Londres tiene sus propias estrellas

Capítulo 10 Raven

—Me siento patética.

—Eres patética.

—Emmanuelle —la reprocha Ashton para finalmente volverse hacia mí —Escucha, no eres patética por no sentirte suficientemente fuerte como para verlo…

—Pero sí por faltar a la clase del señor Sinclair —vuelve a intervenir mi amiga la castaña —. Él no perdona.

—No tengo ganas de que me digan cosas feas ahora —digo con un puchero —Y él solo sabe decir cosas feas.

—Cosas feas te dirá cuando te repruebe la materia.

—Reprobar la materia es nada si así ayuda a su salud mental —me dice Ashton mientras acaricia mi espalda.

—Eso dice porque la carrera la pagan sus padres y no ella misma, sus padres no le viven gritando,  además no tiene una beca. Ahí la salud mental vale 3.14 —murmura Emma mientras se devora mi barra de chocolate de esas que siempre compro y guardo en la alacena. 

—No le hagas caso, está de mal humor hoy —me dice Ash.

—¿Sabes por qué pidió los antirretrovirales…?

—Aún no me quiere responder…

—¡Los escucho, chismosos! —grita desde la minicocina.

—No creo que sea para ella… —confieso.

—No lo sé… Emma… 

—Ella sale con Rosé, entonces, Rosé es quién lo tendría…

—Emma y Rosé tienen una relación abierta si es con mujeres. Podría haberla conseguido fuera, o podría ser como dices, de Rosé o para Rosé. No lo sé.

La relación entre ellas dos cada vez me parece más extraña…  

—Ay no sé, ya sabremos cuando Emma quiera decirlo.

—Puede ser muy hermética cuando quiere —susurra Ash.

Me tiro sobre el sofá pequeño que hay en la sala. Honestamente, puedo ver que todo alrededor no es tan lejano o solitario como sentía todo al inicio. Hay dos camas, en la única habitación que tiene este mini departamento, un baño, sola sala y una cocina; también un balcón, pero es diminuto.

—¿Tiene otra chica? —le pregunto al rubio, y él inmediatamente sabe a qué situación me refiero, y a quién me refiero.

—Conozco a Thomas, créeme, si te dijo que no, es por él mismo. Porque siente que es lo mejor para su corazón.

—¡Suena egoísta! —grita Emma mientras se engulle un club sandwich —¡Estoy orgullosa y me gusta! ¡Por fin Thomas está aprendiendo a tomar control de sus sentimientos!

—No es egoísta —me dice Ash —. Es priorizar su salud mental. Y su sobriedad. 

—¿Thomas es alcohólico?

—Tiene una lucha por su sobriedad —me dice apenado —No debería ser yo quién te diga eso… pero, nos gusta más llamarlo así que por ese adjetivo.

—¿Por qué me ha dicho que sí, para luego negar de esa manera?

—No lo sé… Eso solo lo sabe él…

Me dejo caer sobre la pequeña superficie poco acogedora, pero que es suficiente para mí. 

—¿Qué harán ustedes?

—Yo iré —dice Ash —. Y Emma también. Rosé no irá, nunca asiste a fiestas así. Dice que no le divierte estar rodeada de gente que no conoce. Es quisquillosa.

—Me quedaré sola entonces, un sábado por la noche…

—Ya compramos vestidos, Raven, no seas tan así —dice Emma cuando se sienta en el sofá a mi lado, mientras tanto ella se come lo que se preparó, sin ofrecer. Honestamente, Emma me parece el alma más libre que jamás he conocido. Mi madre la amaría.

—No sé si quiero verlo. 

—Patético —confirme Em.

—No eres la única que lo dice —digo recordando al chico rubio de lentes que pareció aborrecer mis lágrimas en el preciso instante que supo que las provocaba un hombre.

+

—Como amo esto… depresivas y holgazanas en una tarde de un jueves, justo como mi adolescencia. ¿Lo sientes? Casi puedo oler la desgracia y la miseria salir de tus poros, Raven.

—No me tientes, Emma… 

—No creí jamás que diría esto, pero… ¿No planeas hacer tus tareas?

—Ahora mismo no me dan ganas de hacerle la tarea a Sinclair.

—No es el único que deja tareas.

—Pero sí la única que me queda por hacer.

—Me iré a dormir, trata de levantarme antes de las ocho, para que veamos una película.

Emma está casi tan salida de sí cómo yo, y la verdad, insistiría un poco en que me diga que mierda le pasa, pero no tengo ni ganas de sacarme a mí misma de ese lugar.

Pasan las horas, casi como suero de miel, no logro distinguir cuanto tiempo me he quedado aquí tirada. Creo que hasta huelo mal, no he comido nada, tampoco bebido agua, es más, ni he acelerado la manera en la que respiro. Todo este tiempo, aquí tirada, y estoy segura de que si me levanto habré dejado algún tipo de mancha por el sudor, además de la forma de mi cuerpo hundido en la tela del pobre sillón que jamás pidió a una usuaria ansiosa y triste.

—¡Emma! —grito.

Me levanto hasta llegar el cuarto donde están ambas camas y la pelinegra recae sobre una de ellas. 

—Emma —sigo sacudiéndola. 

Está oscuro, seguro no pasa de las seis, dos horas antes de lo que solicitó, pero honestamente, no quiero seguir sudando mi suerte en el sofá.

Le quito un poco de la sábana, su cuerpo se contrae. 

—Emma…

—Déjame dormir, era mentira, no quiero ver ninguna película, solo quería hacerte sentir un poco acompañada —se vuelve a acurrucar

Sigo llamándola y solo escucho ruidos incomprensibles. 

Yo quiero volver a mi yo de antes, maldita sea, me ha rechazado un tipo, no se ha muerto la reina.

—Emma… 

—¿Qué quieres? —dice somnolienta.

—Vamos a correr un poco.

—No jodas, Raven, vete a dormir. 

—Vamos, ¿Sí?

—¿Es porque la fiesta eso pronto? —casi ni entiendo lo que dice —, no tienes que hacer ejercicio, ya estás buenísima.

—Emma, no iré a la tal fiesta, solo quiero correr.

—Corre tú —busca una almohada y se la pone sobre la cara —Este arranque productivo-depresivo no me gusta, no a estas horas, Raven.

+

—Te odio.

—Yo también te quiero —le respondo entre risas.

—¿Por qué… tenemos que hacer… esto? —me pregunta mientras trota, ella había decidido no correr y terminamos haciendo esto —¿Podrías decirme por qué me… levantaste? Pude estar durmiendo, pero… no, a la señorita Raven Cyrus le… han entrado las ganas de torturarme con su vida… fitness, en la noche.




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