El agua de la ducha caía sobre su cabeza deslizándose por su cuerpo como una trémula caricia.
No importaba cuánto estuviera allí; no podía borrar el rastro que el calor de la piel de Carlos había dejado sobre la suya, y eso era un gran problema.
Si las otras veces había sido difícil alejarse, aceptar, ¿cómo podría hacerlo ahora que hasta su mente parecía embriagada por las sensaciones que la simple cercanía de Carlos le despertaba?
Se obligó a salir de la ducha y se preparó para ir a cenar.
Había sido una tonta al creer que podría tomar sin entregar. Si algo debía saber ella, era que Carlos siempre ganaba, aunque no fuera suyo el juego, aunque ni siquiera lo intentara...
Y ahora tenía que verlo luego de... ¿Qué haría si él...?
«Nada» —¿De verdad había sido tan idiota como para creer que justo para ella podría significar "nada"?
***
La cena fue silenciosa, superficial, apagada, ni siquiera su abuela hablaba. Carlos fue el primero en levantarse de la mesa; un escueto "buenas noches" fueron sus únicas y últimas palabras antes de perderse por el corredor de las habitaciones.
Su abuela también estaba distraída y se fue de segunda alegando que se sentía cansada.
Rachel se quedó lavando los platos, aprovechando el sonido del chorro de agua para permitirse soltar alguna que otra lágrima.
Todo sería igual, o peor, él iría o vendría según se le antojara y ella se quedaría a su merced con una nueva piedra amarrada a su cuello; porque ahora estaba segura de que Carlos se adueñaría por completo de sus sueños de madrugada...
Caminó cabizbaja hacia su cuarto, retrasando al máximo el momento, hasta que se obligó a si misma a entrar y cerrar la puerta. Llevaba demasiados días llorando en las noches contra su almohada y la verdad le desalentaba pensar que eso sería lo común a partir de ahora...
Sin embargo ahí estaba él, con los brazos cruzados sobre el pecho, recostado a la pared de al lado de su cama, esperándola...
No pudo evitar que su corazón revoloteara cuando lo vio dedicarle una sonrisa completa.
«No, Rachel, calma...»
Rachel cruzó la habitación y se sentó en la cama dándole la espalda.
—¿Qué quieres? —preguntó girando sobre la cama para mirarlo de frente.
Carlos frunció el ceño ante la pregunta.
— Me estuviste ignorando en la cena y no me agrada... —respondió Carlos haciendo pucheros.
—Ja, ¡¡Llamen a los soldados!! ¡¡Córtenle la cabeza a quien osó ignorar al bufón real!! —comentó sarcástica— ah no, esperen, no hay quien pueda luchar contra el Karma...
Carlos la miró mal, pero no estaba molesto; por el contrario...
—¡Reconozco mis pecados! —dramatizó tirándose al lado de ella en la cama— le ofrezco mi virtud a la "Reina roja" —Rachel enrojeció al instante y el tono de voz de Carlos cambió a uno demasiado serio, sugerente— pongo mi cuerpo a su merced mi reina adorada, tóqueme y permítale a este humilde siervo el placer de tocarla...
— No te he dado el derecho, no quie...
—¿Cómo fue que dijiste hoy? —la cortó Carlos incorporándose hasta quedar él también sentado en la cama— «tienes razón, yo también quiero...» ¿y cuál fue mi promesa? «No te tocaré, no si tu no quieres... » El problema aquí, Rachel, es que tú si quieres, y que yo soy mejor que tú dándome cuenta de lo que quieres; según tus propias palabras...
Maldito bufón de papotilla —apostilló Rachel— había lanzado un tiro al aire y había dado en el blanco, como siempre, porque la verdad ella había "querido" toda la noche...
— Ah, por cierto —siguió Carlos tirándose de espaldas en la cama y cruzando los brazos por detrás de su cabeza —te advierto que no llevo calzoncillos, tuve que lavar los que tenía y no traigo de repuesto...
La cara de Rachel enrojeció por completo y el corazón le empezó a latir con fuerza; sí, como siempre, al final el "Rey del juego" ganaba...
— Umm es dura nuestra reina... —reflexionó en voz alta un Carlos genuinamente divertido, justo como acostumbraba a ser de ese lado del cementerio— pues intentemos mejorar la oferta... ¿Qué le parece? Le dejo "tocarme" si acepta ser mi novia...
¡¿Novia?! ¿Acaso Carlos estaba hablando en serio? Imposible; y aunque fuera un juego... —se sintió estallar— era demasiado cruel atreverse a jugar con algo tan serio...
—¿Clases prácticas conmigo, Carlos? —respondió a la defensiva, atacando —¿O es que eres un alumno tan aventajado que te convalidaron y yo soy tu primer ángel...?
Se arrepintió apenas las palabras salieron de su boca; la sonrisa de Carlos murió y el rostro alegre cambió a uno sombrío al instante...
—Se acabó, Rachel... —la voz tensa de Carlos rompió el culposo silencio
—¿El qué? —preguntó Rachel con el corazón en la boca, esta vez por temor a su respuesta
—Ser catador, el entrenamiento... —parecía como si Carlos arrancara las palabras de su boca; no la miraba, hablaba con ambas manos cubriendo su rostro —hicimos un trato...
¿Un trato? ¿Quién? ¿la profesora y él? No, de seguro él y su padre... ¿Qué clase de trato pudo haber hecho con un hombre al que no le importa usar a sus hijos para sus propios intereses?
Nada bueno, estaba segura de eso... Sin dudas el juego no había terminado, y ella... ¿quería o no seguir jugando?
—¿Cómo sería...? —preguntó recostándose ella también en la cama
Carlos la miró vacilante
— Ser tu novia... —aclaró Rachel. Carlos le dedicó una pequeña sonrisa triste y se recostó de lado para mirarla de frente.
—No lo sé, nunca he tenido novia... —los ojos verde musgo la miraban con añoranza—veamos cómo sale... Solo que; hay un problema...
— Nadie puede saberlo... —adivinó Rachel
— Y las cosas en la escuela no serán muy diferentes; aunque prometo que haré lo máximo para cambiarlo un poco...
El corazón se le estrujó en protesta por las palabras de Carlos, no había forma de librarse, pero ahora que sabía un poco más ¿podía reprocharle algo? No, no podía, y menos si pensaba jugar su propio juego...
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Editado: 13.05.2022