Me quedé sin dormir esa noche, quería que las horas pasarán rápido y huir a donde Gala estaba. Pero si no era dueño de mi mismo, menos del tiempo.
No me arriesgue a llamarla, no era tonto y sabía lo precavido que tenía que ser.
Llegué a su departamento como sediento al manantial.
Trate de ocultar las ansias que me comían vivo y al cruzar por la puerta y ver a mi Gala en pijama con la nariz roja y la mirada deshecha me asusté.
Cuando ella habló simplemente me perdí, con esas dos palabras haciendo eco en mi interior.
Eso, que comenzó a cambiarlo todo.
El inicio del fin.
El apocalipsis de mi propia vida.
El décimo infierno de Izan donde íbamos los infieles.
O tal vez, tal vez, se trataba de la octava maravilla del mundo actual.
La mejor cosa que me pasaría en la vida.
Esa declaración vino a zarandear mi vida, a revolverlo todo y crear algo nuevo.
«Estoy embarazada».
Infierno, bienvenido a mi vida.