2004
Dos niños de 9 años hacían malabares para alcanzar las puertas de la alacena.
— Deja de moverte que me vas a hacer caer…
— Pero Rachel, es que me estás aplastando la nariz con tu rodilla
Rachel estaba que echaba humo por culpa del llorón de Carlos, los susurros se esparcían por toda la cocina y el silencio de la madrugada los hacía resonar alto y claro. ¡Los iban a descubrir y ni si quiera iban a tener la barriga llena!
— Recuérdame por qué accedí a que vinieras conmigo…
— Porque era el único modo de comprar mi silencio y tú sola no puedes alcanzar el tarro donde guardan la leche en polvo
Su mundo ordenado se había puesto de cabeza desde la intromisión del niño llorón roba madres y los mellizos roba abuelas; para colmo los mellizos estaban 24/7 con su abuela desde hacía seis meses más o menos, así que… algo bueno tenía que sacarle a esto último ¿no?
El sonido de un quejido en el patio de la casa los hizo entrar en pánico. Con movimientos torpes Rachel logró bajarse de los hombros de Carlos pero todo intento de salir corriendo hacia los cuartos se frustró cuando escucharon abrirse la puerta de la sala.
Los pasos avanzaron lentos hacia ellos, hacia la cocina; así que por instinto se apretujaron en el hueco debajo del fregadero con la expectativa y el miedo acelerando sus pulsos.
— ¿Será un fant…? —las palabras de Rachel se cortaron por la mano de Carlos sobre su boca.
Le molestó el gesto además de que se sentía muy incómoda: una de las rodillas de Carlos le pinchaba las costillas; pero el reconocer las voces, la asustó lo suficiente como para mantenerse callada...
— Por Dios, Maritza, ¿qué has hecho…? ¡Mira cómo te dejó ese desgraciado!
— Lo siento, Rebeca pero esto principalmente es mi culpa
“Ma…”—esta vez las manos de Rachel fueron las que taparon la boca de Carlos ante el tono de sorpresa de éste al reconocer la voz afectada de su madre.
— No puedes seguir así, Maritza, tienes que internarte… tienes que hacer algo.
— ¡No! ¿Qué será de los mellizos si lo hago?
— Nosotros los…
— ¡¡Basta ya, Rebeca!!
Maritza estaba harta de las críticas y las supuestas salidas, era lo que era y ya… una adicta, una a la que no le quedaban fuerzas para seguir nadando contra la corriente
—Hoy hablé con él… —reconoció Maritza avergonzada ante el gesto de su amiga —me lo prometió, me prometió que todo cambiaría si volvíamos
— Claro, y para demostrarte sus buenas intenciones te droga y te golpea…
— ¡Yo lo busqué, yo lo provoqué! —justificó con voz cada vez más compungida —somos su familia, Rebeca, este teatro se ha extendido por demasiado tiempo y no cambiará absolutamente nada…
Rebeca se quedó en silencio ante el llanto de su amiga, por más que intentaba abrirle los ojos ésta no cedía y lo peor, arrastraría a sus hijos con ella…
—Dime que no le dijiste dónde se escondían… —se le escapó un suspiro de alivio al ver que Maritza negaba con la cabeza —deja que hable con Jorge, él…
—Eso no, Rebeca, ¡¡haces algo así y no nos vuelves a ver nunca más en tu vida!!
La atmósfera volvió a tensarse entre las dos amigas; la preocupación de una, la culpa de la otra... eran sentimientos que las hacían enfrentarse constantemente.
Maritza pensó que había hecho mal en contactar a Rebeca; pero es que cuando la vio otra vez en el pueblo, el optimismo que alguna vez había sido característico en ella la embargó llevándola a confiar y a creer que podía haber alguna salida. Grave error, ya no era la misma, debió recordar que no era tan fuerte y que sus actos tendrían consecuencias.
—Tu marido no puede saber nada de esto, Rebeca —empezó a explicarle despacio —no puede saber si quiera que estamos escondidos en casa de tu madre; te advertí las condiciones para aceptar tu ayuda y todos los días me arrepiento al saber que mi decisión pone en riesgo a tu familia, no me perdonaría si Rachel se viera orillada a compartir el mismo destino que Carlos y Clarissa… debes pensar en ella.
— ¿Y en tus hijos?¿por qué no piensas tú en tus hijos?
— ¡Ja!, No hay modo de salvarlos, Rebeca, no mientras Karel viva, no mientras carguen su apellido… y por otro lado, créeme que puede ser peor para ellos sobrevivir en el mundo en el que nacieron si no tienen padre, Rebeca.
— No puedo aceptarlo...
— ¿Has visto a Mateo? —los ojos de Rebeca se aguaron ante la mención de ese pequeño —¿el niño que prácticamente te persigue? ¿te has dado cuenta de su ansiedad?¿de cómo casi siempre está sucio o de lo destrozados que están sus pies y manos? Es un "sombra", con solo 10 años ya pertenece a ese mundo... ¿Quieres eso para Rachel? La regla es simple, guarda el Secreto o vuelve a tu confidente partícipe de ello... nadie puede saber que sabes demasiado, ¿lo entiendes?
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Editado: 13.05.2022