Luego de una larga y fría noche, desperté gracias a los sonidos de mi reloj. Había soñado con un viaje a un extraño lugar; era una hermosa playa y el sol brillaba con tanta intensidad que yo no podía ver absolutamente nada.
Me senté en la orilla de la cama, me estiré y rápidamente busqué la ropa que usaría ese día. Estaba emocionada, nerviosa, pero muy dispuesta para ir a trabajar. Luego de arreglarme y preparar mis cosas, tomé mi recipiente térmico con café y mi pequeña caja de metal con comida. En realidad, me encanta empacar frutas, odio comer otra cosa al interior del trabajo. Lo hacía en mi empleo anterior, y Barthel Publicidades no sería el cambio, al menos en este sentido.
Salí de mi apartamento, saludé a la señora Bárbara y a su nieta, quien salía para la escuela. Corrí hasta la estación del metro y emprendí rumbo a la compañía. Al llegar, fui recibida por el mismo Douglas Barthel, quien,como ya dije antes, era el dueño de la compañía.
El señor Douglas fue muy amable al llevarme hasta mi puesto, era muy adorable. Mi pequeño escritorio equipado con todo lo necesario para trabajar; computador, impresora, fotocopiadora, archivero y una cómoda silla. Todo tan limpio y nuevo, que creí estar soñando.
—Si necesitas algo, solo llámame. —comentó el señor Douglas y caminó hasta su oficina.
La oficina del señor Barthel estaba diagonal a mi escritorio. Frente a esta, estaba otra joven de cabello castaño hasta las orejas. Tenía algunos treinta años, o eso aparentaba. La chica sonreía tiernamente.
—Bienvenida —me dijo —Tú debes ser Sara ¿No es así?
—¡Sí! Soy yo —respondí y le sonreí con ternura.
—Mucho gusto, Sara. Mi nombre es Sonja. Soy la encargada de organizar la agenda del señor Barthel. Ya me había comentado sobre tí —expresó —Durante estas dos semanas tú trabajarás para él y serás mi aprendiz hasta que Julien regrese de su viaje a España.
—Entonces ¿Quién es mi verdadero jefe?
A lo que Sonja respondió —Tu jefe en realidad es Julien. —se acercó a mi puesto —Y desde ya te digo que es muy estricto con el horario. Si llegas así sea un minuto tarde, te hará el día imposible.
—¡Wow! Nada a lo que no esté acostumbrada. En esa parte no tendré problemas, ya que odio ser impuntual. —comenté —¡Bueno! ¡A trabajar!
Sonja regresó a su puesto y yo comencé a revisar algunas instrucciones que el señor Douglas había dejado en mi escritorio minutos antes de mi llegada.
Era increíble el ambiente laboral en la compañía. Al menos ese día me sentí en familia y bienvenida. Todos eran muy amables y cordiales, completamente opuesto a mi empleo anterior. Sentí que por fin, estaba siendo verdaderamente feliz.
Al rato de haber iniciado mi jornada, más o menos dos horas más tarde, el señor Barthel llamó a Sonja a su oficina. La chica salió a eso de los diez minutos y me entregó una carpeta con algunos documentos.
—El señor Barthel necesita que escanees estos papeles y los mandes por correo electrónico a Julien.
Sin pensarlo, me levanté y caminé hasta donde estaba el escáner. Transferí los documentos a mi computadora y los envié tal y como me lo había ordenado. Yo aun no conocía el rostro de Julien Barthel, pues su correo laboral no tenía foto de perfil. Solo sabía que era el menor de tres hermanos, pero tenía la mayor responsabilidad pues, por petición de sus hermanos mayores, había sido elegido como futuro presidente. Era el más indicado para dirigir la compañía. En fin, de esas cosas no entiendo mucho, no es mi mundo.
Luego de enviarle los documentos al que según Sonja y el señor Douglas, es mi jefe, continué trabajando mientras seguía al pie de la letra todas las indicaciones en aquella hoja, más los consejos de Sonja. Era mi primer día y quería hacer las cosas bien.
Pasado el rato, Sonja me invitó a la cafetería. La hora universal había llegado. No me quedaba claro eso de hora universal, pero noté que mucha gente salía de sus oficinas para dirigirse a la zona verde de la compañía. Ahí entendí, que era una hora de descanso para todos los empleados. Ahora tenía una razón más para enamorarme el doble de mi nuevo empleo.
Al llegar a la cafetería, Sonja me dijo que pidiera lo que quisiera, que ella pagaba la cuenta. Luego de ordenar refrescos y frituras, nos movimos a una mesa en donde estaban sentados otros dos empleados. Sonja me presentó y yo, con mucha timidez, sonreí.
Ese día, aparte de conocer a Sonja, también conocí a Marco y Rita. Me sentí muy bien y lo que más me agradaba, sentía que finalmente estaba haciendo amigos.
—Aquí vas a adaptarte muy rápido —comentó Rita —somos una gran familia y si alguien está en aprietos, los demás ayudamos.
—Además —intervino Marco —todos los años a finales de noviembre, los Barthel organizan un evento en el que los empleados asistimos a socializar. La única regla es no hablar de temas laborales durante la noche del cotillón.
—¡Es la mejor fiesta del mundo! —dijo Rita —una vez que llegas y la pasas bien, no quieres que acabe.
Yo solo escuchaba a mis compañeros hablar maravillas de dicho baile. Supongo que era algo verdaderamente agradable como para emocionarse de ese modo.