Loco amor

Capítulo 4

Esto es desconcertante. Tanto que permanezco inmóvil junto a la puerta, no acierto a hacer algo. Él me recorre con la mirada, de un modo extraño, pero que para nada parece enfermo u obsesivo. No ha presentado conductas extrañas, así que no hay problema en ese aspecto. No es peligroso. Tranquilízate Hannia.

―¿Tienes mi anillo? ―inquiero manteniendo la calma. Asiente levantando la mano derecha, que forma un puño. ¡Ahí esta! Puedo hacerlo y fingir que nunca pasó.

―Tómalo ―susurra con esa voz que destila sensualidad y me pone la piel de gallina. Mi pecho se contraer debido a la expectación. ¡Respira Hannia! Él no se ha movido, ni parece tener intenciones de hacerlo. Así que debo suponer que soy yo quien tengo que acercarme a él. ¿Eso está bien? No lo sé, pero no me da opciones.

Avanzó despacio, sin romper contacto visual. Intentando descifrar sus pensamientos, si se torna violento o tiene dobles intenciones, pero eso es inútil. Su rostro no cambia, ni sus ojos pierden de vista los míos. Eso me agita. Hasta ahora no me interactuado demasiado con pacientes, pero no parece uno, excepto por el traje. Aprieto con fuerza los labios y sus ojos parecen adquirir un brillo extraño. ¡Dios! Estoy hiperventilando. Puedo escuchar mi propio corazón golpear con fuerza mi pecho.

―Vamos ―me insta sin cambiar su expresión, no cambia de postura. A todas luces parece que yo soy la paciente y no él. Soy quien actúa con miedo y eso no está bien. Aunque por principio de cuentas, no debería estar haciendo esto. Pero sin duda tengo que recuperar el anillo. Estiró la palma de la mano cuando estoy cerca de él. Solo tienes que dejarlo caer y me iré, solo eso.

―¿Me lo das? ―pregunto con voz cariñosa, como si le hablara a un niño pequeño. No sé si eso funcione, pero creo que tengo que hacerlo para no correr el riesgo de alterarlo. Él no responde, solo me mira. La tensión aumenta, estoy a nada de tocarlo. Y eso me pone aún más nerviosa. Puedo hacerlo, solo tengo que tomarlo y salir de aquí. Solo eso. Me detengo cuando nuestras manos están cerca, manteniendo aun la mano abierta―. ¿Me lo das? ―repito ansiosa.

―Por supuesto. ―Suspende su puño justo sobre la palma de mi mano. Observo fijamente como sus dedos se mueven, a la espera de que lo deposite, pero ocurre algo inesperado.

―¡Ah! ―dejo escapar un quejido cuando su mano toma mi brazo con fuerza. ¡No! Todo ocurre demasiado rápido para que siquiera intente evitarlo. ¿¡Qué rayos!? ¡Esto no está pasando! Contengo el aliento. Estoy tumbada sobre su cama, con su cuerpo sobre el mío. Sus manos sujetan las mías, justo sobre mi cabeza y no tengo idea que debo hacer. ¡Maldición! Esto está mal, está muy mal. Me quedo inmóvil. Esperando que haga algo. Aunque no tengo idea que puede hacerme. No es un loco sexual, bueno no sé porque me preocupa eso cuando podría estrangularme o morderme. No lo sé. Tranquila, no debes perder la calma. No lo alteres y todo estará bien. No es un enfermo sexual, su registro lo decía. No lo es ¿O sí?

―Por favor ―susurro con voz aguda―. Dámelo.

―¿Tan importante es? ―A diferencia de mi voztemerosa, él parece realmente tranquilo, como si no estuviéramos tumbados sobre una cama y demasiado cerca. Jalo aire de nuevo y asiento.

―Si. ―Ladea la cabeza, entrecerrado los ojos. ¡Dios!

―Si te lo doy, ¿Qué me darás a cambio? ―Abro los ojos como platos.

―¿Qué? ―pregunto abruptamente. Su pregunta me ha tomado por sorpresa. ¿Quiere que le dé algo? ¿Qué podría darle? Esto no tiene sentido. No obstante, más que su pregunta o la posición en la que estamos, la forma en la que me observa me pone mal.

―Dime, Hannia. ―¡No digas mi nombre! Una sensación extraña se agolpa en mi vientre ante el sonido de sus labios pronunciando mi nombre―. ¿Qué me darás? ―Parece estudiar mi rostro y aunque no debería, estoy haciendo exactamente lo mismo. Ni siquiera puedo pensar. Sigo el contorno de sus labios, de su nariz, de sus ojos. Sus manos se mueven sobre mis muñecas y su tacto desplaza un calor sobre mi piel que resulta agradable.

―¿Qué deseas? ―jadeo involuntariamente. No reconozco mi propia voz. Ha sonado extraña. Pero ¿Desear? ¿Por qué he dicho eso? Bien podría…

―Esto. ―Su boca desciende sobre la mía, cortando el hilo de mis pensamientos y mi respiración. Forcejeo débilmente, pero sus manos sujetan con fuerza las mías y su cuerpo me mantiene inmóvil. No puedo apartarlo. ¿Qué hago? ¿Qué hago? Sus labios se mueven sobre los míos. Es un beso brusco, torpe y desesperado. Abro la boca intentando gritar, pero eso solo provoca que hunda su lengua. ¡Tonta! ¿A quién pretendo pedir ayuda? Aunque la verdadera pregunta debería ser ¿Quiero que me ayuden? ¡Demonios! Debería… debería tener miedo, debería estar asustada, pero no es lo que siento en este instante. Ni por mucho.

Me retuerzo debajo de su cuerpo y un gemido sale de mi garganta. Ha sonado más a placer que ha protesta. ¿Qué estoy haciendo? Tengo que salir de aquí. Mi cuerpo se empuja contra el suyo y una corriente de placer me sacude cuando su entrepierna roza mi vientre. ¡Oh Dios mío! Se ha sentido también, realmente bien. ¡Hannia estás loca, completamente loca! Es un paciente. Cuando creo que hará algo más, cuando quiero que haga algo más, se aparta de mí. ¡No! grito mentalmente. Mi boca ahora se siente vacía, quiero más. Baja de la cama mirándome con la misma sonrisa irónica de la otra noche. ¡Soy una tonta! Bajo de cama de un salto y miro sus manos que caen abiertas a sus costados. El placer se ve sustituido por el enojo.

―¡Me engañaste! ―reprocho aturdida. Su sonrisa se ensancha confirmando mis sospechas. Me ha tendido una trampa. No tenía mi anillo en la mano, nunca lo tuvo.

―Siempre se debe pagar por adelantado ―dice con chulería. ¡Cretino!

―Dámelo ―exijo olvidándome de la amabilidad y de que mi voz ha sonado a exigencia.

―Sabes que no deberías estar aquí ¿Verdad? ―Abro la boca completamente indignada. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo es posible que me esté chantajeando? Este chico está jugando conmigo.




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