La ultima vez que lloré.

Capítulo XII: Inalcanzable

Hay cosas que no puedo creer, por ejemplo, que estoy empacando para ir a la playa, para ser sincera siempre he querido ir. George está igual que siempre, serio (me gustaría saber que pasa por la cabeza de ese hombre), no tengo ni idea de que llevar. Creo que lo mejor será preguntarle a George. 

Fui a la oficina de George, pero él no estaba, por eso lo busqué en otras partes de la casa. Al final lo encontré dormido en la biblioteca con Audrey acostada sobre su pecho, esa es una escena demasiado tierna para dejarla pasar, así que les tomé una foto. 

Quiero preguntarle, pero no lo quiero despertar, así que vuelvo a mi habitación, no puedo hacer más hasta que él despierte o Audrey lo haga. 

Doy varias vueltas y decido meterme un rato en la piscina, la gente dice que uno se acostumbra rápido a este tipo de vida, pero no creo que sea así, no me he acostumbrado, hay días en los que George se va a la empresa y no están ni Elaine, ni los de servicio y esta casa sigue siendo demasiado grande; y ni hablar del auto (no es que no creyera que jamás tendría uno, pero que de pronto simplemente te digan que un auto es tuyo es un poco chocante, en especial si no hiciste nada para conseguirlo). Ahora bien, amo el patio, es casi como tener un enorme parque en la parte de atrás de la casa, suelo pasear por el patio con Audrey, sin embargo, el paseo más memorable que ha visto este patio fue un día de lluvia, jamás he vuelto a ir tan lejos. 

Audrey está llorando, supongo que con eso George se ha despertado, me cambie y entre a la casa. 

— George — le digo — ¿me puedes decir que tipo de ropa debo llevar al viaje? 

— Ropa cómoda — me dijo— regularmente se lleva ropa ligera que sea fácil de quitarse para así entrar en el mar. Pero no te preocupes por eso, puedes llevarte lo que quieras. 

— Bien, no tengo mucha ropa corta, pero creo que tengo un par de Jeans que puedo recortar — le dije, pero él no me dijo nada. 

Termine de empacar mis cosas, luego baje a hacer la cena, solo preparo algo sencillo y le hago un puré de manzana a Audrey. 

— George, ¿y tú que llevaras? 

— Nada, yo no iré — me dijo en su constante tono sobrio. 

— ¿Que? ¿por qué? 

— Tengo mucho que hacer. 

— Dime por favor que estas bromeando — le dije en un tono casi suplicante. 

— No, no bromeo. Ve con Audrey y disfrútalo. 

— No, si tu no vas no tengo porque ir yo. 

— Estas invitada y cuidaran bien de ti. 

Ni siquiera terminé mi cena, me levanté de la mesa, tomé a la niña e iba a subir las escaleras. 

— Niña ¿a dónde vas? — me pregunto. 

—  A desempacar — le digo enojada. 

— No seas necia, estás haciendo cosas innecesarias. 

No le respondí, y él se quedó parado al final de la escalera, me fui a mi habitación y me senté en la cama. A veces George puede ser un amargado (¡rayos, estoy actuando como una inmadura!). Pero en serio, él me desconcierta. 

George tocó a mi puerta y se quedó mirándome fijo. 

— ¿No que querías ir a conocer la playa? 

— Si, pero quiero que tú vayas también. 

— ¿Por qué? 

— No lo sé... tal vez estoy siendo muy necia e infantil, pero si voy a ir a la playa quiero que estés ahí; Se supone que todos iríamos como una familia y eso era lo que más ilusión me hacía. 

— Me sorprendió que te hayas impuesto de ese modo — me dijo y yo solo lo mire de reojo. 

— Ya que sé que anhelabas esto no lo arruinaré, pospuse las reuniones, iré con ustedes, aunque no aportaré nada a la diversión. 

— Sé que no vas a hacer bromas ni nada de eso, tu presencia basta para mi excusa de estar en ese lugar. 

— Aunque vayas sola eres una invitada. 

— Me invitaron porque soy tu esposa; y mi vínculo con ellos eres tú. 

— Estás diciendo tonterías — me dijo. 

— Además, te vendría bien un poco de sol (si no es que te desintegras). 

— Como ya resolviste tu problema, baja y acaba de cenar — me dijo. 

Él siempre me trata como a una niña, y pensar que tanta gente lo juzga mal (ok, entiendo que con esa expresión neutral de su rostro y ese extraño aire que tiene puede ser muy intimidante) sin embargo, George está entre las mejores personas que conozco y que tal vez llegue a conocer en toda mi vida. 

Me pregunto por qué cuando irás a algún lugar emocionante casi no puedes dormir la noche anterior, he perdido la cuenta de las veces que me he despertado esta madrugada. 

— Serenity — me dijo durante el desayuno — cuando John y Sarah lleguen con los niños, nos vamos a buscar a Antonio y su familia. 

— ¿Cuánto duraremos de camino? 

— Poco más de dos horas. 

— ¿Dos horas?; pero si ni siquiera estamos cerca del mar, creía que duraríamos mucho más en el camino (y más tomando en cuenta el tránsito). 

George entrecruzo un poco la ceja, como si algo le confundieran, pero no tuvo tiempo de decir nada cuando entraron los hijos de John corriendo (por suerte y se sienten intimidados por George, porque si no derrumbaría el lugar). Él puede hacer que dejen lo que hacen solo con mirarlos. 

— Hola, ¿cómo están? — nos dijeron John y Sarah. 

— Bien —   les contesto yo. 

— ¡Ya vayámonos! — dijo George como si fuera una orden. 

— George, no seas así — le dijo John — acabamos de llegar déjanos descansar, ha sido un lio tremendo arreglar a los niños esta mañana. 

— Nadie te mandó a saltarte la regla de los tres años — le dijo George. 

— Tú rompiste esa regla. 

— Eso fue un accidente. 

— Sí, y accidente, accidente y accidente — dijo John señalando a cada uno de sus hijos. 

— John — le dijo Sarah — recuerda no decirle así a los niños. 

— Ellos saben que los quiero. 

A decir verdad, no entiendo mucho de lo que acaba de pasar. 

— Que tal si nos tomamos un café y luego nos vamos — le sugerí. 




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