Siempre hay consecuencias, algunas veces llegan tarde y otras, como es este caso, llegan de inmediato y de una forma que te garantiza un dolor inigualable. Kuki Kara yace agonizante con el tridente encajado en su abdomen, sigue arrodillado y sin decir ni una sola palabra. Como si al hacerlo se rompiera el hechizo. Los tres estamos conmocionados al ver que, quien nos guió y nos ayudó en esta guerra, está al borde de la muerte.
Nadie dice nada, es un silencio sepulcral y temo leer la mente de Kuki Kara y no encontrar la nada misma. Sé que tal vez dudé mucho de Izanami por todo lo que tuve que sacrificar y siento que fue en vano, pero dejo eso de lado para hacer que ella nos ayude, que cure a Kuki y podamos salir a ayudar al mundo. Pongo todo mi esfuerzo y motivación en ello. Dejo de lado hacerme el listo y pierdo el control de mis emociones soltando las lágrimas que pueda y gritando de desesperación. No tarda en invadirnos un gran brillo, hemos sido convocados a la Alta Planicie Celestial.
En vez de encontrar a Izanami, con quien necesito hablar y rogarle al ser la madre de Kuki, me encuentro con Izanagi, con un kimono azul y detalles plateados, como las estrellas bordadas en el haori y el haori himo en un distintivo color plateado. Su cabello aún más largo que el de Kuki Kara está fuertemente atado en un moño y es igual de oscuro que su barba. Ambos estamos en un pequeño jardín entre tantos palacios enormes, el suelo está hecho de nubes y por arriba de nosotros hay un cielo morado con estrellas tan resplandecientes.
— Así que este es el Jayden del que Izanami tanto me habló —mi instinto me dice que debo hacer una reverencia, provocando una pequeña risa de Izanagi, aunque no para regañarme—. Hijo, no es necesario hacerlo, solo quería ver al sucesor de mi hijastro. Supongo que este cambio brusco debió alterarte, ¿no es así?
— Yo… pensé que estaba preparado a medida que Kuki Kara me hablaba de todo esto, como ya he participado en una guerra jamás pensé que sería más dolorosa.
— Nadie está preparado nunca, la vida puede cambiar tan rápido como es un parpadeo.
— Aunque a veces el cambio es tan malo que no sabes qué hacer.
— La noche en la que te consagraste como un dios fue diferente a las de otros dioses y kamis, en sí todos ustedes son jóvenes en un mundo distinto al que nosotros vimos y experimentamos en su momento. Me pareció peculiar que solo ha habido dos dioses cuyas peticiones han sido radicales y curiosas, la primera es la de Kuki Kara y la segunda es la tuya. He de suponer que él ya te ha contado su historia, pero quiero enfocarme en ti.
Eso me hace acordarme que él está en el borde de la muerte y me alarmo, a lo que Izanagi responde poniendo su mano en mi hombro
— Calma, muchacho, Izanami sabe lo que hace y yo también, todo a su momento. Volviendo al tema, Izanami me convenció de colaborar para que te enfocaras en ser el dios que eres, pero ahora vemos que eso te ha dañado más de lo que te ha ayudado. Dime, ¿Qué es lo que hace que tu conexión con los humanos sea tan fuerte?
— Principalmente porque soy un humano o nací como humano, pero la razón por la que quiero volver a Racyn City y a Los Ángeles es porque las personas en las que más confío y más me han mostrado su amor están ahí, me han ayudado a saber quién soy, jamás me juzgaron, mis padres jamás me juzgaron por ser un héroe de guerra estadounidense o por tener poderes, Axel no me juzgó al pedirle que ocultara mi identidad en Japón para no deshonrar a mi familia, Sena jamás me juzgó por no encajar en el país. Me han dado la fuerza que necesito.
— He pensado mucho en esto e Izanami está indecisa sobre el tema, pero queremos ofrecerte una oportunidad. Quieres tener una vida humana y debes seguir con tus responsabilidades de un elemental, puedes combinar ambas para que puedas ser feliz.
— ¿Está diciendo qué…? —me quedo impactado al saber que ambos me han demostrado que les importo, no solo me están usando para limpiar un error.
— Puedes tener ambas vidas, podrás dedicar tiempo para tu vida humana, ya sea salir con tus amigos o dedicarte a un sueño siempre, y cuando se te necesite estarás en tu palacio o en la Alta Planicie cumpliendo con los trabajos que vayan surgiendo.
— Sí, yo quiero eso —lloro de felicidad e Izanagi se alegra como nunca, aunque entre uno de los tantos palacios a un samurái que reconozco como Hachiman, vi un dibujo de él en el diario de Chikyu—. ¿Puedo hablar con Hachiman?
— Eh, claro —Izanagi detiene a Hachiman y me lleva a él—. Tu descendiente quiere hablar contigo, es lo mínimo que debes hacer y lo sabes bien.
Hachiman acepta a regañadientes y entro a su palacio, mientras que Izanagi, un poco evasivo, se queda afuera esperándome. El palacio de Hachiman es parecido a la sala de entrenamientos de los castillos que Masato me hizo visitar y a los dibujos más antiguos. Hachiman se quita el casco y deja ver su rostro cuadrado y con algunas cicatrices y con el poco cabello plateado que le queda.
— No los odio si es lo que quieres saber, pero no puedo estar cerca de ustedes al representar mi mayor error.
— Pero venimos de ti, no puedes ignorarnos, con tres de tus cuatro hijos muertos y el único vivo al borde de la muerte necesito saber por qué crees que nos debes de rechazar y tratar así.
— Ya te dije que fue mi error, muchacho, no busques entre líneas.
Editado: 09.05.2024