Mateo caminaba casi a ciegas por los pasillos del Purgatorio mientras su mente no dejaba de armar y desechar teorías sobre qué le convenía o no hacer
Había intentado hablar con Rachel; pero ella faltó a la sesión de clases de la tarde así que había buscado su ubicación.
Cuando el punto se perdió en algún lugar de la biblioteca lo supo; ella había estado con él.
Carlos le había prometido que no tenía nada que ver con lo que estaba pasando con Rachel; sin embargo su nueva actitud no le había pasado desapercibida, acercarse a ella en la escuela era algo demasiado arriesgado y temerario incluso para él. A menos que…
¡No!
Según Juan no había cambios en el “Joker” con respecto a Rachel, pero la verdad empezaba a dudar de Juan; su extraña petición de que podían hacerlo mejor, que no se limitara a destruir los servidores cuando podía destruir todo el Purgatorio, que esperara a poder hacer el daño mayor… le dieron la sensación de que Juan seguía sus propios intereses, y que no dudaría servirse para ellos de Rachel.
Otra cosa sobre la que no sabía qué pensar, era el hecho de haber descubierto ciertas trazas en la red; alguien había creado un clon del “Joker” aunque no pudo descubrir quién. Habían usado un IP falso para el 2do dispositivo así que el rastro se le perdió.
Quizá estaba siendo paranoico y solo era un estúpido sirviéndose de dominios fantasmas para hacer bromas y conseguir ciertas cosas aprovechando que los favores del Joker, era algo que todos querían obtener…
Entró a su habitación sin encender la luz, a pesar de que era temprano se sentía terriblemente cansado.
El suave resplandor de la lámpara de noche fue lo primero que llamó su atención
—¡Clarissa…! —se sorprendió al reconocer la figura femenina sentada en el medio de su cama con las piernas apretadas contra el pecho. ¡Desnuda!
La vio estremecerse y levantar su rostro hacia él; debido a la escasa iluminación no podía identificarlo bien, pero sintió la sensación de que ella había estado ¿llorando?
Un ambiente lúgubre acentuó el deprimente ambiente que de por sí reinaba en esa parte del Purgatorio.
— Mateo…
No supo qué hacer cuando la vio pararse de la cama quedando totalmente expuesta ante él.
Clarissa era hermosa a pesar de su delgadez, su cuerpo era muy femenino y las curvas de sus caderas y su busto acentuaban su estrecha cintura.
Los rizos oscuros de su pelo contrastaban con su pálida piel cubriendo parcialmente sus senos a pesar de que los pezones sobresalían entre las hebras de cabello que descendían hasta rozar su ombligo.
Mateo sintió como su pulso se aceleró y se le secó la garganta mientras su vista descendía por su vientre, donde una fina línea de vello oscuro marcaba el camino hasta los rizos que tapaban su intimidad y un poco más abajo; por unas estilizadas piernas que se estaban acercando a él.
Levantó la vista barriendo su cuerpo otra vez hasta detenerse en el rostro que tenía a escasos centímetros del suyo.
—¿Qué...? —fue interrumpido por los labios de Clarissa.
Por un momento no pudo pensar y le siguió el beso; hasta que un sabor conocido lo hizo reaccionar. ¿Clarissa estaba drogada?
—No
—Mateo, por favor… —rogó Clarissa volviendo a besarle— no me rechaces, lo necesito, quiero que tú… tienes que ser tú… por favor
Tuvo que sostenerla cuando ella se enrolló en su cuerpo.
Clarissa no le daba tregua con sus besos, había tanta tristeza, rabia, amargura y desesperación en ellos que por un momento se identificó a sí mismo en ella y le respondió con igual fervor.
La piel se le erizó al sentir frialdad de repente; sin embargo, no se percató de que Clarissa le había desabrochado la camisa hasta que no sintió su suave torso otra vez contra el de él, piel contra piel
—¡¡Basta!! —la apartó con brusquedad dejándola caer sobre la cama.
¿En qué momento la había cargado hacia allí? ¿Acaso él pensaba…?
—Por favor… —volvió a suplicarle con voz triste; esta vez sí que pudo ver las lágrimas
—Vete, Clarissa —ordenó con voz dura— te quiero fuera de mi vista ¡ya!
El rostro de Clarissa se volvió inexpresivo y la vio levantarse con la intención de marcharse.
—No salgas así, vístete primero —volvió a ordenar con voz fría— saldré un momento para que lo hagas.
Ni siquiera esperó a que le contestara para salir de la habitación; aunque mas bien salió para intentar controlarse él.
El monstruo que era casi lo llevó a aprovecharse de Clarissa como si fuera una más de sus víctimas; pero la consciencia de quién era ella lo hizo detenerse.
En momentos como esos parecía que volvía a ser gente y a tener alma; odiaba la vulnerabilidad en la que lo sumía eso. Era mejor tomar y dejar sin miramientos ni resentimientos; pero tocar de ese modo a Clarissa lo había hecho sentir mal, culpable, le había hecho ser consciente del daño que hacía con sus besos. De la maldición que había cargado con gusto al ser “catador de ángeles”.
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Editado: 13.05.2022