Thomas
No sé ni cómo empezar o siquiera pensar. Quisiera un beso, quisiera no estar tan frágil.
Sé que mañana todo quizás duela menos, pero también sé que puede doler tres veces más… porque tres veces la he soñado en menos de un día. No puedo cerrar los ojos y descansar, pero tampoco puedo dejar mi mente desocupada, porque ella llega…
Mi alma sigue estando con ella. ¿Por qué mi cuerpo no puede acompañarla?
Thomas quizás fue antes de ella, Florecita con ella, pero ¿Quién soy ahora?
Mi terapeuta me miraría con reprobación al ver que no sé quién soy sin ella y tendría razón, porque, ¿Cuántos años no he vivido sin su sonrisa, sin sus ojos y sin sus pecas? ¿Cuántas crisis no superé sin tenerla entre mis brazos? O ¿Cuántas veces sonreí aún lleno de lágrimas antes de conocerla? Pero… igual no sé como seguir sin mi pelirroja.
¿Cree dependencia? Mierda… No creo. ¿Ella la creó? Creo que sí… porque si fuese amor como tal.. no estaríamos en este momento ahora, no con lágrimas al menos.
—¿Planeas terminar? —me pregunta Mitchell desde la puerta. Tienes los audífonos puestos así que me ahorro responderle y solo le asiento con una sonrisa.
Mi amigo Warren se me queda mirando mientras se sigue peinando.
—Mitchell parece esposo histérico —murmulla él —, me pregunto si tendrá padres exigentes que no le permitieron darse su tiempo de niño…
Warren estaba haciendo una maestría en psicología conductual de espectro infanto-familiar. O como a él le gustaba decir “desde chiquito se dan esas mierdas”.
—Tiene razón, me estoy tardando —acepto.
—“¿Tuviste una infancia muy despreocupada?” —se acerca nuestro amigo Ashton burlándose de Warren por su forma de analizar las cosas. Al terminar simplemente se recuesta sobre su cama.
—¿No irás a la bienvenida, Ash?
—No, Tom, cualquier momento para poder dormir me gusta más que escuchar a decanos hablar.
—Em estará ahí —acierta Warren —¿Estás seguro de que no quieres ir a apoyar a tu mejor amiga?
Ash se sonroja inmediatamente se menciona a la recién ingresada chica. Emma Simmons era la mejor amiga de Ash desde niños, aunque este ya está haciendo su maestría, Em apenas está en primer año de licenciatura.
—La veré en el almuerzo.
—¿Perderás una oportunidad de verla? —pregunto sorprendido.
—Pierde una oportunidad de verla con ella —responde el rubio, después de quitarse los audífonos —. ¿Ya están listos los que se van conmigo?
—¿Por qué estás tan desesperado por ir? —pregunta Ash enojado al ver que pues… se sintió atacado.
—Me toca hacer el discurso de recepción.
Me apuro entonces. No recordaba eso y ahora me siento culpable por seguir hablando cuando sé que Mitchell tiene esa responsabilidad y se ofreció a ayudarnos y llevarnos.
—Que desconsiderado estamos siendo. Warren, apúrate, por favor.
—¿Dónde está Henry? —pregunta Mitchell —¿Me dejó plantado?
—Al final no le dieron el permiso en el trabajo… —le digo.
Termino de lo mío y me despido de un acurrucado Ash.
—¿Es normal que… me sienta mal hoy? —pregunto en un murmullo cuando quedo a solas con Warren.
—¿Mal? ¿Cómo?
—Culpable… como el primer día en que vine. Como en la bienvenida del año pasado…
—Te sientes como el primer día, ¿No? —asiento —Es normal que se te abra la herida algunas veces, Tom. Solo cuídala para que no se infecte, ¿Sí? —me da una palmada en el hombro y se retira. Le sigo el paso para llegar hasta la planta base y entonces irnos al auto de Mitchell, quién parece no estar esperando pacientemente.
Al entrar al auto, Warren comienza a cantar alegremente una canción que suena en el pequeño radio, mientras mi amigo el rubio practica su discurso de manera susurrada y sin verse interrumpido por Warren. Yo agradezco que al ir a copiloto ninguno de los dos me hable porque siento como si mi piel pudiese expresar en cualquier momento el dolor con sarpullido. Sé que mis manos podrían detenerse de rascarse, pero la manera en que me sudan las palmas… eso no es normal y mi momento cumbre podría llegar en cualquier momento.
No quisiera tener un ataque de ansiedad en la bienvenida, no este año también.
Cuando llegué el año anterior, aquí a Londres, fue una tortura, y poco a poco dejé de pensarla tanto, se volvió más simple, se volvió más tranquilo… más muerto. Pero su recuerdo al parecer regresa cada vez que respiro.
—¿Para qué me estará llamando mamá? —pregunta un para nada intranquilo Mitchell —Ya veré cuando termine todo esto.
—¿Aplazas una llamada de tu madre?
—Sí.
Yo quisiera una llamada de mi madre. O de ella. Ambas son personas que ya no puedo recuperar y parecen estar a años luz de la última vez que las tuve cerca, aunque no hace más de dos años que tuve a la pelirroja entre mis brazos.
Supongo que cambió su teléfono, porque jamás volví a saber nada de ella por este chat reviso al menos dos veces a la semana… Así no voy a evitar que se infecte la herida.
Nos bajamos del auto y comenzamos a caminar. Claro que noto la manera en que algunas personas se nos quedan viendo… veo en algunos incluso algún tipo de deseo, anhelo o envidia… Lo primero me sigue haciendo sentir incómodo, lo segundo me da un poco de miedo, pero lo tercero… si supieran mi dolor entonces no quisieran ser yo. Saludo a todos con una sonrisa cálida, porque eso jamás se le niega a nadie, no sabes quién ha tenido un mal día y podría alegrarlo.
—Mamá aún sigue llamando.
—Respóndele a Ana.
—Ya lo haré cuando haga el discurso.
Mitchell ignora todas las miradas de las de nuevo ingreso como si fueran algún tipo de moscas, eso me enoja un poco, ¿Porque trata a todos los que son no cercanos como si fueran insignificantes? «Porque lo son para mí», eso respondería.
—No sonrías si no quieres hacerlo.
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Editado: 27.09.2023