Sintió que se ahogaba. La respiración se le dificulta y su cuerpo se hunde bajo un mar cristalino.
Quiso gritar, pero su voz no la acompañó. No entiende nada. Recuerda que el taxi en que viajaba chocó, que los hierros aprisionaron su cuerpo, y el dolor fue tan fuerte que perdió el sentido.
Si estaba muerta no lo sabe. Si aquello es el cielo o el infierno tampoco. Pero no está sola. La gente a su alrededor la contemplan extrañados. Susurran temerosos sin que ella pueda entender lo que hablan.
Observa a su alrededor, confundida. Es un paisaje campestre, de extensas llanuras, siembras destruidas y casas humildes consumidas por las llamas. Los gritos se mezclan con el relincho de caballos y con el ruido de lucha en los alrededores. Solo unos pocos que se cruzan con la llamativa mujer de largos cabellos negros detienen su huida sin creer lo que ven.
Alejandra no alcanzó a dar unos pasos cuando se vio rodeada de hombres que la miran con curiosa maldad. Retrocedió con cautela y sus peores ideas se hicieron presentes cuando uno de ellos trató de abalanzarse encima.
En ese momento alguien de más alta jerarquía les gritó y les dijo algo en su extraño dialecto. No solo se encuentra en un lugar desconocido, sino además hablan en una lengua que no entiende.
La tomaron con brusquedad del brazo y la subieron arriba de carro junto con otros que lloran y se lamentan de su suerte.
Alejandra no solo está confundida. Empieza a sentir miedo de lo que pasará con ella. Si tan solo pudiera tener su teléfono celular y llamar a casa, pero no tiene su cartera a su lado. Ni siquiera su ropa. Viste con una tela blanca y sucia, y anda descalza, lo que es incómodo para alguien acostumbrado a usar siempre zapatos.
Luego nota otro detalle, es la única persona en todo el grupo que tiene el cabello negro. El resto de quienes van en la carreta y sus captores, son rubios o de castaños claro.
Se da cuenta que no hay vehículos, no ve que alguien cargue con algún teléfono celular o algún otro tipo de aparato tecnológico. Algunos hombres cabalgaban con visibles heridas, otros caminaban a pie agotados y respirando ruidosamente.
A lo lejos el humo negro de las casas incendiadas muestra los escombros que han quedado de un pueblo que acaba de ser atacado, solo ruinas, leves fogatas y humo por todos lados. Supuso que los otros pasajeros de aquel carro pertenecen a ese lugar ya que extienden sus manos llorando casi a gritos.
¿Dónde está? porque luego que el taxi fuera chocado despertó en este lugar.
Apoyó su frente en los barrotes de madera. Siente frío y hambre. Sus dedos congelados se empapan del fresco lodo que se acumulaba al fondo de la carreta. Pero no puede preguntarle a nadie porque cuando intentó hablar la miraron aterrados.
Se detuvieron frente a un enorme muro con dos inmensas e imponentes puertas que les cerraba el paso. La gente de los alrededores se detiene con curiosidad mirando a la chica de cabellos oscuros. Algunos incluso se inclinan en el suelo haciendo plegarias al cielo.
Las puertas se abrieron con lentitud, siendo arrastradas por dos enormes ruedas de cadenas que unos hombres empujan con fuerza.
La paja del suelo de tierra, en el interior, se adhirió a las patas de los caballos, así como a las ruedas. Se escucha el incesante cloqueo de una gallina, y lo que parece el mugido de un buey. El lugar es inmenso, la gente grita ofreciendo su mercadería, y otros se acercan a pedir dinero o algo de comer. Pero todos detienen sus ojos sobre aquella mujer de cabellos oscuros.
Alejandra contempla estupefacta aun sin creer lo que sus ojos ven. Se siente incómoda por la fija atención de quienes se detienen a mirarla. Todo lo que ve le recuerda a esas películas de Reyes y caballeros de la época medieval, que había visto en la televisión. Más aún, porque al fondo se alza un enorme e imponente castillo de piedra.
Llegaron a la entrada de aquel, donde otras puertas fueron abiertas para dejarlos pasar. Algunos jóvenes aprendices, llevan los caballos rumbo a sus establos, mientras otros hombres practican con sus espadas. No hay un jardín enorme ni suntuoso como en otros tipos de castillos, el terreno extenso, que no carece de árboles, se utiliza más para practicar las "artes" de la guerra.
Fue sacada de sus pensamientos ante los lamentos de quienes viajan con ella al encontrarse con familiares y conocidos contándoles sus penurias. Los tipos que la habían subido al carro la bajaron casi a tirones porque asustada, Alejandra se negó de un principio a descender.
La llevaron adentro del castillo. Y la dejaron en una sencilla habitación donde unas mujeres la bañaron, la perfumaron y la vistieron más pintorescamente, con una túnica blanca, una tiara, pulseras, y collares. Le colocaron como zapatos unos botines celestes de tela gruesa, y tomaron parte de su largo cabello levantándolo sobre su cabeza. Cuando la vio el hombre que anteriormente la había salvado de ser ultrajada, sonrió satisfecho. Le indicó con señas que lo siguiera. Confundida aún con todo lo que está pasando lo siguió en silencio aun creyendo que su mente le está jugando una extraña broma, en cualquier momento despertará en el hospital. Y todo esto solo quedará como uno de aquellos raros sueños que se mantienen como recuerdos inútiles dentro de su cabeza.
Se detuvieron frente a dos puertas que da a una enorme sala. La altura de estas es demasiado para que sea una simple habitación.
Esperaron un par de minutos hasta que las puertas se abrieron y una sirvienta menuda se acercó susurrándole al hombre que guiaba a Alejandra, sin poder evitar mirar con curiosidad la negra cabellera de la joven que está a su lado. El individuo sonrió y agarró a la mujer del brazo para llevarla adentro de la sala.
Editado: 16.03.2023