Las adversidades de Sara y su fortuna

Mi encuentro con Harald

Eran las siete de la mañana cuando mi despertador sonó, faltaba tan solo un día para comenzar a trabajar. Así que, me levanté y dediqué toda la mañana a limpiar y organizar mi apartamento. Tomé las cosas que solía compartir con mi ex y las arrojé a la basura, cada vez que lo hacía me decía a mi misma que ahí iban todas mis ilusiones con él. 

Tal vez el hecho de pensar en mi nuevo empleo me motivaba a seguir con mi vida llena de alegría, olvidé durante horas que alguna vez tuve un amor que me ilusionó sobremanera y luego se fue sin dar explicaciones. Definitivamente, solo necesitaba algo en qué pensar, algo en qué ocupar mi mente para así recuperarme del dolor emocional, dolor que con el correr de los meses se transformó en físico, pues enfermé al no querer comer ni hacer nada mientras mi ex se daba la buena vida con aquella mujer. 

En ese momento, para hacer de la limpieza algo entretenido, puse algo de música. Un poco de pop alemán de los años ochenta no caía nada mal, y menos si se trataba de Falco, un excelente artista que sin duda encantó al público dentro y fuera del país. Mientras bailaba y simulaba ser la artista, pude ver que la pantalla de mi teléfono estaba encendida. 

—Una llamada perdida —dije entre balbuceos mientras miraba el dispositivo. Rápidamente bajé el volumen de la música y esperé si nuevamente volvían a llamar pues no tenía el número registrado —¿Y qué tal si es de la compañía? — me preocupé  —no he comenzado  y ya metí la pata. El teléfono volvió a sonar y rápidamente contesté. —¿Hola?

La persona del otro lado del teléfono se quedaba callada, no decía absolutamente nada y yo no estaba para perder el tiempo. Así que, colgué y seguí con mis asuntos domésticos. Una vez más la persona llamaba, contesté y de nuevo se quedó callada. Colgué y apagué el teléfono por unos minutos, la verdad es que estas cosas jamás me han parecido graciosas. 

Cuando terminé de limpiar por completo, salí al supermercado a comprar víveres y algunas cosas para mi aseo personal. Al llegar a mi destino, me encontré con mi ex. 

—¡Sara! —Harald pronunciaba mi nombre varias veces mientras que yo lo ignoraba. En realidad no quería que se acercara a mí aunque en el fondo moría por voltear a ver sus ojos una vez más. —Sara, por favor espera. 

Yo seguía caminando en busca del pasillo de cereales, pero él me alcanzó. Por un momento quise gritar y fingir un ataque por parte de Harald, aunque en realidad mi garganta no me ayudó en ese instante. Fue entonces cuando me atreví a responder su llamado —¿Qué quieres, Harald?

Ahí estaba, parado frente a mí como si quisiera abrazarme o qué sé yo. Pero no decía nada. 

—¿Qué quieres? —nuevamente pregunté, pero esta vez más cortante. 

—¿Podemos hablar?

—¿Hablar de qué? ¿De las llamadas de tu novia o de la fotografía que me envió recientemente con una nota estúpida en la parte de atrás?

—¿Cuál fotografía? —preguntó como si no supiera nada, pero yo no lo creí —¿de qué fotografía hablas?

—La que nos tomamos hace tiempo cuando visitamos el parque de diversiones ¿recuerdas? El lugar en donde fue nuestra primera cita, aquella foto que tomaste como recordatorio de ese día —comenté. 

Harald parecía estar disgustado —¿Por qué hizo eso? le he dicho mil veces que no haga nada para molestarte. —suspiró —esa foto tenía un gran valor sentimental para mí ¿Aún la tienes? 

—ve y busca las cenizas en mi departamento —le di la espalda y di un par de pasos buscando las cosas que iba a comprar. Creí que Harald se había ido, pero todo el tiempo me siguió. 

—Sara, sé que me odias y no te culpo por eso. Pero quiero dejar en claro que no permitiría que Bettina te amargue la vida. 

Me dio tanto coraje que lo interrumpí —no seas hipócrita, Harald. No vengas a hacerme creer esa historia de que no sabes nada. Tu mujer se la ha pasado fastidiándome ¿no fue suficiente con destruir lo que tú y yo teníamos?

Harald guardó silencio cuando escuchó lo que le dije, tragó en seco y su mirada cambió. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no me importó mucho. Seguí con mis compras ignorándolo por completo. Para ser honesta, me dolía en el fondo todo aquello pues aun lo amaba, pero debía ser fuerte y comenzar a valorarme a mi misma. El amor propio es realmente importante. 

De pronto escuché a Harald suspirar detrás de mí —¿De verdad quemaste la foto?

—¿Y es que acaso tiene importancia? —respondí —no iba a conservarla, Harald. No tiene caso guardar algo que solo me traerá malos recuerdos. 

—Sara, aunque no lo creas esa foto me hacía sonreír cada vez que la veía. 

—Ya deja de decir estupideces, Harald. —dije y me acerqué a la caja para pagar. 

Al terminar, me retiré de la caja y salí del lugar. Me sentía molesta y herida a la vez, pues no esperaba para nada que esto pasara. Cuando llegué a casa, puse las cosas sobre la mesa de la cocina y rompí en llanto. Me sentía quebrada y burlada, como si Harald en realidad se burlara de mí, y eso era algo que me lastimaba sobremanera, porque como ya he dicho, todavía lo amaba. 

Quise morir, pero debía ser fuerte y buscar mi felicidad de cualquier modo. Aunque con todo esto, mi deseo de ser feliz junto a alguien se desvaneció por completo. 




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