septiembre del 2005
Las gotas que aún persistían en las hojas de los arbustos mojaban la ropa del niño que se escondía entre ellos.
Su cuerpo temblaba, húmedo y encogido; pero por la expresión de su rostro pareciera que no era consciente del frío.
«Deja de mirar, no la sigas, tienes que irte» —se repetía
Sin embargo sus ojos no se desviaban de la niña que, de forma distraída, saltaba sobre los charcos de lodo que había dejado la reciente lluvia en el camino de tierra del cementerio.
¿Por qué ella podía seguir yendo y ellos no? ¿Por qué tenían que protegerla? ¿Por qué tenían que guardar ellos el secreto?¡Eso era tan injusto y egoísta!
Él también quería no saber, él también quería poder volver a la casa detrás del cementerio; pero habían hecho una promesa el día en el que su mamá los arrastró de vuelta al mundo de sombras y monstruos: «Callar, nunca más volver, no acercarse a Rachel...»
Las primeras semanas se sintió triste, vacío; la extrañaba especialmente a ella... hasta que decidió olvidar; y después, todo había sido más sencillo...
Hasta ese día, el primer día de escuela...
La aparente calma se acabó justo cuando los despertaron en medio de la madrugada. Otra vez se habían tenido que desplazar entre las sombras para entregar y recoger pedidos, con el corazón en la garganta, con los pies y las habilidades para escurrirse como única defensa. Otra vez el horrible sabor del miedo, no por el peligro que acechaba en los callejones oscuros, si no por lo que les esperaba en casa si por alguna razón no cumplían.
Todo había vuelto como si nunca hubiera existido la casa detrás del cementerio, como si fuera un sueño que se burlaba de ellos al recordarles lo que otros tenían y, por alguna razón, no tenían ellos...
Así que cuando sintió sus brazos rodeándolo, el sueño cruel se volvió real y se burló con más fuerza de ellos; por eso había reaccionada así con ella esa mañana en la escuela.
Y había estado bien, se había sentido a la par, vengado... al menos por un momento; porque cuando divisó el dolor y las lágrimas en sus ojos, sintió como su propio corazón se rompía
Cuando volvió sus ojos al camino ya Rachel no estaba. Esa era la diferencia entre los dos; pasara lo que pasara, ella podía seguir atravesando el cementerio, alejándose de todo lo que de este lado producía tristeza y dolor; él no, él no podría pasar más allá de esos arbustos. «Sin escape, sin respiro, sin sueños...» absorbido por el mundo al que pertenecía, del que no podría huir porque, fuera a donde fuera, llevaría en sus manos el recuerdo...
***
—¿Mamá? —Rachel recorrió la casa de la abuela guiándose por la tos que se escuchaba en medio de las sibilancias (1)
—¡Rachel! —Rebeca reaccionó un poco nerviosa y asustada —¿ya estás aquí?; hoy saliste más temprano, tu abuela aún no ha regresado...
— ¿Qué haces, mami? ¿a dónde vas?
Su mamá estaba levantada y ¿se vestía para salir? ¿Acaso significaba que ya estaba bien? Y si lo estaba ¿por qué respiraba de ese modo?
—Pequeña... Tengo que salir; tenemos que salir.
—No quiero... —respondió sintiéndose cada vez más nerviosa, no sabía por qué, pero no le gustaba para nada la idea...
—Pequeña comadreja... —le habló Rebeca agachándose frente a ella —Iríamos a la ciudad, te compraría un enorme helado
—Hace frío...
—¡¿Y desde cuando el frío impide saborear un delicioso helado?! —Rebeca titubeo un momento antes de hablar cuidando cada una de sus palabras—También veríamos a Mateo..., es día de visita en el hogar de niños... ¿no querrías verlo?
«Mateo»
El recuerdo de lo que había pasado en la mañana con Carlos y Clarissa la hicieron dudar sobre querer o no verlo; pero Mateo siempre había sido diferente, algo así como un molesto hermano con el que discutía todo el tiempo, pero hermano...
Avanzaban despacio, demasiado despacio por el camino de tierra del cementerio ¿Qué estaba pasando?
—¿Mami...? —las palabras se perdieron en su boca cuando se aflojó el agarre de su mamá sobre su mano y la vio desvanecerse.
Intentó gritar, moverse, pero no podía hacer más que ver el cuerpo de su madre inerte en el suelo.
—Despierta, mami, vamos levántate —logró rogarle arrodillándose en el lodo para intentar sacudirla por los hombros —por favor, mami, no me dejes, no te mueras... ¡¡¡mami!!!
No supo cuánto tiempo estuvo allí ni quién les había avisado, unas personas extrañas vinieron a socorrerlas.
Horas después papá al fin llegó a buscarla en el hospital; solo a ella...
***
«Mamá está simplemente dormida, tengo que ir con ella» le mintió antes de dejarla en el cuarto que ocupaba en casa de la abuela.
Porque mamá no estaba bien, lo había sentido, y si lo estaba ¿por qué la abuela lloraba encerrada en el otro cuarto?
Frío, la casa más cálida que había conocido se llenó de un frío extraño totalmente ajeno al invierno.
Hasta que sintió unos delgados brazos abrazarla por la espalda recostándose junto a ella en la cama.
No hubo un «lo siento» «estará bien» o cualquier otra mentira de esas; sólo la extraña sensación de refugio de esos brazos que conocía demasiado bien para su gusto y que el reciente recuerdo le decía que allá fuera eran totalmente ajenos... pero allí, en la casa detrás del cementerio, se sentían como su alma de repuesto.
...
Carlos se durmió aferrado a Rachel un poco después de que su respiración pausada le indicara que estaba dormida.
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Editado: 13.05.2022