Llegué a casa a eso de las tres de la tarde. Puse algo de música relajante, activé el ambientador eléctrico y encendí mi ordenador. Hace días que estaba buscando eventos de interés público en la ciudad, algo así como un concierto de jazz en la plaza o algún pequeño bazar a donde pudiera ir y comprar artesanías. Pero ese maldito vicio de las redes me hizo distraer, así que decidí conectarme un rato para saber de la gente que tenía agregada. Primero revisé que tenía varias solicitudes de amistad, entre esas Sonja y mis compañeros de almuerzo, Rita y Marco. Sin dudarlo, acepté las solicitudes y seguí revisando y viendo el contenido que publicaban los demás. Pasados unos minutos, recibí otro mensaje de mi admirador que se hacía llamar “Ich liebe dich Sara”, lo cual, a mi parecer, para ser el nombre de un perfil falso, era bastante deprimente y carente de creatividad.
En ese mensaje, mi admirador secreto resaltaba lo bien que me veía hoy. Algo totalmente absurdo ya que siempre uso mi uniforme y el mismo peinado en cola de caballo. Tampoco soy muy amante de usar tanto maquillaje, solo polvo compacto y brillo labial, así que me causó un poco de pena lo que allí decía. Como ya estaba hartándome de su misterio y su estúpido juego infantil, me llené de coraje y le respondí que se fuera al demonio. Acto seguido, bloqueé al famoso perfil, respiré profundo y sentí un gran alivio pensando que ya ese asunto estaba arreglado.
—¡Ya va, Sara! —susurré —ponte a pensar en los posibles sospechosos.
¿Quién podía ser? Esa era la cuestión. Trabajo de cerca con varios hombres en la compañía, pero con quien más interactúo es con Marco. No creo que él tenga tiempo de crear perfiles falsos y crear toda esta estupidez del admirador secreto. Eso sin mencionar que ahora mismo Marco es el encargado de liderar la nueva campaña publicitaria para un importante festival en el país. Si algo no tiene mi compañero, es tiempo ni ideas para esto.
El otro sujeto es Bertram, el conserje, pero no me parece ser un tipo que sea capaz de crear un perfil para esto. El mismo le ha dicho a varias personas en la compañía que es muy malo con la tecnología, y que su hija de nueve años tiene que ayudarle incluso a encender la radio. ¿Qué tal Ludwig? El hermano de mi jefe.
Ludwig es un sujeto bastante extraño, no tanto como el señor Julien. Pero, está casado y tiene un niño, o eso escuché. Sería el colmo que hiciera algo así. De verdad eso es algo que no quiero ni pensar. En caso de tratarse de él, entonces estaría en graves aprietos, si me quedo callada, estaría permitiendo una especie de infidelidad, Si callo y lo descubren, pueden caerme encima también y si hablo, podría destruir un matrimonio y eso no es lo que quiero.
Pensar en el señor Douglas sería una locura de mi parte, puedo ser su hija. Se me hace la piel de gallina tan solo imaginar algo así, y es que el dueño de la compañía es mucho mayor que mi padre.
Solo queda pensar en mi jefe, Julien Barthel. Ese sujeto silencioso y misterioso de sonrisa dulce y manos enormes. Pero, pensar en que puede tratarse de él sería una locura. No creo que alguien como el señor Julien se ponga en algo como eso, pero ¿Qué tal si es él y solo finge sorpresa ante todo? No, tampoco quiero ni imaginarlo.
Luego de pensar y pensar hasta el cansancio, me desconecte y apagué el ordenador. El tema ya estaba solucionado, o eso pensaba yo. En realidad, ese mensaje de “vete al demonio” fue el detonante de una cadena de cartas y mensajes a mi correo laboral, escalando cada día el problema hasta salirse de control. Aunque no sabía quién estaba detrás del perfil, la persona insistía en trabajar muy de cerca a mí. Que lo veía todos los días y lo trataba como si nada, entonces la lista se reducía quienes trabajaban conmigo en el mismo piso, ese admirador acostumbraba a sentarse cerca de mi mesa durante el almuerzo o me espiaba en la hora universal.
En fin, le resté importancia al tema. No quería terminar el día con dolor de cabeza pensando en quién podía ser el responsable de aquel tonto juego. Así que, encendí la tele para buscar una película. De pronto, el timbre sonó.
—¿Quién podrá ser? —pregunté mientras me ponía de pie.
Me acerqué a la puerta y me di cuenta de que era mi vecina. Rápidamente abrí la puerta y la invité a pasar.
—Señora Bárbara, qué bueno verla. —dije.
—Mi niña, había escuchado ruido dentro de tu departamento y creí que alguien estaba aquí dentro. No sabía que ya estabas de vuelta tan temprano —comentó y luego con mucha preocupación dijo —¿no te despidieron, verdad?
A lo que respondí con ternura —No señora, no me despidieron.
—¿Renunciaste?
—Tampoco —sonreí —mi jefe me dijo que me tomara el resto del día. —fruncí el ceño al verla algo incómoda —¿Pasa algo?
—Sara, ¿Cuál es el nombre de tu ex pareja? ¿de casualidad su nombre es Harald?
Me inquietó mucho que mi vecina supiera el nombre de ese infeliz, tanto así que mi reacción fue guardar silencio y abrir mis ojos mostrando sorpresa. Luego, tragué en seco y dije —¿Cómo lo sabe?
A lo que la anciana respondió —estuvo buscándote ayer por la mañana, le dije que estabas en la oficina y que no sabía tu hora de salida. Olvidé decírtelo cuando llegaste, lo lamento.
—No se preocupe —comenté, pues la señora Bárbara pensó que me había enojado. —Agradezco mucho que me avise.