Mateo no daba crédito a lo que veían sus ojos —¿tenía tanta sustancia en su sistema como para empezar a imaginarse cosas? —porque sin dudas un Carlos con cara adusta no era algo que pensaba volver a ver ni en esta vida ni en ninguna otra; el cabrón se había acostumbrado a enmascararse lo suficientemente bien como para no dejar entrever nada más que una actitud despreocupada con una perenne sonrisa. Era irritante no saber nunca que pensaba; pero ahora… —¿acaso eso que ocultaba detrás de él era una chica?
—¿Ángel? —preguntó sorprendido Mateo
Carlos se había mostrado renuente a dar ese paso, ¿sería que ya le habían cortado su tiempo de gracia?
…
La tensión de Carlos se reflejó en el agarre sobre sus brazos—¿Ángel? ¿Quién era ángel? —pensó Rachel demasiado dolida para su gusto —¿Acaso alguna chica que Carlos no esconde? y… ¿Tan invisible se había vuelto para que no la reconociera ni siquiera Mateo?
…
La situación se le iba de las manos… “literalmente” —pensó Carlos ofuscado sin saber qué rayos hacer cuando de un tirón Rachel se zafó de su agarre para ponerse a su costado, lo suficientemente alejada como para marcar que no se sentía nada cómoda con la idea de que ella fuera su ángel…
Y vaya que él tampoco quería, al menos no de esa manera.
Paseó su vista de Rachel a Mateo
No sabía qué pensar en ese momento, ya no eran los mismos niños que jugaban en el río y por lo tanto, justo ahora no se arriesgaría a subestimar a Mateo; no tenía motivos para ubicarlo ni de amigo ni de enemigo, alguien pensaba aprovecharse de Rachel para provocar algo en Terra y Mateo podía ser uno de los beneficiados.
—¿Rachel? —preguntó incrédulo Mateo
—Ella no… —aclaró Carlos, no tenía por qué dar explicaciones pero aun así detestaba la idea de considerarla Ángel a ella…
—Sí claro… —Terció con reproche Mateo
—¿y tú no deberías estar trabajando?
—ya, entiendo lo que intentas hacer —la sonrisa falsa de Mateo se mezcló con la acusación que se leía en sus ojos—¿intentas remarcar que para ambos es beneficioso mantener en silencio este encuentro? Te ves patético, Carlos… —la tensión creció entre ambos y la expresión de Mateo cambió a una de falsa superioridad —No obstante hoy serás mi seguda buena acción del día… soy una tumba, yo no he visto nada…
—¿Y la primera…?
—Ah… con que estamos curiosos… pues te cuento, hace unos meses tu madre terminó de darme sus lecciones —comentó cinchándolo —tienes frente a ti al nuevo catador de ángeles —confesó con cierta acritud en su tono —aunque, como soy un alma caritativa y un estudiante aventajado, decidí ir más lejos y crear yo mismo a un demonio…
Mateo lo estaba provocando…
A Carlos le importaba un pimiento la mención de su madre o que Mateo se cargaba un ángel en su 1er mes como catador. Muy a su pesar reconocía que, después de que las jodes, es casi un acto de bondad convertirla en “daimon” en vez de dejar que lo haga algún sociópata pervertido… —pero si descubrían que te sobrepasaste con un ángel, estabas muerto —ese pensamiento lo devolvió de golpe a su problema: “Rachel”, no podía verla orillada de ese modo a ella, si tan sólo fuera capaz de alejarla de todo; de él…
—¿Quieres qué lo haga con ella? —preguntó con saña Mateo —Sabes que le irá mucho mejor si se convierte directamente en dem… —el golpe en su mandíbula le hizo callar mandándolo directamente al suelo
—Vete a la mierda, perro… —resolló Carlos mientras agarraba con fuerza el brazo de Rachel hasta retenerla a su lado.
—Vete a la mierda tú, comadreja —escupió con desprecio Mateo levantándose para chocar con el hombro a Carlos mientras pasaba de ellos. No obstante, al pasar por el lado de Rachel, algo que creyó muerto se le removió por dentro: su alma.
—Aléjate de él, Rachel… de esto, de todos —le suplicó aguantándola por el hombro; sus manos temblaban y sus ojos picaban mientras la culpa y el recuerdo le carcomían por dentro —Corre los más lejos que puedas ahora que aún hay tiempo —continuó suplicándole a pesar de sentir la mirada amenazante de Carlos sobre su rostro— sálvate, pequeña comadreja —terminó en apenas un susurro y siguió su camino aún más perturbado.
—Yo… —Carlos intentó hablar, pero ¿qué podía decir? Mateo tenía razón, alejarse de ella era la única manera de mantenerla verdaderamente a salvo y reconocerlo dolía como diez mil infiernos —No le digas absolutamente a nadie y no vuelvas nunca más —le exigió con voz seca
En ese momento se odiaba, se odiaba por no poder apartase, por saberse el principal riesgo para ella.
…
¿Qué había sido eso? —pensó Rachel sintiendo que su vida era como un interminable bucle —Otra vez el juego de dos críos estúpidos que aún no la consideraban lo suficientemente fuerte o buena…
¿Protegerla? Sí claro, como no… debía recordar que Mateo y Carlos siempre jugaban sus propios juegos, juegos egoístas donde sólo ella perdía, donde ella siempre era la mártir, la tonta, la buena… pero no más, tenía que hacer algo y estaba dispuesta a hacerlo aunque, por el momento, debiera mantener el secreto.
Avanzaron unos pasos hasta que Carlos se detuvo de nuevo.
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Editado: 13.05.2022