Recogí mis cosas y llorando desconsoladamente salí llena de vergüenza ante la mirada de todos mis compañeros, quienes se notaban un poco tristes. Desaprobaban lo que Julien había hecho, porque en realidad fue un acto muy cobarde de su parte.
Un choque de emociones me invadía en el interior, sobre todo porque nadie me avisó lo que había ocurrido en mi ausencia. Estaba quebrada, me sentí usada una vez más y deseaba morir a causa del dolor que me mataba por la desagradable noticia de que Julien Barthel me había mentido.
A pocos metros de la puerta principal de la compañía, Sonja y Ludwig me detuvieron suplicando que no me fuera, que todo tenía una explicación, pero el daño estaba hecho y la decisión estaba tomada.
—No justifiquen a Julien por lo que hizo —dije sollozando —su cobardía no tiene perdón. —salí del edificio dispuesta a no querer volver.
Sonja y Ludwig seguían insistiendo en que me quedara, pero lo único que hicieron fue incrementar mi enojo. Volteé, los fulminé con la mirada y dije —deseo que Julien sea inmensamente feliz. Díganle que gracias por todo, incluso por burlarse de mí. —seguí mi camino, tomé un taxi y regresé al apartamento.
Una hora más tarde, Kevin y Sonja llegaron a mi apartamento. Ella insistía en hablar conmigo. El chofer estaba apenado y Sonja lloraba conmigo sentada en el sillón, pues confesó que Julien había contraído matrimonio en secreto cuatro días después de mi viaje a Dresden.
—Él me llamaba, Sonja. Yo hablaba con él todo el tiempo hasta por videollamadas y siempre actuaba como si nada.
—Lo sé —respondió Sonja —Te juro por Dios que no tenía idea de esto, apenas ayer me enteré porque Ludwig escuchó una fuerte discusión entre mis padres.
—¿Fue con ella? ¿Se casó con Bettina? —pregunté preparándome para escuchar la respuesta.
A lo que Sonja respondió luego de respirar profundo —No, fue con alguien peor. Con esa tal Isabel, la hija de la señora Florencia. Amiga de mi madre, esa bruja de España. Ambas planearon todo mucho antes de que ellas llegaran a Alemania.
En ese momento, Kevin intervino —Julien está aquí, me acaba de llamar y dice que está en el elevador.
Intempestivamente, me levanté y corrí hasta mi habitación. Tomé el collar que hace un año Julien me había regalado y se lo entregué a Sonja —Ten, dáselo. Dile que ya no lo quiero.
Regresé a mi cuarto y cerré la puerta bajo llave, no quería verlo y si lo hacía, podría matarlo.
—¡Sara! Abre por favor —dijo Julien desde el otro lado —tengo que hablar contigo.
Yo estaba echada en la cama llorando en silencio y en posición fetal. Abrazaba mi almohada que ya comenzaba a humedecerse con mis lágrimas. Julien no dejaba de llamarme y golpear la puerta de mi habitación. No dije nada, solo esperé a que se fuera. Escuché a Sonja y Kevin decir que era hora de partir y que me diera mi espacio, pero Julien se negaba a regresar a la compañía o a donde fuera.
Cuando calculé el tiempo, me levanté y sequé mis lágrimas. Salí con sigilo observando el apartamento con recelo. Revisé cada rincón para asegurarme de que estaba sola, así que fui a la cocina y bebí dos vasos de agua. Luego caminé hasta el sillón, encendí el computador y nuevamente decaí al igual que con Harald, solo que esta vez fue más doloroso.
Comencé a buscar otro lugar para mudarme, no quería que los Barthel me encontraran. Por alguna razón de la existencia o simple conspiración de universo en mi contra, no había inmuebles disponibles en Berlín. Por ello desistí de la búsqueda y me conecté en mi red. Vi que la bandeja de entrada estaba repleta de mensajes de Julien, ¿Para qué leerlos? Solo ignoré todo y cerré sesión. No eliminé a Julien todavía, lo haría después.
Luego, abrí mi correo electrónico y vi otros mensajes de Julien con archivo adjuntos como fotos de nuestros viajes o del cotillón, también canciones románticas y sobre el perdón, poemas entre otras cosas de amor. Tampoco le di importancia y dejé el portátil de lado.
Así pasé dos semanas, solo salía a comprar comida. Un día al regresar de comprar víveres, me encontré con don Douglas y Anna, la esposa de Ludwig esperando por mí en la puerta del edificio. Ambos decían que querían hablar conmigo. Anna en realidad era la encargada del departamento de publicidad de la empresa, con ella trabajan Marco y Rita.
—Si regresas a Barthel Publicidades, trabajarás conmigo. No verás a Julien y si lo haces no será por mucho tiempo —dijo la mujer —no queremos que dejes la compañía para siempre, y aunque se que renunciaste, podemos volver a contratarte sin ningún problema.
—Duplicaré tu paga, Sara —comentó don Douglas.
—No estoy segura de querer regresar.
Anna insistió tanto que terminó por convencerme, pero le dijo a don Douglas que Julien no podía enterarse de mi regreso a la compañía. La ventaja era que esta vez estaría en el segundo piso, en lo más alejado del pasillo y cerca de la oficina de Marco. Julien nunca iba por esos lados, y si lo hacía no llegaba sino hasta la oficina de Rita, que estaba un poco alejada de la nuestra.
Cuando acepté, Anna abrió la carpeta amarilla que traía en sus manos y me pidió que firmara un contrato. Lo hice sin pensar, todo fue tan rápido que al día siguiente regresé a la compañía.