Han transcurrido varios meses desde que Gunther fue a prisión, debía tener cuidado cuando anduviera por la calle. En la compañía todos estaban enterados de que Gunther había salido y Julien no me dejaba sola para nada. Siempre iba a recogerme al edificio para llevarme a la oficina y esperaba mi hora de salida para transportarme de regreso a casa. Para mí, era verdaderamente tedioso vivir así, pero ¿Qué podía hacer? Si mi agresor había recobrado la libertad y no sabía si tenía pensado vengarse por aquel intento de atacarme.
Cuando Julien no podía transportarme, lo hacía Kevin. Era el único empleado de confianza por fuera de la compañía al ser el chofer de los Barthel por casi treinta años. Era increíble para mí ver cómo mi jefe movía o usaba todas sus influencias para protegerme. Ahí me di cuenta de que tal vez era tiempo de darle una oportunidad. Pensé en que quizá Julien me hablaba con la verdad y que él era el hombre con quien yo estaba destinada a compartir mi amor, por no decir mi vida.
Si bien, Gunther no había aparecido, pero no estaba de más ser precavida. Aún así, me preocupaba Julien quien se desesperaba por cuidarme. Siempre intenté calmarlo diciendo que no estaba sola, porque al menos en el edificio difícilmente Gunther podía hacerme daño.
—Sara, entiende —dijo Julien —No puedo permitir que Gunther se acerque a ti. Ese infeliz tendrá que matarme antes de lastimarte.
A lo que respondí —Eso no pasará, ya te lo he dicho.
Ese día, Julien insistió en que pasara varios días en su casa, algo que evidentemente no podía hacer. Para lograr que se callara, me acerqué a él bruscamente y sin pensarlo, lo besé. Una vez más las paredes de su oficina eran testigos de un beso entre Julien y yo.
—¡Wow! —susurró —¿Qué acaba de pasar aquí? ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi secretaria?
Sonreí y volví a besarlo, dejándolo estupefacto. Honestamente no sé qué me pasó, pero lo hice. Lo normal era que mi jefe me diera el beso así no me gustara, pero de verdad me nació besarlo porque me cansé de seguir conteniéndome. Ahí, en ese preciso instante, Julien me abrazó. Reía de nervios mientras que yo, entre sus brazos, temblaba por lo mismo.
—Sara, por el amor de Dios —dijo —Ya no sigas castigándome de este modo. Solo te pido que me des una oportunidad.
—¿Qué quieres de mí, realmente? —pregunté.
—Que seas mi novia —suspiró —Ambos tenemos miedo de sufrir otra vez, pero quiero intentarlo contigo. Tú eres la clase de mujer con la que quiero compartir mi amor.
A pesar de haber vivido unas cuantas experiencias con él, todavía me resultaba difícil creer en sus palabras. En el fondo estaba confundida.
—¿Qué dices? ¿Aceptas?
Respiré profundo y dije —Necesito pensarlo. Debo consultarlo con mi almohada, Julien.
Mi jefe permaneció en silencio, y yo regresé a mi puesto. Cuando llegó la hora universal, decidí salir a la cafetería que estaba cruzando la carretera. Ordené unas galletas de vainilla y una taza de café con dos de azúcar. Minutos después, Julien ingresó al mismo lugar, pero me vio sin darme tiempo ni siquiera de ocultarme.
—¡Lo de siempre! —le dijo a la chica que atendía.
La joven regresó con una taza de chocolate y un pan de mantequilla relleno de queso. Julien recibió su pedido y se sentó junto a mí. —Debiste esperarme.
—No sabía que frecuentabas este lugar.
Allí pasaron varios minutos, Julien y yo comíamos mientras charlábamos a gusto. De pronto, mi teléfono sonó, era mi hermano para decirme que iban a medio camino de su viaje desde Dresden a Berlín para visitarme. No pude contener la felicidad, por lo que Julien me miraba con algo de celos cuando sonreía, pero lo más gracioso fue ver su reacción cuando le dije a Axel que lo quería mucho.
—¿Quién es Axel? —preguntó.
Sonreí con picardía —Es un chico que conozco desde hace mucho y que adoro con todo mi corazón.
—Vaya suerte tienen algunos, ¿No?
—Julien —suspiré al no tolerar su actitud —Axel es mi hermano.
—¡Oh! ¡Lo siento! —se disculpó y su rostro se tornaba rosado por la vergüenza. No dije nada a pesar de su actitud infantil, solo le conté que pronto llegaría a la ciudad junto a mi madre, y por eso mi felicidad.
—Veo que tienes una excelente relación con tu madre —suspiró —me alegro mucho por ti.
El rostro de mi jefe se veía distinto, Julien estaba triste. Sentí pena por él, pues Sonja me había contado que la señora Corinna siempre le formaba pleitos o lo culpaba por las desgracias que a él le pasaban. Para disimular su tristeza, Julien miró su reloj de pulso y me preguntó si quería regresar a la oficina para seguir conversando allí.
—¡Está bien! —respondí —así adelanto un poco lo que tengo pendiente y no deba quedarme quedarme hasta tarde.
Ambos nos levantamos de la mesa, pagamos y salimos del local. Permanecimos en la acera, cuando de pronto, algo terrible pasó. De la nada Julien me abrazó y respiró profundo. En ese momento escuché dos disparos seguidos de los gemidos de dolor de mi jefe debido a los impactos de bala en su espalda.
—¿Julien? —pregunté confundida en ese entonces.