La riqueza no lo compra todo

Capítulo 23: Las disculpas más dolorosas

No puedo creer que Balder no me haya contado que es adoptado, entiendo que primero no se fiaba de mí para contarme algo tan personal como eso, pero ahora… después de casi un año, sigue sin contarme nada al respecto.

Bebo el vaso con agua y miro a la persona que pensé que le había dado la vida al hijo de Odín, aunque ahora ya no sé nada. Sin embargo, estoy bastante segura de que Marie es la madre de Balder, puede que no lo sea biológicamente, pero la familia no se termina en la sangre.

—¿Él es adoptado? —Pregunto alzando ambas cejas. 

—Algo así, Balder nació y su madre murió por una complicación en el embarazo, después de unos años el padre de él me dijo que cuidara a su pequeño, ya que le habían diagnosticado una enfermedad terminal —cometa y luego agrega—. Balder siempre se sintió culpable por todo lo sucedido en su vida.

Oigo la historia y mis ojos se comienzan a cristalizar al entender la razón por la que se había enojado por el pequeño. Balder está triste por repetir su historia al pequeño Antony, ahh… me olvidaba de contar que ya hemos elegido el nombre del pequeño que vendrá muy pronto.

—¿Cómo te trata Antony? —Pregunta ella.

Suelto una risita divertida ante la pregunta, ya todo había mejorado desde el primer mes. Doy las gracias a todos los médicos.

—Ahora estoy muy bien. —Hago una mueca con mis labios al recordar todo lo vivido, bueno, solo lo malo—. Antes pensé que me estaba muriendo.

Ella me mira a los ojos y bebe un poco de su propia agua.

—Con Alec me pasó eso, no sabía lo que me pasaba hasta que el médico me dijo: No, señora, no se está muriendo —comenta ella.

Comienzo a comprender la pica entre Balder y Alec, creo que Balder no puede ganárselo y Alexander nunca lo va a tratar como un hermano verdadero. Seguro que él piensa que el hijo de Odín le quitó parte de su vida.

—Bueno, no sabía que era tan… —Me encojo de hombros tratando de buscar una palabra justa para la situación, pero no la encuentro.

Marie alza ambas cejas.

—¿Tan peculiar que da miedo?

—Sí, es muy raro y no es que no me agrade, es… No lo sé, no creo que… —No encuentro las palabras que deseo y me comienzo a frustrar ante la situación.

La mujer parece comprender, me toma de la mano y me brinda su apoyo. Debo confesar que me falta un poco de sostén de parte de la familia de Balder, pero creo que puedo confiar en su madre.

—Ve a ver a mi hijo —dice con seriedad en su tono de voz.

Aquello me suena a una obligación, no me gusta que me obliguen a nada, pero quiero ir a ver a Balder, ya que su día no ha terminado para nada bien. Todo se ha dado vuelta dramáticamente.

Saludo a la madre del hijo de Odín y camino rumbo a nuestra habitación, al entrar lo observo sentado en la cama, así que me acerco y me siento a su lado. Él me mira con el ceño fruncido y luego se pone de pie para caminar hacia el ropero y sacar una caja, luego se sienta y me la entrega.

—No lo abras hasta que yo muera —susurra con sus ojos cristalizados.

Debo confesar que la simple idea de que Balder me entregue una caja extraña para después de su muerte no me agrada en lo absoluto. No entiendo lo qué es, me da miedo que luego no pueda decirle nada.

—Pero y si tengo preguntas. —Alzo ambas cejas.

Él me mira con el ceño fruncido y se acerca a dejar un beso sobre mi frente, se aleja acostándose en la cama y observa el techo con admiración, luego me observa y al pequeño Antony, acaricia mi vientre y no me responde.

—Balder…

Él niega con la cabeza tan solo una vez.

—No vas a tener preguntas, créeme… —Me dedica una sonrisa ladina y sus ojos se vuelven a cristalizar—. Es para Antony, no quiero que mi hijo piense que está solo en este mundo.

Tomo su mano, con lágrimas en mis ojos y me las seca él con una de sus manos libres, vuelve a acercarse y deja un beso casto sobre mis labios.

—¿Qué sucede Balder?

—Mañana es mi último día… —Hace una pequeña pausa y me observa—. Todavía no me he disculpado con las personas que más deseo disculparme.

—Balder, ellos no tiene nada que perdonarte. Estoy segura de que ellos te desean pedir perdón por no estar acá —respondo llena de seguridad en mi tono de voz, creo que esto del embarazo me está volviendo un poco melancólica y no me agrada mucho—. Ecuchá, no tenés que pensar que debés pedir perdón, no hiciste nada.

Él se vuelve a sentar y su ceño se frunce ante mis palabras. Al parecer algo de lo que le dije no es de su agrado, pero no he dicho nada malo, solo trato de ayudarlo.

—Da igual, mañana iré a pedirles disculpas y…

Me acerco y lo abrazo con cariño, él me regresa el abrazo y llora sobre mi hombro. No puedo verlo así de mal, no puedo pensar que esta es su última noche con vida. Con cuidado se va separando y me mira a los ojos.

—No te preocupes. Mañana vas a ir a la madrugada a ver a tus padres, mañana va a ser ese día… —Asiento con la cabeza más de una vez—. Y el veintinueve daré a luz a este bebé, pero sé que vas a estar ahí.

Él se queda callado por un instante, Balder sabía que su madre me iba a contar la historia, él sabía que su madre no podía dejar la boca cerrada.

Luego de unos segundos, su voz se hace presente.

—No quiero dormir… No puedo —dice con sus ojos casi cerrados—. No quiero, Camila. Tengo miedo de morir.

Me recuesto a su lado con una pequeña sonrisa sobre mis labios y niego más de una vez ante su comentario.

—Tranquilo, no vas a morir esta noche.

—¿Cómo lo sabes? —Cuestiona con el ceño fruncido sin comprender mis palabras—. ¿Cómo puedes estar tan segura de eso?

Hago una mueca de pensamiento y lo observo directo a los ojos, una pequeña sonrisa se apodera de mis labios y me encojo de hombros.

—Bueno, no lo sé, pero vos estabas seguro de que tendríamos un niño y sí, así que yo digo que esta noche no vas a morir. —Muy dentro de mí siento que esas palabras son reales.



#25020 en Novela romántica

En el texto hay: romance, dolor, multimillonario

Editado: 23.09.2021

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