Por fin habíamos regresado a Berlín. Como recientemente hubo un evento, los publicistas tuvieron varios días de descanso. Yo no hice nada durante el viaje, así que fui a trabajar como de costumbre. Durante esa semana no ocurrió nada extraordinario y mi agenda solo se resumía entre ir a la compañía y visitas al doctor. Julien me acompañaba a todas las citas médicas; motivo por el cual, pensé que él estaba más emocionado que yo con el embarazo.
Un día, no recuerdo bien la fecha exacta, regresé al apartamento luego de comprar comida y algunas golosinas para mis antojos. Hacía mucho que no me conectaba en mis redes, desde el problema con Julien. En ese momento publiqué las fotos del viaje a París y luego respondí un par de mensajes. Aunque, hubo uno en específico que captó mi atención y me puso los pelos de punta.
Un extraño perfil que se hacía llamar “Karina”, me envió un mensaje diciendo que debía cuidarme porque alguien había regresado y tenía planes para arruinar mi vida y la de Julien. Por supuesto, utilizándome al saber que si algo grave me pasaba, en su defecto también al bebé y eso le causaría un daño emocional irreparable al famoso hijo del empresario más poderoso de Berlín.
El mensaje fue enviado una semana antes de ese día, de igual forma le avisé a Julien. Al principio sospechamos de que Isabel estaba haciendo eso por venganza, pero un mes después supimos la verdad.
Recuerdo que estaba terminando de empacar algunas cosas; pues Julien me dijo que me mudara con él. Aquella mañana entregué las llaves del apartamento y envié mis cosas por adelantado con Kevin a casa de Julien. Cuando salí del edificio fui interceptada por Gunther quien portaba un arma. Me obligó a caminar junto a él hasta llegar a una casa ubicada a tres calles del edificio, cerca de donde vivían los padres de Selma. Allí, me encerró en una habitación que estaba en el patio trasero de la casa.
—Tiempo sin verte, Sara —dijo mientras cerraba la puerta —veo que últimamente te ha ido bastante bien en la compañía, ¿No?
Yo temblaba sobremanera y lloraba; le suplicaba a Gunther que no me hiciera daño —ten consideración conmigo, date cuenta de que estoy embarazada.
—¿Y eso a mí en qué me afecta? ¡No me importa! —luego analizó la situación —Espera, ¿Acaso ese bebé es de Barthel?
Guardé silencio ante esa pregunta; no tenía por qué explicarle nada a Gunther sobre mi vida y menos sobre mi embarazo. Aunque mi silencio respondió a su pregunta.
—¡Interesante! —exclamó —Tú y Julien no perdieron el tiempo.
—Gunther, estás enfermo de la cabeza. Si algo me pasa, ten por seguro que Julien acabará contigo —dije —déjame ir y te juro que nadie sabrá sobre esto.
Gunther me ignoró y salió de la habitación dejándome a mi suerte entre aquellas paredes grises y rajadas. Yo estaba sentada en un viejo sofá de dos metros y mi única fuente de luz era una bombilla amarilla que de vez en cuando parpadeaba. Encerrada, con mi panza creciendo y en medio de aquellas tristes paredes, me resigné llorando y rezando por mi vida y la de mi bebé.
Llevé mis manos a mi vientre diciendo —tranquilo, mami está aquí para cuidarte. Allí dentro estarás bien. —levanté la mirada y vi que nuevamente Gunther ingresaba al lugar. Traía una taza con guisantes y salchicha —¡Come!
—Aleja eso de mí, el olor me molesta —dije, pues comenzaba a sentir náuseas.
Gunther pareció enojarse y salió de la habitación llevándose la comida. No tenía apetito, y menos de guisantes. Sólo quería hallar el modo de escapar o de al menos poder comunicarme con Julien para que llegara por mi rescate. Temía por mi vida, pero todavía más por la de mi bebé. El pobre aún no nacía y ya estaba en cautiverio.
Debí sospechar desde el principio que Gunther estaba detrás del perfil, pero lo que más me sorprendió fue saber que Harald era su cómplice. De eso me enteré al día siguiente cuando ambos entraron al cuarto para burlarse de Julien, quien recientemente salió en las noticias muy preocupado anunciando que yo estaba desaparecida.
—Entiendo que Gunther tal vez lo haga por venganza —hablé mirando a Harald con desprecio —pero, ¿Tú por qué? Hace tiempo que no nos vemos ni sé nada de ti.
—Yo sé, pero es que Barthel y tú no pueden estar juntos. Hay alguien a quien no le conviene tu unión con el magnate, así que, por eso estoy aquí. Hay buena paga para hacerte desaparecer, primor.
—¡Maldito seas, Harald! ¿Tan bajo has caído? ¿Qué hay de Bettina?
A lo que Harald respondió con entera naturalidad —dejó este mundo cuando supe que estaba detrás de Julien.
El horror me dominaba sobremanera al escuchar que Harald había asesinado a Bettina. Sí, yo la odiaba por lo que me hizo, pero no merecía morir y menos a manos del hombre que ella quería. —¿Por qué? ¡Eres un energúmeno!
Harald se reía a carcajadas —Te arrebató al hombre que amabas y con el que te ibas a casar y, ¿ahora lloras por ella?
Allí intervino Gunther —es lo que merece por zorra, y así es como tú también acabarás. Rechazaste mi afecto por Julien, ¿Es que acaso ese sujeto es mejor que yo? ¿Es el dinero? ¿Qué le ven las mujeres a ese payaso?
—¡La chequera! —comentó Harald entre risas.
—Es inteligente, caballeroso, educado y su dinero no me interesa. Es a él a quien amo —hablé con firmeza.