éramos dos adolescentes y tres niños contemporáneos a mi edad.
La primera noche fue increíble no sentía nada paranormal, me sentía muy bien, bailé y disfruté de las festividades del lugar, al siguiente día me lo gocé yendo a la playa y el río.
Muy cansado ya al anochecer, decidimos dormir arriba del techo de la platabanda. Era un tercer nivel y la única forma de subir allí era con una escalera larga de aluminio, al subir las colchonetas la madre de Eduardo, mi amigo, nos quitó la escalera y nos gritó desde abajo:
-Ustedes todas las noches se van y llegan de madrugada, hoy se duermen temprano.
Nos quedamos atónitos buscando la forma de bajarnos pero no la conseguimos, entonces decidimos acostarnos y contemplar las estrellas, en el cielo se veían las estrellas completamente y eso por la escasa luz que reflejaba el pueblo, se podía ver el cielo como si flotaras en el inmenso universo.
Eduardo, Yeron y yo nos quedamos acostados observando el cielo, cuando contemplamos un grupo de 5 estrellas que se movían y luego se quedaban inmóviles, recuerdo el comentario de mi amigo Eduardo:
-Ahora debe estar un astrólogo con un enorme telescopio persiguiendo esas estrellas.
Yo no sabía mucho de astrología y le pregunté:
-¿Cómo se llaman esas estrellas que se mueven?
Me responde Eduardo:
-Son estrellas fugaces.
A lo que Yeron responde:
-Ah, pero ¿las estrellas fugaces no son las que pasan a una velocidad sin detenerse hasta que se pierden en el infinito?
Yo permanecía en silencio analizando lo que ellos decían hasta que de pronto me quedé profundamente dormido, no se la hora pero sentía que soñaba, me pare de la cama, observé a Eduardo dormir, me puse los zapatos, me amarré las trenzas, me detuve inmóvil en el filo de la platabanda y me lancé, sentía que flotaba y llegué al piso sin tocarlo y comencé a caminar flotando hacia el portón de la entrada de la casa, brinqué sin mucho esfuerzo y pasé por encima del portón, al caer del otro lado noté que un perro que ladraba mucho se quedó observándome fijamente sin ladrar y comenzó a aullar como si le dolía algo, lo ignoré y proseguí flotando por todo el camino, en el recorrido había un paso de río en el cual pasé suavemente flotando más elevado del piso ¡Como disfrutaba ese sueño! Comencé a ir más rápido pero ya al llegar a mi destino, me encontré con un paisaje hermoso: la luna llena iluminaba el mar y en la bahía se veía el reflejo de la luna como un poderoso faro, la bahía se encontraba muy tranquila y me vi en todo el medio de la orilla, me dije:
-¡Qué vista!
Era como un cuadro pintado. Al rato algo me sorprendió y noto que de la bahía comenzó a una enorme luz, muy radiante, que me cegó y un millón de voces aturdían mi mente y comencé a sentirme atraído por la luz, que cada vez se hacía más y más fuerte, traté de mirar mis brazos que se iban desapareciendo, la luz estaba muy dentro de mí, tenía la extraña sensación que parecía que estaba encendido en fuego pero no sentía calor, cuando de pronto despierto del sueño, sudado y acalorado, casi no podía abrir los ojos por la luz del sol que me cegaba, me senté a limpiarme los ojos con las manos para aclarar mejor mi vista, miro a mi alrededor para despertar a mis amigos y me doy cuenta que no estaba en la casa, el pánico me invadió y la desesperación se apoderó de mí. Al verme montado en una lancha pesquera, un pequeño peñero ya viejo y abandonado que se encontraba casi fuera de la bahía, ya en el mar abierto, comencé a llorar de desesperación y entre mis dudas me decía:
-¡De seguro me paré sonámbulo!
Me veo los zapatos puestos y los toco, estaban completamente secos, mi mente no me daba para pensar más, no entendía que me había pasado y como llegué allí, lo peor de todo era como iba a regresar, el mar era oscuro y muy fuerte. La orilla de la playa se veía muy lejos, casi no lograba verla con el paso de las olas, me jalaba el cabello, grite hasta más no poder, le decía a Dios:
-¿Por qué eres tan cruel conmigo? ¿Por qué me odias si yo jamás le he hecho nada a ninguna criatura viviente? ¿Por qué? ¿Por qué?
Lo repetía muchas veces hasta que algo muy dentro de mí, me hizo calmarme como si nada hubiese pasado, me sequé las lágrimas y empecé a observar cuál era la lancha más cercana para irme acercando a la orilla, la miré y me lancé al agua, nadando de la manera más rápida, sumergiendo mi rostro en el agua, para asegurarme de que ningún pez me hiciera daño, y notaba la profundidad del mar que me asustaba y nadaba más rápido, llegue a otra lancha, descansaba aproximadamente diez minutos y me volvía a lanzar hasta la otra lancha que me acercaba más a la bahía y así logré llegar a la orilla extremadamente cansado, me lancé a la arena y dije:
-Gracias mi Dios por hacerme llegar hasta aquí, ahora dame fuerza para pararme y llegar a la casa.
Con tan solo 14 años de edad, mi mente no me daba para saber que me pudo haber pasado, un señor pescador nativo del lugar me vio y me dijo: